—¡No! —exclamó Soledad, rompió de improviso el beso, se alejó de Cris—, un hombre como usted no puede haberse fijado en alguien como yo, es una locura. —Se levantó y negó con la cabeza. Cris parpadeó aturdido, la miró confundido, se puso de pie. —¿Un hombre cómo yo? —preguntó. —Sí, ¿no se ha visto en un espejo? —cuestionó—, dice que viene desde abajo, que es humilde, pero su presencia no es precisamente de un hombre sencillo, su cabello es tan rubio como el sol, tiene los ojos azules como el cielo, su piel es tan clara como la nieve, la gente de mi comuna no es así. Christopher se aclaró la garganta, entrecerró los ojos. —Parece que describieras a un príncipe de los cuentos. —Sonrió—. La apariencia física no tiene nada que ver con ser humilde o no, mi mamá verdadera era muy pobre