Capítulo 17

1669 Words
Dicen que cuando quieres hacer algo y no sabes cómo hacerlo, solo tienes que ponerte a hacerlo y las ideas comienzan a fluir en tu mente; realmente, no pensaba ya en mi cumple años, pero el número siete quedo adherido a mi mente como un imán, y por asociación de ideas, llego a mí, un pensamiento que me alarmo; mi edad terminaba en siete; cuando el iluminado, me sorprendió en el altar yo estaba contando, los dientes de oro del león sonriente, y conté siete arriba y siete abajo; ya había contado las plumas de oro que tenían los extremos de cada ala, y cada una de ellas tenía siete plumas de oro; luego recuerdo que cuando Don Pascuale, me presenta a el iluminado, le dice, que yo soy el séptimo diamante, y  previamente, me habían  asignado una habitación, precisamente con el número siete, y finalmente ,  hace dos días que el sacerdote me dijo que mi libertad seria, el día siete de julio, que es precisamente el mes siete. Como impulsado por un resorte, me levanto de mi cama y Salí del cuarto, para ver otra vez el número de mi puerta, y lo comparo, con los números de las otras habitaciones, los cuales eran todos negros, pero el número siete de mi habitación, era azul oscuro, igual que las tapas del libro de brujería que  Don Pascuale  tenia, en la mesa de la habitación del iluminado y también, igual que el vehículo que usa Don Pascuale; ese día, que salimos al manantial, iban tres vehículos delante e igual número detrás, entonces el de él, era el número siete; sentí que los cabellos se me erizaban; estaba descubriendo, que mi detención en la plaza, si había sido programada y que cuando yo comencé a seguirlos a ellos, ya ellos me estaban siguiendo los pasos, y yo les había proporcionado, le excusa perfecta  que les permitió lograr tenerme  sumisamente en su poder y el número siete de mi edad, era la clave de mi infortunio ; el mal nacido de Don Pascuale, estaba obsesionado con el número siete y como una de sus pertenencias, me tenía marcado con el número siete; y si todas sus pertenencias, eran consagradas a la bestia de las profundidades, ya lo había hecho conmigo, cuando creí que nos íbamos a casar; en realidad el muy nardito si me caso, pero con la bestia y el solamente era el padrino, que me había entregado en el altar; si ya había sido consagrado a la bestia, para Don Pascuale, yo no era ya de su propiedad , sino de su inmunda bestia, y  el solamente era el encargado de administrar y cuidar las pertenencias de la bestia; si era así, obviamente no iba a dejar en libertad algo que ya había sido consagrado para pertenecer al espíritu de las profundidades. Mi mente, parecía que estaba afiebrada; mi corazón palpitaba fuertemente, estaba pasando por un momento de gran excitación; ahora sentía que estaba más prisionero, y comenzaba a darle la razón, al iluminado, cuando me dijo, que la palabra libertad había sido, una perversa ironía de Don Pascuale. Era más de media noche y mi agitación seguía, siendo muy intensa; la ansiedad me hacía dar, vueltas y más vueltas en la cama; estaba horrorizado, dé la capacidad de perversión que había en la mente retorcida y maquiavélica de Don Pascuale y sobre todo, por la crueldad como llevaba a cabo sus planes, no reclutaba a personas que fueran afines a su fanatismo, sino, que secuestra a sus víctimas, haciendo uso de la fuerza, sometiéndolas a castigos crueles, para someter su voluntad y llevarlos a una sumisión perruna, doblegando hasta el último vestigio de su dignidad,  hasta que renuncian a su propia vida. Así era, el mundo íntimo de Don Pascuale, quien en su obcecado fanatismo por sus inmundos espíritus, podía, llegar a ser aún más cruel, que en su vida pública por todos conocida. Tratando de adivinar, que proyectos tenia para mí, su víctima de turno, no podía más que sentirme muy atemorizado pensando en las atrocidades, que este monstruo podía aplicarme , para lograr someterme a su voluntad; si yo era el séptimo diamante quiacas, habían otros seis que ya habían pasado por esto y probablemente, estarían en algún lugar, como esclavos sin voluntad, sirviéndole probablemente como aprendices de sacerdotes sonámbulos en algún lugar secreto, rindiendo   culto y sacrificios a esas bestias inmundas; ya el iluminado me había advertido diciéndome, que ni siquiera me imaginaba a donde me llevarían. No sé a qué hora me dormí, fueron muy pocas horas, las que pude descansar; me desperté con la mente muy turbada; el número de mi puerta, me ha servido de llave, para entrar en una dimensión  que me muestra, el inicio de  mi pesadilla, detallándome  como se había iniciado y porque se había iniciado;  dejándome algunas pistas, con las que puedo hacerme algunas conjeturas, de cómo puede ser su continuación, pero ninguna pista, de cómo despertar de ese ingrato sueño; esto, me permitió despejar, algunas de tantas incógnitas, que me ayudaran, a descartar algunas opciones, que ya sé que son