Asomó la cabeza debajo del agua y me miró ceñudo, provocando que las sonoras carcajadas se quedaran en una simple sonrisa en mi rostro.
Moría de ganas de reír.
—¿Te parece gracioso? —preguntó, asentí y sonreí. Él puso los ojos en blanco y tragué saliva—. ¿Tú no estabas enfadada?
—Bu…bueno yo… —suspiré y puse una pequeña sonrisa—. No sé qué decir. Últimamente me da por lanzarte cosas y aunque sé que no debería.
—¿De qué hablas? —me cortó.
No, ¿de qué hablaba él?
—Estás bastante rarito —sonreí de lado y él nadó hacia mi lugar, con un rostro de extrañez.
Definitivamente, estaba bastante raro.
—Ya veo —puso una sonrisa picarona—. Ayer perdiste la virginidad.
—¿Qué? —grité espantada, ¿estaba de broma? No podía ser—. Estás mintiendo.
—No. Tú lo dijiste —imposible, tenía que me
