Catherine sintió como Erick besó sus omóplatos mientras ella se encontraba boca abajo sobre la cama. La mañana parecía ser esplendorosa, aun así, no había querido levantarse quedándose en esa misma posición por un rato más, hasta que sintió como Larsson empezó a moverse a su lado.
No había podido dormir, a pesar de haber tenido un día ajetreado y complacer a su novio en la cama. Era extraño sentir que lo que hacía no estaba bien, la relación entre ella y su compañero había nacido espontáneamente, después de tanto tiempo vio a Erick como un amigo que poco a poco se ganó su corazón y sobre todo el de sus hijos. La tomó como una nueva oportunidad de amar y tal vez lo estaba consiguiendo, hasta que lo volvió a ver.
Se sentía tan sucia, Marcus aún seguía siendo su esposo a pesar que él era culpable de que no estuvieran divorciados hasta ese momento, pero más que eso lo que realmente le había calado los huesos fue el breve instante que vinieron en la casa de Serkin, su cuerpo lo reconoció casi como un reflejo y no quería admitirlo, se negaba... Sin embargo, lo seguía amando como la primera vez. Nada de lo que había hecho antes pudo sacar a D'monte de su corazón, ese sentimiento le pesaba tanto, aún le dolían sus palabras, cuando dijo que hubiera preferido jamás amarla, sumándole su engaño con Jessica. Después de dos años no había podido perdonarlo ni mucho menos dejarlo de amar.
—Vamos bebé, despierta... desayunemos algo rico o si prefieres... —Erick empezó a descender su mano por su espalda hasta parar en una de sus mejillas. Catherine se despabiló, girándose para poder ponerse de pie y entrar rápidamente al baño—. Creo que prefieres el desayuno —musitó el castaño de forma decepcionada.
Catherine salió del baño después de ducharse, Erick la miró extraño, su novia actuaba de esa forma. No entendió que pasaba con ella.
—¿Pasa algo? —preguntó ante su actitud.
—No me pasa nada. —Empezó a cambiarse sin mirarlo a los ojos—. Sigo pensando en que dejar el caso de Serkin sería lo mejor.
—Ya habíamos hablado de eso. —La tomó por los brazos para que lo viera.
—Tengo mis razones... —dijo serena.
—Razones que no me puedes decir. —A noche le había dicho las mismas palabras, no lo entendía. ¿Cuáles eran esas razones?
—Vamos, hablemos de eso después... quiero pasar el día con mis hijos, así que es mejor que te vayas. —Larsson puso mala cara, siempre era lo mismo.
—¿Cuándo les vamos a decir a tus hijos que soy tu novio? Les agrado ahora que creen que solo soy tu amigo, imagina cuando sepan que puedo ser su papá. —Se acercó coqueto tomando su cintura con posesión, Catherine rio y lo alejó juguetonamente.
—Ya te dije que aún no están listos. Además, ellos ya tienen un papá. —Caminó hacia el espejo, tomando un par de aretes para ponérselos.
—No están listos ¿Ellos o tú? ¿Es por tu ex? ¿Quién es? —Su semblante se enfureció ante la negativa y su silencio, siempre era así, llevaban más de seis meses de relación, era necesario que pudieran salir de esa habitación sin el temor de encontrarse con alguno de sus hijos y preguntara por qué habían dormido juntos.
Sin embargo, la respetó, era Catherine y ella merecía que la esperara todo el tiempo posible. Antes de llegar a la salida alguien tocó la puerta, ambos se miraron, eran las seis de la mañana. ¿Quién podía ser a esa hora? Al abrirla se encontró con la inesperada visita de Marcus, todo su cuerpo se heló y ni siquiera había dicho algo.
—Te veré mañana. —Erick se acercó a Catherine abriendo aún más la puerta para pasar, Larsson no se había percatado de la presencia del azabache hasta ese instante, se quedó igual que ellos, con la diferencia de que no sabía por qué él estaba en la casa de su novia, tenía que aparentar que no sabía de quién se trataba, pero la verdadera pregunta era por qué Catherine parecía conocerlo—. ¿Ay algún problema, quien eres tú?
—Será mejor que te vayas Erick, después te llamo...
—Pero... —Catherine lo fulminó con la mirada, esa era su señal para hacer lo que le decía o conocería su furia. Podía parecer pequeña y débil, pero Shay enojada era lo peor con lo que te podías meter.
