Sentí aquella vez mucha vergüenza ante un hombre por primera vez, así que, corriendo fui hasta el bastidor y ahí vi la bata. Que tonta fui la verdad. Le pedí disculpas y él con mucha dulzura me dijo que no me preocupara porque de todas maneras era doctor. Luego, él con mucha amabilidad me hizo el eco y luego la consulta ginecológica. Me sentí tan bien con él porque con mucho profesionalismo y dulzura me explicaba todo. Me sentí como un ser humano otra vez aquel día con el doctor por primera vez en diez años. Quería llorar y decirle que me ayudara, pero afuera estaba Lukas y después le diría a Vladik y él doctorcito estaría en problemas. Así que, mejor me quedé callada.
—Lo importante es que no estás embarazada Laura y no tienes que hacerte un aborto querida paciente. Quédate tranquila. Recuerda que el tiempo de Dios es perfecto y ahora no es el tiempo que tengas bebés.
Yo le dije a él que cualquier cosa me haría un aborto. Entonces, luego de la consulta, la enfermera del doctor Antonio me dijo el precio el cual eran 600 libras.
—¿600 libras?
—Si señorita, trescientos el ecosonograma y trescientos la consulta.
Uy, yo solo tenía las doscientas libras que me prestó Lukas. Yo la verdad me puse muy nerviosa, estaba a punto de decirle al doctorcito Antonio en privado que si no quería una mamada por los otros cuatrocientos que faltaban, pero para mi sorpresa el doctor fue hasta donde la enfermera y le dijo que la consulta conmigo sería gratis. A lo mejor me vio muy angustiada desde lejos al momento de pagar y la verdad su voz, su dulzura y su modo de ser me tranquilizó mucho. Nunca había visto un tipo de hombre así como él: guapo, decente y humano.
—Guarda tus doscientas libras y cómprate un dulce por el susto de creer que estabas embarazada. Puedes… venir cuando quieras.
—¡Gracias doctor, yo… vendré pronto a hacerle un regalo!—Fue lo que le dije de la emoción.
Así que, días después me escapé de nuevo diciéndole a Lukas que me llevara de nuevo a ese consultorio y en el camino le compré una cesta de frutas al doctor. Le robé a Vladik 50 libras y con eso pude hacerle un regalo de agradecimiento. Después de eso, pasó año y medio o dos años ya ni sé y nunca lo pude sacar de mi mente. Es por eso, que ahora al verlo defenderme de esta bruja me llena de mucho regocijo.
Tiempo actual…
—¿Laura quieres venir a trabajar en mi apartamento?
Me pregunta el doctorcito mirándome con su mirada tierna con sus lindos ojos verdes que en verdad contrastan con su piel de ligero tono canela. No como yo que soy toda blancuzca y paliducha. Así que, yo con los ojos llenos de lágrimas porque no esperé esta ayuda de él le contesto acercándome a él:
—¡Claro que sí doctorcito, me voy con usted!
—Bueno, entonces… toma tus cosas y vámonos. Para que… conozcas a donde vivo.
Me siento profundamente agradecida cuando el doctor Antonio me ofrece trabajar en su casa. Su generosidad y apoyo significan el mundo para mí en este momento de dificultad. Sé que no debo ser tan confiada por tanta maldad que me ha pasado, pero… la verdad no sé que me pasa con el doctor, siento una paz al estar cerca de él. En sus ojos se ve que no es mala persona. También, la oportunidad de tener un empleo seguro y estar con él que se ve bondadoso me llena de esperanza.
Saber que puedo contar con el doctor Antonio es como un rayo de luz en medio de la oscuridad y estoy lista para dar lo mejor de mí en mi nuevo trabajo. Por suerte desde que tenía como siete años mi mamá me enseñó a cocinar y a hacer las labores del hogar. Así que, le haré un buen trabajo al doctor. Pero una vez más, la bruja de Yolanda le empezó a decir cosas.
—Joven, Antonio, piénselo bien por favor. No conoce a esta muchacha. ¡Investíguela primero antes de meterla a su apartamento!
No quería que el doctor desconfiara de mí así que, acostumbrada a no tener dignidad me arrodillé ante él con mis manos en posición de ruego, y luego, le halé un poco de su pantalón.
—¡Doctorcito confíe en mí. Yo… yo le prometo que buscaré mi identificación en la embajada de Polonia, soy de allá!
