“Fabiana Madriz, por favor dirigirse a la sala de juntas médicas”. Una voz femenina se cuela por los parlantes que están en cada nivel del centro de salud público Sagrado Rostro, ubicado al Este de la ciudad.
Fabiana, una de las enfermeras especializadas en la atención de pacientes de alto riesgo, entre ellos oncológicos, se encuentra atendiendo a un paciente, específicamente a una niña de seis años de edad, la cual padece una enfermedad terminal. Lleva apenas dos días atendiéndola, sin embargo, al ver esos enormes ojos grises en su perfecto y angelical rostro, se encariñó con ella. A diferencia de lo que le sucede con otros pacientes, no fue necesario que transcurrieran muchos días para que sintiera el pesar de la familia de esta pequeña, que según su historial clínico viene luchando desde los tres años con una enfermedad tan terrible como la leucemia.
—Fabiana —Escucha el murmullo de una de sus compañeras quien a su vez la sacude para hacerla reaccionar.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué haces eso? ¿No ves lo que estoy haciendo? —Le pregunta a Josephine una de las chicas que al igual que ella atiende a los niños recluidos allí en cuidados intensivos pediátricos. Le muestra un frasco de solución y el medicamento para suministrárselo a su paciente—. Ya es la hora del tratamiento, no me entretengas.
—Mal agradecida —Le contesta Josephine en broma, sabe que Fabiana cuando atiende a sus pacientes se abstrae del mundo, aunque su cuerpo está allí pareciera que su mente volara. Como si de un ritual se tratara y con ello lograra la recuperación de sus pacientes procura concentrarse en su atención—. No soy yo, ¿Acaso no escuchaste que te llamaron por el altavoz?
—No, no lo escuché —Responde en actitud totalmente desorientada.
Esta reacción en ella no es nueva para sus compañeras y todos los que la conocen y han tenido la oportunidad de trabajar a su lado.
—¿Sabes de dónde me están llamando? ¡Qué pena! —Dice preparando el tratamiento para dejárselo puesto a su paciente antes de acudir al llamado.
—Escuché que a la sala de juntas médicas —Le responde Josephine mirando el monitor que tiene al frente tomando los valores de su paciente.
—¿Para qué me llamaran? He llegado puntual, he cuidado porque mis pacientes cumplan el tratamiento al pie de las instrucciones de los médicos tratantes, incluso he hecho guardias de otros compañeros, no entiendo —Dice acelerada—. ¡No entiendo que pude haber hecho mal!
—¡Cálmate mujer! —Le pide su compañera—. Deja de ser pesimista ¿Qué te sucedió hoy que andas con esa mala energía?
—Nada —Responde sin pensar—. Bueno, en realidad es mi hermana, estoy preocupada. Está necesitando comprar unos libros, y la verdad, no tendré dinero sino hasta la próxima fecha de cobro. No se que voy a hacer Josephine, esto de los estudios de Fiorella me lleva con mucha preocupación.
—Es que no es para menos, Fabi. Más bien te admiro. Esa universidad es costosísima —La apoya Josephine—. Hasta yo andaría jalándome los cabellos. Aunque mi situación no es tan diferente de la tuya, con Mateo y Cassie tengo más que suficiente, están pequeños, pero dan lata.
—¡Ay no hables así de ellos!, son unos ángeles. Ni se sienten —Aduce Fabiana en defensa de los niños.
—Sí, no lo digo por eso, sino porque demandan mucho dinero. No es fácil ser madre soltera y de dos niños —Contesta Josephine con cierto tono de tristeza en la voz.
—Si has logrado sacarlos adelante estos últimos cinco años sola, es porque eres maravillosa, no te quejes, la vida, así como pone sacrificios, también nos da recompensas. Y tú la tienes por partida doble. Es una dicha llegar a casa agotada y ver esos dos angelitos ansiosos a tu espera —Le dice Fabiana recordándole la razón de vivir—. En mi caso, Fiore no es mi hija, pero como si lo fuera; por ella estoy dispuesta a sacrificarme. Mi sueño es verla graduada de periodista.
—Tú y tus sueños —Expresa Josephine moviendo la cabeza a los lados ante el optimismo que Fabiana siempre tiene, incluso ante situaciones adversas. La respuesta de hace un rato fue solo producto de la distracción, porque la Fabiana real, es esta, la que siempre esta dispuesta a ayudar y ve el lado bueno de las situaciones, por más miserables que se presenten.
