Robert
Espero no terminar siendo un fracasado para ella, porque en realidad muero de ganas por besarla. Jamás he sentido cosas tan bonitas, no comprendo de qué manera tocarla, solo se que mis labios no se quieren despegar de ella.
—Te juro que pararé si tú me lo pides, aun cuando esto parece ridículo y más contarlo, pero estoy rogando en mi mente para que no me digas nada, sin embargo, si tú lo deseas de tal manera me frenaré como nunca porque jamás voy a faltarte el respeto —digo pareciendo el peor de los pendejos.
—Porque planeas cosas sin mí, quizás alcancé a ilusionarme, pero tal parece que ya estás arrepintiéndote de quererme. —Ella acaricia mi rostro y mete su mano por dentro de mi camisa.
—Eso nunca será así, evidentemente porque me enloqueces como nunca lo ha logrado una mujer, porque me he dado cuenta que ya estoy locamente enamorado —hablo intentando que desaparezca está presión que tengo.
—Sabes que tú a mí también me produces lo mismo. —Ella trata de desabrochar mi pantalón, desde hace mucho tiempo no hago el amor con una mujer, tanto que no sé cómo ser el que debe dominar el instante.
—Entonces son buenas señales las que están apareciendo. —Ella se empieza a reír, no comprendo el motivo, no obstante, solo sonrío al mismo tiempo.
—Deben ser, —la observo.
—Me da temor no superar tus expectativas, es que cómo lograr ser mejor que Xiomara tal vez no logre nada mejor que ella. —Ella me observa con esa dulzura que es prácticamente envolvente.
—Para mí estás por encima de todas las mujeres, sabes que no me estás permitiendo tener ese ego que todos los hombres mantienen, sin embargo, contigo no me hace falta. —La observó, ella se nota que no queda del todo tranquila con mi respuesta.
—Es que tenías novia, Robert no creo que las caricias de ella se borren de un instante a otro. —Ella va pasando su mano por mi espalda, haciéndome electrificar.
—Si esa es tu angustia nada de Xiomara está en mí, ni siquiera en los recuerdos. Ella aún continúa guardando su cuerpo para el matrimonio, sabes que jamás me incómodo ese pensamiento, quizás porque no la quiero, pero sobre todo lo acabe de confirmar cuando tú apareciste en mi vida. —Inclino mi rostro hacia ella, esperando que continúe con la idea de besarme.
—Has permitido eso durante tantos años, definitivamente no la amas. Jamás voy a querer y te arrepientas por haberme conocido. —Ella se va directamente a sentar, no comprendo nada de lo que pasa.
—De nada lo haré, Alison estoy enamorado yo ya te estoy entregando todo sin que me solicites ¿Tienes algo que contarme? —pregunto porque siento que estamos a tiempo para no dejar avanzar un sentimiento, si no puede existir.
—¡No! —ella exclama nerviosa.
—¿Entonces? —Voy hasta donde ella y me arrodilló— ¿Tú quieres ser mi novia? —Continúo esperando, sin embargo, la respuesta está siendo mucho más lejana.
—Sabes que muero de las ganas por aceptar, simplemente necesito un tiempo y pensarlo mejor. Seguramente no son dudas las que tengo, tal vez son cosas por solucionar en mi vida. —Ella me jala de la camisa.
—Yo tendré paciencia —digo sobre toda la respiración de ella.
—Qué bueno escuchar eso. —Ella saca su lengua y lame lentamente mis labios.
—Me tienes algo confundido —digo, pero ella me cubre mis labios, todo con la palma de sus manos.
—No tienes por qué estarlo, porque mejor no continuamos lo que estamos dejando —ella empieza a deslizar su suave y delgado abrigo, dejándolo caer por sus hombros hasta llegar al suelo; cada movimiento por más pequeño que tenga Alison está lleno de sensualidad.
Ella se va hasta el suelo y me lleva con sus brazos hasta acostarme, sé que estar enamorado hace que todo sea mágico, no dejamos de besarnos ni un solo segundo; su lengua se va mezclando con la mía pareciendo una sola. Ella suspira sin temor a que yo me dé cuenta que su cuerpo está temblando.
Mi mano se va deslizando sobre sus piernas, quisiera quedarme toda la vida sintiéndola porque sé muy bien que cuando salgamos de aquí, no quiere decir que ella sea mía; por alguna extraña razón desconocida Alison no quiere estar conmigo, sin embargo, solo es mostrándome ante las personas, porque cuando estamos solos me transforma todo de tal manera donde las explicaciones sobran.
—Mi cuerpo no puede mostrar lo excitado que puedo estar por solo tenerte tan cerca de mí Alison, pero tal vez este no es el momento, entiende que quiero que sea perfecto para ti. —Acomodo mi m*****o, el cual se duplicó de tamaño y esconderlo es imposible.
—Voy a pensar que estás siendo caballeroso y no me estás rechazando, porque sé muy bien que tú también quieres. —Ella muerde sus labios, no lo pienso más y me levanto, dándole la mano para ayudarla. Sé muy bien que ella está viendo aquel bulto que se pronuncia más cada segundo.
—Te parece si más tarde hablamos. —Coloco mi abrigo sobre mi pantalón escondiendo todo.
—Sería perfecto. —Ella me sonríe y yo salgo prácticamente huyendo de la mujer de mis sueños.
Camino tan rápido como puedo y me tropiezo con el profesor Emiliano, lo menos que quiero es pasar vergüenzas, seguramente ni unos pedazos de hielo terminarán el efecto que Alison me produce.
—¿Robert estás bien? —El profesor baja la mirada y termina riéndose— ¿Quieres platicar con alguien? —él dice.
—Sí y en verdad usted puede ser el indicado para darme consejos —hablo, él me produce bastante confianza, nos sentamos sobre una banca donde estamos solos y las interrupciones serán mínimas.
—Te escucho Robert, solo que no me digas profesor, sabes que siento que contigo podemos tener una muy buena amistad; dime Emiliano así nos sentiremos más en confianza. —Emiliano me da un apretón de manos, él me hace sentir cómodo, tal vez nunca tuve una guía masculina que me aconsejara, en cuanto a las mujeres y él me hace sentir ese afecto de padre que siempre me fue negado.
—Está bien Emiliano…es que siento que estoy locamente enamorado de una mujer, no te puedo decir quién es, porque ella todavía quiere tener las cosas ocultas, pero algo me hace sentir que no soy suficiente; sé que yo trato de la mejor manera porque jamás lo haría de otra forma con una mujer, pero eso no parece ser lo mejor —hablo desanimando.
—¿Acaban de tener sexo? —él pregunta.
—No, en realidad eso no importa ¿Cómo puedo hacer para conquistarla? Ser tierno y respetar parece ser lo más ridículo, me veo como un imbécil. Lo peor de todo es que intento ser un hombre rudo, pero no puedo —digo sin entenderme.
—Siendo tú, sabes que, aunque los dos somos muy diferentes, podemos aconsejarnos mutuamente. —Emiliano me da unas palmadas en la espalda, dándome fuerzas.