No dijo nada, sin embargo, no miró de buena forma a Marcus y a su vez el azabache lo hacía con él. D'monte no quería pensar en que ese tipo fuera algo de Catherine porque no le importaría matarlo ahí mismo. Larsson salió de la casa sin despedirse y se subió a su auto, el cual estaba estacionado justo enfrente de la casa. La rubia se hizo a un lado para qué entrara y pudieran hablar, lo sentía necesario. Marcus contempló la casa, no era ostentosa, pero si muy bella. Bajó la mirada hacia la pequeña mesa junto a la puerta, se encontraban unos porta retratos donde se podía apreciar a Catherine junto a sus hijos en algunas vacaciones de verano, tantos momentos que se había perdido por un maldito error.
—¿Quién es él? —Shay no imaginó que eso fuera lo primero que le preguntaría, pero conociéndolo era tonto no suponerlo.
—¿Qué haces aquí? —Ignoró su pregunta.
—Dime quien es él... —No se dio por vencido. Bajó su mirada hacia su cuello, la rabia empezaba apoderarse de él—. ¿Es con el hijo de puta con el que te acuestas?
—Es mi compañero —dijo tajante, entornando los ojos ante su demanda.
—Claro, y es por eso que te marca el cuello como una cualquiera. —Catherine llevó su mano hasta esa zona, no podía ser posible—. ¿Cómo se llama? —Apretó su mandíbula, estaba conteniendo su enojo, pero no lo haría cuando lo encontrara y lo matara por haber tocado a su esposa. Le enfureció en el alma que alguien más hubiera gozado estando con Catherine. ¿Qué había hecho al dejarla ir?
—No te atrevas —Catherine le advirtió levantando su dedo—. No te atrevas a lastimarlo o vas a conocerme.
Se observó tan decidida que Marcus se preguntó cuanto lo amaba para amenazarlo de esa manera, entonces su rabia se convirtió en un dolor punzante en su corazón haciéndole saber, una vez más, que la había perdido para siempre. Ya no era más su Catherine, su pequeña gatita y joder lo quería entender de una buena vez por todas, desgraciadamente no podía mandar a su corazón, no podía decidir en lo que tenía o no permitido sentir.
El silencio perpetuo se alargó hasta que las vocecitas de sus hijos se escucharon mientras bajaban las escaleras.
—¡Papá! —gritaron al unísono al ver a Marcus en su casa. Corrieron hacia él y lo abrazaron en efusividad.
—¡Hola campeón, princesa! —Catherine miró con desaliento la escena, preguntándose como todo hubiera sido tan distinto si tan solo... Negó sacudiendo su cabeza, no tenía permitido pensar en el pasado y era mucho mejor así.
—¿Has venido a comer pizza y helado con nosotros? —Diego preguntó feliz de ver a su papá ahí.
—Sí, quédate papá —Lo siguió Mia.
Marcus alzó la mirada observando como Catherine negaba con la mirada, sí, estaba invadiendo su espacio, pero también sus hijos tenían derecho de convivir con ambos y tal vez llevar una convivencia sana, aún había muchas cosas que quería decirle después de lo que se enteró.
—Ándale mamá, que papá se quede. —Diego se acercó para suplicarle. Catherine tenía una cierta debilidad por sus hijos. ¿Cómo podía negarles algo cuando la miraban así?
—Está bien, pero solo comemos pizza y él tiene que irse. —Resopló derrotada mientras lo señalaba feroz, aún no había olvidado lo de Erick.
Ambos niños gritaron de alegría y saltaron caminando hacia la cocina.
—¿Les darás Pizza para el desayuno? —Marcus preguntó curioso.
—¿Qué tiene? Comida es comida. —Se encogió de hombros y Marcus sonrió, al menos no había cambiado en ese aspecto, aún seguía siendo muy indulgente con sus hijos y no podía culparla, él también lo era.
Por los próximos veinte minutos se olvidaron de todo, Catherine empezó a agregar los ingredientes para crear la masa mientras Marcus cortaba lo que llevaría encima con ayuda de sus hijos, harían una combinación de todo lo que les gustaba, Mia pensó que eso sería asqueroso, pero para Diego y su padre la idea sonaba increíble. Shay rio cuando sus hijos terminaron espolvoreados de harina sin haber tocado para nada la masa, esos niños se ensuciaban con todo.
Cuando al fin metieron la pizza al horno pudieron sentirse satisfechos, ahora esperarían un poco más para que estuviera lista, todo el lugar estaba lleno de risas mientras Catherine sacaba el helado del refrigerador.
—Nos toca primero el postre, después el desayuno. —Sonrió moviendo el bote entre sus manos.
—Es de chocolate
—El favorito de papá Marcus —Mia dijo
Catherine lo miró por un instante, en realidad él había hecho que le gustara, cuando se enteró de que estaba embarazada de Mia solo comía helado de sabor chocolate por los ascos y eventualmente Marcus le tomó el gusto. Esa etapa había sido tan maravillosa, jamás pensó que sería tan feliz en ese entonces.