“Fabiana Madriz, apersonarse con urgencia a la sala de juntas médicas por favor”. Nuevamente se escucha el llamado a través de los parlantes, y esta vez Fabiana escuchó a la perfección su nombre; por lo que, habiendo terminado de colocarle el tratamiento su paciente, volteó a ver a su compañera.
—Josep, ¿Puedes cubrirme mientras regreso? —Le pregunta poniendo ojitos caídos y haciendo pucheros de manipulación— ¿Sí? Ya le puse el tratamiento a Nina —Así se llama su paciente—. Mientras voy y regreso, no lo habrá terminado, lo puse lento para que no le cause reacción.
—Anda, deja de estar dándome explicaciones, qué maña la tuya —Le contesta Josephine haciéndole la observación— ¡Qué latosa eres a veces, pequeña! Anda antes de que de verdad terminen sancionándote.
Fingiendo estar ofendida, Fabiana, moviendo la cabeza en un gesto que llevó su ondulada cabellera al otro extremo de su cabeza al tiempo que le tuerce los ojos, sale del área donde viene prestando servicio. A lo lejos escucha las risas de sus compañeras por el gesto dramático.
Fabiana, tiene cuatro años graduada como enfermera, ha trabajado en diversos centros de salud público de la ciudad, al año de graduada se especializó en la atención de pacientes de alto riesgo motivada por la experiencia que tuvo con su madre, quien falleció cuando ella era una adolescente y su hermana una niña que apenas tenía capacidad para comprender la triste realidad que las golpeó al quedar solas.
La familia de su madre no las quería, y ni hablar de la de su padre, que estando su mamá viva les hicieron la vida imposible, todo porque deseaban que su padre las abandonara y ellos quedarse con los pocos bienes que él había logrado juntar. Lograron su objetivo, al punto de alejarlos cada vez más, hasta que su madre consiguió a su padre con una mujer saliendo de un edificio que para ese entonces, Fabiana no entendía que era. Años después, es que supo que era un motel, el lugar donde su padre le era infiel con la mujer que después se convirtió en su señora, de hecho, pero no legalmente, ya que él era casado con su madre y nunca solicitó el divorcio. Tampoco era que tuviera dinero para contratar los servicios de un abogado. Lo cierto es que prefirió abandonarlas a su suerte y vivir su nueva vida.
Una de las cosas por la que la familia de su padre odiaba a su madre, es por haberla traído al mundo. Le reclamaban porque en su familia ninguno tenía la condición de Fabiana, y por tal razón señalaban que el mal debía venir del lado de la familia de su madre. Era una guerra constante hasta que la madre de Fabiana decidió alejarse de todo ese ambiente y comenzar con sus hijas desde cero en la capital. Le costó mucho, tanto que terminó enferma de un cáncer uterino, el cual tres años después le quitara la vida. Fabiana intentó por todos los medios ayudar a su mamá, pero como no tenía recursos económicos ni el conocimiento. Vio marchitarse la vida de su madre sin poder hacer más nada que aceptar que su deber era continuar con Fiorella sola en la vida.
Y así han permanecido por doce años, solas luchando para no dejarse vencer. Fabiana asumió una maternidad que no le correspondía y Fiorella se agarró de su hermana mayor como lo hace un hijo de la persona que más ama, una madre. Así la ve Fiorella hoy en día. Pese a ser mucho más alta que Fabiana, Fiorella la respeta y admira. A todo el que puede, le dice con orgullo que tiene una madre aguerrida, con un corazón enorme dentro de ese pequeño cuerpo que solo es un caparazón que esconde la gran mujer que hay dentro de él.
Fabiana a sus veinticuatro años, es una chica que tiene una estatura bastante baja, padece de una condición que afecta al desarrollo de las piernas y algunas otras partes de su cuerpo como los brazos, es lo que se llama de talla baja, piel blanca, ojos negros, cabello castaño claro largo, de contextura rellena por su condición física; cualidades estas que enaltece con la personalidad que se gasta pues, es totalmente desinhibida, colaboradora, empática al punto de anteponer las necesidades de otros a las propias, cariñosa, justa, trabajadora, amante de las cosas bien hechas, risueña, ocurrente. Gracias a eso se ha ganado el aprecio de doctores y pacientes en los lugares a los que ha sido traslada.
—Permiso —Se anuncia al llegar a la puerta de la sala de juntas, donde tocó la puerta, luego la abrió lentamente y asomó la cabeza, para encontrarse con la jefa de enfermeras y el director del centro de salud. En seguida el corazón comenzó a palpitarle con rapidez por la incertidumbre. Nunca el director de ninguno de los centros de salud donde ha estado la había llamado para hablar.