Enseguida, el doctor me cogió de los brazos y levantándome me dijo:
—Laura levántate por favor. No te arrodilles ante nadie jamás. Al único que nos tenemos que humillar es ante nuestro creador.
Ay, si el doctorcito supiera que llevo una década arrodillándome haciendo de todo. Así que, me levantó y me miró con esa bondad que impacta hasta lo más profundo de mi ser.
—No llores, te iras conmigo a mi apartamento.
—¡Señor, piénselo bien!—exclamó de nuevo la bruja de la Yolanda, ya me cae super mal.
Luego, el doctor apartó su mirada de mí y miró a Yolanda con algo de enojo y le dijo:
—Tu tampoco la conocías y la trajiste a este hogar, eso significa que si confiaste un poco en ella. Además, si conozco a Laura, ella fue mi paciente. Jamás la he olvidado.
Enseguida, yo le contesté con mis ojos algo llorosos:
—Yo tampoco doctor, nunca lo he olvidado.
Él me miró fijo y me dijo:
—Qué bueno, que… no me hayas olvidado. Entonces, recoge tus cosas y vámonos.
Yo con los ojos lagrimosos, este momento le agradezco de corazón al doctor Antonio por aceptarme trabajar en su casa. Sabiendo que puedo acompañarlo, acepto con gratitud la oportunidad. Creo que…una nueva etapa comienza y estoy emocionada por lo que el futuro nos depara juntos.
Punto de vista de Antonio
Aunque sabía que era un peligro, acepté que Laura se fuera conmigo. Era consciente de las tentaciones que podría representar, sabiendo que mi resistencia podría flaquear ante su presencia porque llevo grabado cada centímetro de su cuerpo en mi mente. Sin embargo, decidí tomar el riesgo, confiando en mi capacidad de mantener una relación basada en el respeto y en mi fe respetándola como mujer, porque no quiero abusar porque sé ella está en aprietos.
Mi señor sabe que asumí la responsabilidad de cuidar de ella y protegerla solo porque es mi prójimo y debo ayudarla. Decido desde ahora mismo a no sucumbir a ninguna tentación carnal y brindar mi apoyo en su momento de necesidad. Pero… siento un cálido calor en mi cuerpo cuando Laura me mira con esa sonrisa y suavemente toca mis manos. Mi corazón se acelera y una mezcla de emociones se agita en mi interior. A pesar de los riesgos con mi fe, la conexión que compartimos me hace experimentar una proximidad que despierta mis deseos más carnales.
—Doctorcito muchas gracias por ayudarme, ya voy a buscar mis cosas igual no es mucha, es solo una pequeña bolsita. No me tardo.
¡Oh, Dios mío esa palabra de nuevo! Pero… sé que debo contenerme lo suficiente para poder resistirla, rezaré con mi rosario esta noche cuando esté en casa para que se apague esto que siento. Espero pacientemente a Laura mientras Yolanda, con un rostro arrepentido, me pide perdón y me ruega que no revele ante mis padres su comportamiento hacia ella.
—¡Señor, yo solo hago mi trabajo, entiéndame, no le diga nada su padre Henry, mire que me ha costado mucho ganarme su confianza!
Obviamente, que yo no soy nadie para juzgar así que le digo a Yolanda que no se preocupe que no diré nada.
—¡Muchas gracias, joven Antonio, entienda que solo quiero protegerlos a todos ustedes que los conozco desde que eran unos niños!
Finalmente, mi atención hacia Yolanda se disipa porque Laura llega con su pequeña bolsa y una pequeña sonrisa. No lo sé pero mi corazón late de emoción al saber que… ahora trabajará conmigo solo porque… quiero ayudarla.
—Listo doctorcito, esto es todo lo que traje.
—Bueno, vamos hacia mi auto.
—Si mi doctorcito.
Camino junto con ella hacía donde estacioné mi auto y…creo que ahora, mis planes para el retiro espiritual el cual era para olvidarla a ella se esfumaron.
Mientras tanto, en algún lugar de Londres…
—¡Busquen a la zorra maldita de Kassandra y tráiganla viva. Porque es obvio que entre Goliat y yo la mataremos!
—Señor Vladik, no hable mucho mire que se le está cayendo el vendaje de la cara.
—¡Si, porque lo pusiste mal imbécil! ¡amarralo bien, tu sabes que no puedo ir al hospital!