inviables, y considerar con más claridad, otras que me parecían  dudosas, pero que ahora puedo abrazarlas, sabiendo que si no llegan a ser tan buenas, por lo menos tengo la seguridad, de que son las  menos malas en el menú de todas las opciones. Este descubrimiento, me sugiere, que debo depositar un poco  más de  confianza, en el iluminado y rechazar definitivamente, todo lo que venga de Don Pascuale. Esto, aun no resuelve mi gran problema, pero el saber el origen del mismo, y el poder plantearme algunas hipótesis de cual pueda ser su fin, me orientan a buscar, alguna posibilidad por ínfima que sea, de conservar mi integridad física y mental. Descansare un poco, hasta que el iluminado o Don Pascuale envíen por mí; fue provechoso el desconectarme de mis problemas, en el juego de cartas; el iluminado acertó nuevamente, al recomendarme distracción. -como a las once de la mañana, Macario me aviso, que  a las dos de la tarde me esperaba Don Pascuale en su oficina, pero como cosa extraña en él, no se desapareció en seguida, como acostumbraba hacer, sino que se quedó mirándome, con una sonrisa, que duraba mucho más que las pocas sonrisas, que había visto en él; cuando le pregunte, si tenía otra cosa que decirme, el sosteniendo su sonrisa, busco en el bolsillo de su amplio pantalón, sorprendiéndome al sacar un mazo nuevo de cartas. -Enséñame a hacer trampas con las cartas- me dice. Realmente no era una orden; en su tono de voz, había, un por favor que él no sabía pronunciar; su lenguaje era muy básico y resumido , simplemente decía, directamente lo que quería decir; seguramente Macario, quería sumarse al grupo de jugadores, en algún momento libre, pero también quería ganar, y cuando aquellos hombres le comentaron, que era bueno haciendo trampas; vio la oportunidad de adiestrarse en el arte de hacer trampas., le dije que podía enseñarle algunos trucos básicos y según como aprendiera, le enseñaría otros más difíciles; le invite a pasar, y el asegurándose que no había nadie en las habitaciones paso; acomodamos la mesa, de modo que yo me senté en la cama ley en la única silla disponible; abrí las cartas y comencé, haciéndole una demostración de mis destrezas y por primera vez vi a Macario, riéndose como un niño grande; le enseñe algunos ejercicios básicos de distracción durante media hora aproximadamente luego se fue casi corriendo, no sin antes despedirse con una sonrisa y prometiendo, que volvería. El ser humano, es un ser social y por muy básica que sea su inteligencia, puede aprender muchas cosas buenas o malas; en manos de Don Pascuale, Macario había sido entrenado, para ejecutar procedimientos internos de orden y control sin relacionarse con nadie, pero dentro de su  corazón, permanece  escondido, ese ser que necesita conectarse a otros seres y cuando aparece la oportunidad, afloran  desde su escondite, sentimientos que aparentemente estaban muertos, y Macario no era la excepción; un niño grande estaba en él, y se dejó ver por otro joven, que también llevaba escondido un niño, que afloro, con un abrazo que le recordó a su padre. Después de almorzar, repose un poco, pensando  como la vida nos trae sorpresas; unas buenas, y otras no tan gratas; siempre es sorprendente ver, como seres humanos aparentemente muy malos, pueden proporcionarnos  momentos gratos, como los hombres de Don Pascuale, el iluminado, siempre  busca, ese lado bueno de las cosas, enfrentando lo malo con optimismo y eso le permite sonreír siempre. Me levante y acudí a la cita con Don Pascuale, que me esperaba en su oficina; Macario, que estaba por allí, me abrió la puerta cortésmente y entre , encontrando al sacerdote, con una amplia sonrisa y como la primera vez, que lo vi sonriendo, volví a ver en él, la sonrisa de la muerte. -Qué bueno, que estas por aquí Sebastián - me dijo con una falsa alegría- el iluminado me ha dicho, que has avanzado mucho en tu preparación y que en agradecimiento, por tu pronta libertad, estás dispuesto, a trabajar más conmigo, ayudándome  en algunas cosas en la oficina; asimismo, me comento que puedes serme muy útil en la organización de documentos, y me ha parecido muy buena idea, ya que tengo años acumulando documentos para organizarlos después, pero no soy muy bueno en eso; así pues, que a partir de mañana podrás venir aquí, por las mañanas, cuando el iluminado, no te requiera para tus entrenamientos-. -Cuanto me gustaría verte en un calabozo, recibiendo una ración de escarmiento condenado iluminado- expreso mi pensamiento. -Con mucho gusto Don Pascuale- respondí con mucha humildad. -No te reconozco- opino mi pensamiento. -La humildad Sebastián, es una virtud, que los dioses recompensan- dijo el Sacerdote, con un brillo maléfico en sus ojos. -Eso me ha explicado el iluminado- respondí otra vez mintiendo. -Excelente –dijo – el iluminado te está esperando, puedes retirarte Sebastián-
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