—Adelante Licenciada Madriz —Le autoriza el Doctor Méndez.
Haciendo caso pasó y después de cerrar la puerta caminó hasta quedar parada en frente de la mesa donde ambos permanecen. Aguardó en silencio a la espera de que dijeran lo que fuera los mantiene tensos.
—Licenciada —Esta vez habla la jefa de enfermeras—. La hemos llamado porque tenemos una paciente que está bastante grave y requiere atención exclusiva en el centro de salud. Prestarás servicio también en el área de oncología de adultos a partir de ahora, pero solo para la atención de esta paciente.
—En una hora llega la paciente Arianna de Useche, es esposa de un eminente abogado, es el asesor del centro de salud. Nos pidió atención especial para su esposa y como estamos en el deber de prestarle la colaboración, decidimos asignarla a usted a la atención exclusiva de este caso —Le informa el Director.
—¿Y Nina? ¿Quién la atenderá? ¿La señora estará internada? —Pregunta Fabiana con Nina en el pensamiento.
—No, por ahora solo vendrá a recibir tratamientos tres días a la semana, y usted será la encargada de llevar el control de la medicación de la señora Useche, los días que ella no asistía o las horas antes y después de que la señora Useche no esté aquí, usted puede dedicarse a su paciente actual. Durante las horas de atenciones exclusiva, dispondremos a una de las enfermeras de planta para que la sustituya con Nina durante el período de ausencia —Le explica la jefa de enfermera—. Espero que siga manteniendo la misma diligencia con la que ha venido desenvolviéndose en estos años.
—Licenciada Madriz, ponemos en sus manos el cuidado de una paciente super especial. Aquí tiene el historial clínico de la señora Useche, y tenga además las llaves del lockers donde ya le ha sido asignado el lote de medicamentos para las primeras sesiones, nos reuniremos al final de cada sesión para que me informe sobre el procedimiento, pues debemos darle un reporte a su esposo —Explica el director.
—Bueno Licenciada Madriz, por ahora es todo, esperamos no tenga inconveniente alguno en esta nueva misión —Le desea la jefa de enfermeras.
—Gracias —Les responde Fabiana algo apenada consigo misma por haber pensado mal con este llamado, incluso al ver que el mismo venía nada más que del director del centro de salud.
A medida que fue avanzando por el pasillo de regreso al área de cuidados intensivos pediátrico, soltó la respiración. Solo hasta ahora se da cuenta que inconscientemente la estuvo conteniendo ante la tensión que le produjo ese llamado tan intempestivo.
—¿Qué sucedió? —Le pregunta Aura, una de las enfermeras que está en esa área.
—Atención exclusiva —Responde torciendo el labio—. Me acaban de asignar un paciente exclusivo.
—Un paciente con influencias, me imagino —Interviene Josephine que se encuentra sentada en una silla puesta entre su paciente y el de Fabiana, cuidando ambos tratamientos.
—Si supieran, dizque la esposa del abogado que asesora al centro de salud —Les informa Fabiana acercándose a Nina.
—Imagínate, Ay Fabi, debes tener cuidado de no cometer un error con esa señora —Le dice Aura—, si es la esposa del abogado debe tener dinero y esas siempre son caprichosas.
—Espero que no, es una paciente oncológico, por lo general esa enfermedad golpea a las personas y al que es altivo los baja a su nivel más bajo, si no son humildes la enfermedad no les da oportunidad de ser caprichosos, por lo que entendí está mal —Aduce Fabiana recordando que en su mano trae el historial clínico, lo abre y le da una ojeada veloz en los espacios que ya se conoce de memoria donde colocan el diagnostico—. Efectivamente tiene un cáncer de tercer grado, dudo que tenga fuerzas para encapricharse cuando en sí lo que necesita es recuperarse. Bueno me voy.
—¿Y Nina? —Le pregunta Josephine.
—Me informaron que durante el rato que yo no esté me sustituirá otra, supongo que la jefa de enfermeras debe venir por ahí —Aduce fabiana y cuando voltea con intenciones de salir tropieza con la jefa de enfermeras—. ¡Ay, disculpe!
—Su paciente acaba de llegar, tengo entendido que está en el estacionamiento, apresúrese para que la vea en su lugar al llegar al área de tratamientos —Le exige la jefa de enfermeras.
Y así, sin mirar atrás, Fabiana se encamina apresurada por el pasillo hacia el ala sur del centro de salud a ponerse al servicio de su primer paciente exclusivo.