4. Emociones

1370 Words
Elena se refiere, obviamente, a que en los dos años y medio que ha durado mi relación con Juan no he salido a bailar con mis amigas. De hecho, prácticamente no nos hemos visto en todo ese tiempo. —Elena, lo de anoche con Andy me hizo olvidar a Juan por unas horas, pero me duele mucho la ruptura. Le quiero demasiado —explico—. Es por esto que he tomado una decisión: a partir de hoy el sexo será mi terapia. —Esa es, sin ninguna duda, la mejor terapia del mundo —ríe Elena—. Y será con Andy, ¿no? —No, me he creado una regla de oro que pienso cumplir a rajatabla para no correr el riesgo de enamorarme: "No más de una vez con cada chico con el que esté". Así que tendré que encontrar a otro afortunado. —Vamos Jacqueline, que por practicar sexo no te vas a enamorar. Yo he practicado sexo miles de veces y nunca me he enamorado, ni siquiera cuando he repetido. Ya salió otra vez mi amiga la soltera empedernida… Elena no cree en el amor y no entiende por qué motivo otras personas sí lo hacen, pues ella aún no se ha enamorado. Ya le llegará el momento, sólo entonces se dará cuenta de lo que se siente. Pasamos todo el día juntas hasta la hora de la cena, momento en el que llega Mónica. —Hola chicas —saluda Mónica—. Por fin nos llevamos a Jackie a bailar, ¿eh Elena? —Sí —ríe Elena—. Y lo mejor es que ha sido idea de ella. Elena me da un codazo cómplice y las tres soltamos una carcajada. Después Mónica y yo nos damos un fuerte abrazo. Pronto parece como si nunca hubieramos dejado de vernos, como si hubiesemos seguido viéndonos cada sábado desde el primer día de la Universidad, como si aún compartieramos el piso de estudiantes. Encargamos la cena por teléfono en la pizzería de la esquina y, mientras cenamos, le cuento a Mónica todo lo sucedido desde el inicio de mi relación con Juan hasta la noche loca que he pasado con Andy. ***** Llegamos a la que solía ser nuestra discoteca favorita. Está en una de las calles más céntricas de toda la ciudad. El neón de la puerta anuncia ''Emociones'', un muy buen presagio para lo que planeo vivir hoy. No en vano es, oficialmente, mi primer día como soltera, por lo que voy a disfrutarlo al máximo. El local consta de tres plantas: se accede al inmueble por el piso central dónde están la barra y una gran pista de baile; en la planta de arriba hay otra pista de baile, aunque bastante más pequeña que la principal; en la planta de abajo están el almacén, los baños, otra pista de baile de buen tamaño y otra barra para las bebidas. Aunque la gente se suele bajar las bebidas de la barra del piso intermedio. La planta superior no suele usarse más que para fiestas privadas y la planta inferior sólo se pone en marcha cuando hay mucha gente. Hoy hay bastante poca, así que todo el mundo se encuentra en el piso intermedio. —¿Lo de siempre? —pregunta Elena— ¿o ahora bebes alguna otra cosa? —Lo de siempre, por supuesto —digo sonriendo—. Las cosas buenas ni se dejan ni se cambian. Elena va hacia la barra para pedir vuestras copas al camarero. Mónica y yo nos reímos porque, aunque hay dos camareras y una de ellas ahora mismo no está ocupada, Elena ha preferido hacer cola para que le atienda el bombón del camarero. Vuelve enseguida con vuestras copas, una sonrisa de oreja a oreja y una tarjeta con el número de teléfono del chico en la mano. —Tú no pierdes el tiempo ¿eh? —pregunto riendo. —¿Tú has visto ese bombón? —pregunta Elena —¡Cómo para perderlo! —A ver Jacqueline, —dice Mónica— ¿qué te apetece hacer hoy? ¿ponerte a bailar inmediatamente? ¿o lo que solíamos hacer en los tiempos anteriores a Juan? —Hoy haremos lo que solíamos hacer en los tiempos anteriores a Juan: mirar a todos los tíos buenos que haya desde el mejor lugar disponible. Lo de bailar ya vendrá después. —Así me gusta —dice Elena poniendo una mano en tu hombro—. Tienes que hacer uso de tu recién estrenada soltería. —Sí, eso haré. Por eso hoy no haré únicamente lo que hacíamos en los tiempos anteriores a Juan, incluiré una pequeña variación. —¿Una variación? —pregunta Mónica. —¿Qué tipo de variación Jackie? —pregunta Elena. —Shh —Pongo un dedo en los labios para indicar silencio—. Ya lo veréis. Tomamos asiento en las escaleras de subida, a mitad de camino de la planta superior. Desde ahí tenemos una vista completa de toda la pista de baile y la barra, así como de la puerta de entrada y de las escaleras que bajan al piso inferior. Desde aquí podemos observar a todas las personas que hay en el lugar pasando prácticamente desapercibidas. —Buff, mirad —dice Elena— el tipo de amarillo que está en la barra. Está buenísimo. —¡Vaya que sí! —exclama Mónica—. Y mirad el de la esquina, el de la sudadera verde. ¡Vaya músculos! —Mirad el trasero que tiene ese tipo, —digo— el que está justo a su derecha. —¡Madre mía! —exclama Mónica—. Se me cae la baba con el que entra ahora por la puerta… —Mirad ese tipo, —digo— ese que baila ahí sin ninguna mujer cerca. El de los jeans y la camisa blanca. —Está buenísimo —coincide Elena. —Ah, me derrito... —suspira Mónica. —Está cañón. Y ahora viene la pequeña variación —Me bebo lo que me queda de copa de un trago, le entrego el vaso a Elena, me pongo en pie y me quito el tanga por debajo del vestido bajo la atenta supervisión de mis amigas. —¡Jacqueline! —exclama Mónica escandalizada. —Miedo me das... —dice Elena. Guiño un ojo a mis amigas y me dirijo hacia el tío cañón con el tanga en la mano. Hoy voy a estrenar mi soltería y lo voy a hacer por todo lo alto. Y, aunque la copa de bebida alcohólica que me acabo de beber es una ayuda, he dejado de ser la mojigata que era hasta ayer por la mañana. Al dejarme ir, Juan no sólo me ha dado la libertad. Me ha dado más, mucho más. A partir de hoy voy a vivir mi vida al máximo sin tener que preocuparme por lo que otras personas opinen de mí. A partir de hoy voy a hacer únicamente lo que me apetezca, con la persona que me apetezca y en el momento en que te apetezca. Estoy decidida a hacer uso de mi cuerpo y mis armas de mujer para sentir la mayor cantidad de placer que mi cuerpo sea capaz de aguantar, y no me voy a sentir nunca más culpable por ello. Hoy es el día en el que por fin voy a empezar a vivir y a disfrutar de verdad. Quizás éste era mi destino. Tal vez la ruptura con Juan era algo a lo que estaba predestinada para que aprendiese una lección, para que aprendiese a pensar en mí misma y a disfrutar de mi vida. Sea como sea, voy a hacer uso del dolor que siento y lo voy a emplear para cambiar mi vida, para cambiar la forma en la que entiendo mi sexualidad, para aprender a conocerme a mí misma. Y de una cosa estoy muy segura: voy a disfrutar con cada etapa de mi aprendizaje. Ya no quiero razonar con la cabeza, no quiero sentir con el corazón, sólo quiero disfrutar con mi cuerpo. Cuándo llego dónde está El Tío Cañón le pongo el tanga en la mano. —Pero ¿qué? —dice él sorprendido.
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