El horno sonó en ese momento, avisando que la pizza estaba lista. Mia vio con emoción lo deliciosa que se veía a pesar de que había dicho todo lo contrario unos momentos antes, Catherine se encargó de cortar las rebanadas.
—¿Podemos comer en la sala? —Mia juntó sus manitas—. Solo por esta vez, queremos ver una película Diego y yo.
Shay miró a Marcus como si él tuviera la respuesta, pero este solo se encogió de hombros riendo.
—Solo por esta vez, mañana habrá vegetales para el desayuno y comerán en la cocina como siempre. —Sus hijos asintieron, no les importaba el mañana mientras disfrutaran el hoy—. Vale vayan.
—¡Sii!
—Pero les advierto, si encuentro una sola mancha en la alfombra o el sofá...
—Lo sabemos... —Gritaron desde lo lejos, ya estaban prendiendo la televisión. No perdían tiempo.
—Si de algo te sirve, has hecho un estupendo trabajo. —Marcus musitó frente a ella, caminando del otro lado de la isleta mientras llevaba un trozo de pizza a su boca.
—Necesito que te vayas, Marcus. —Lo miró seria—. No es buena idea que estés
aquí cuando sabes que soy policía.
—No entregarías al padre de tus hijos a la policía. ¿O si?
—No lo haría, ese es el problema —dijo algo molesta. Se limpió las manos y se quitó el mandil blanco que llevaba puesto, se dio media vuelta y caminó hasta el perchero de la cocina. Se sentía en una encrucijada.
—¿Por qué? —Marcus la siguió deteniéndose a su espalda.
—Ya te lo dije, eres el padre de mis hijos...
—¿Aún sientes algo por mí? —musitó sereno y Catherine sintió como su cuerpo se erizó ante sus palabras. Se giró con alarma notando lo cerca que estaba de él.
—Ahora estoy con Erick, es él es buen hombre, quiere a mis hijos y...
—No voy a permitir que Diego y Mia vean a otro como su padre. —Su voz se endureció de nuevo.
—Nadie te va a remplazar como su padre...
—Ni como tu esposo. —La interrumpió tomándola de la cintura.
—Marcus, basta. —Lo empujó fuertemente—. No quiero discutir cuando los niños están en la sala y puedan escucharnos.
—Solo te diré una cosa. —Se acercó de nuevo a ella, acorralándola sobre el fregadero, sus ojos se volvieron negros y profundos—. No mato al hijo de puta que se atrevió a tocarte por tus exigencias y amenazas, pero ten en cuenta que no siempre te voy a amar, porque maldita sea, aun lo hago y demasiado para mi suerte. Cuando eso pase no me va a importar lo que pienses de mí. —Susurró sobre su rostro, muy cerca de su boca.
Catherine tragó grueso, aún tenía ese poder sobre ella, esa maldita autoridad, pero recapacitó, no era más la chica de antes.
—No me interesa lo que sientas por mí, yo olvide por completo lo que vivimos. —Marcus río, no le creía, más sabia que jamás aceptaría lo que aún sentía. Miró sus labios, tenía tantas ganas de besarla. Catherine se dio cuenta de esto y giró su rostro para que no pudiera caer en tentación porque ella también lo deseaba.
—Debo irme. —Caminó hacia la isleta.
—Deberías...
—Solo quería que les dieras un recado a tus jefes, Serkin es mío, esta vez no dejaré que escape por su culpa... —La observó severo. Shay frunció el ceño.
—¿Qué sabes de él?
—¿Qué saben ustedes?
—No puedo decirte nada, es confidencial. —Marcus alzó una ceja expectante.
—Que curioso, lo mismo digo —dijo irónico. Catherine resopló.
—Por favor Marcus, sé cuidadoso...
—¿Ahora te preocupas por mí?
—Sabes por qué lo hago. —Desvió la mirada hacia la sala donde sus hijos estaban mirando la televisión.
—Tú deberías tener cuidado, no sabes lo peligroso que es Luke... —Sus miradas se conectaron sin titubear por un breve momento hasta que Diego regresó a la cocina por una rebanada más de pizza.
—Tengo que irme campeón. —Lo cargó —. Pero prometo verlos el miércoles cuando vayan a casa. —Mia llegó también a su lado y lo abrazó—. Pórtate bien princesa y cuida a tu hermano. —Ella asintió—. Marcus subió la mirada—. Y si algo les llega a pasar a ellos te haré responsable de todo—. Se estaba cansando de ser el dócil cuando ella lo trataba como la mierda.
—No será la primera vez que lo haces. —Catherine alzó una ceja, no quería aparentar debilidad, pero el recuerdo le lastimaba.