Apenas llevaba dos días Thomas fuera de la ciudad y Mary Anne ya lo extrañaba. Se censuraba a sí misma por aquello, no podía tener sentimientos románticos por un hombre al que apenas conocía, pero lo cierto era que sí los sentía, sus detalles, su mirada llena de sinceridad y ternura, sus manos fuertes que la hacían sentirse protegida cada vez que tomaba su rostro o la abrazaba a su cuerpo. Sus dedos producían en ella cosas que jamás había sentido. Podía ver la enorme diferencia entre un verdadero hombre y Edward, su exnovio. Thomas era atento, cariñoso, protector; en cambio Edward era frío, déspota y celoso, muy celoso, claro que a él no le importaba irse con cualquier mujerzuela del pueblo, a vista y paciencia de todos. Mary Anne se dio cuenta de que ella siempre fue la comidilla de la co
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