Cuando escuché lo que salió de su boca, sentí como si una piedra atravesara un cristal imaginario y lo destrozara en miles de pedazos, me costó reaccionar, en todo el escenario que construí en mi cabeza, eso fue lo menos que imaginé que llegaría a pasar.
― Señorita Claus, ¿me escuchó?
Dejé de percibir el sonido, simplemente me centré en los movimientos de sus labios, entré en una especie de trance inexplicable. Ahora que lo pienso, debí haberme visto muy estúpida en ese momento.
― Su, su, ¿auxiliar?, ¿yo?, ¿por qué yo? ― imposible disimular mi desconcierto.
― La respuesta a eso es muy sencilla ― Elegantemente se levantó y caminó hasta el pequeño escritorio frente a nosotros, se recostó cruzando un pie por encima de otro, apoyó ambos brazos sobre la tabla y desde allí me miró cálidamente.
― Verás, es mi costumbre desde que soy profesor elegir a un auxiliar, como apoyo para llevar el control del progreso de los alumnos y también como soporte para mí. Entonces, desde que ingresé a esta universidad evalué posibles candidatos para ese puesto y, casualmente, usted destacó entre todos ellos.
― Disculpe, pero estoy segura que hay otros compañeros más idóneos para ese puesto. ― Las manos me sudaban.
― No se subestime señorita Claus ― Nuevamente se acercó a mí, esta vez, se inclinó y me sujetó delicadamente del mentón, lo que me obligó a mirar directamente a sus profundos ojos verdosos ― Piénselo, no es necesario que me responda inmediatamente, pero, tenga en cuenta que me haría muy feliz si decidiera aceptar.
Electricidad pura, empezó a recorrer mi cuerpo, sentí claramente como cada vello, cada fibra de mi piel se erizó con esas palabras. Mis piernas seguían temblando como gelatina, mi respiración se entrecortó como si el oxígeno no fuera capaz de llegar a mis pulmones y un calor novedoso surgió en mi intimidad.
― Entonces, ¿qué me dice?, ¿lo pensará? ― Tragué grueso, queriendo mantener la compostura y disimular todo lo que me sucedía.
― Esta bien ― la voz me temblaba ― lo pensaré. Para la próxima clase, le tendré una respuesta.
― Estupendo. Aunque admito, que me gustaría fuera un poco antes, pero no voy a presionarla.
― Entiendo. Ahora si me disculpa, tengo que ir a mi siguiente materia.
Lo único que pasaba por mis pensamientos en ese instante, era la súplica interna que repetía incesantemente para reunir la fuerza suficiente y salir caminando de allí como si nada estuviera sucediendo. Rezaba, porque ese hombre no se diera cuenta del estado en que su cercanía me dejó. Con falsa seguridad, me levanté del asiento, me despedí cordialmente y salí de ese lugar prácticamente huyendo ― ¿Cómo se supone que trabajaré a su lado? ― esa era la pregunta del millón.
Evidentemente el resto del día fue imposible que mantuviera la concentración en otro tema, estuve totalmente ida durante las clases siguientes, parecía un cascaron vacío sentado en un pupitre lejano. ― ¿En verdad soy la mejor opción?, ¿qué quiere decir con eso de que lo haría muy feliz?, ¿me estoy ahogando en un vaso de agua? ― no pude sacar esas preguntas de mi cabeza.
Después de culminada la última materia, me fui del salón con la mente hecha un nido, caminé por los pasillos abrazada a mis libros de algebra e infraestructura como único apoyo moral para mis problemas. Justo antes de llegar a la salida del campus, a lo lejos, lo vi hablando bastante animado con un grupo de alumnas.
Desde donde estaba, se veía lleno de encanto, seguro de sí mismo con esa enorme masculinidad que hipnotizaba a todos a su alrededor. Parecía ser atento con ellas, al tiempo que dejaba que lo fueran con él. Sentí una punzada en el estómago, viendo como les sonreía ― ¿Qué me pasa? ―
Mirando su interacción con ellas, entendí, que había estado sobre pensando en exceso, que las atenciones que tuvo conmigo, pudo haberlas tenido con cualquiera de mis compañeras, porque es un hombre caballeroso y educado. Que todas las confusiones que experimenté, provenían de mi incapacidad de distinguir amabilidad con coqueto, algo, que en la actualidad es bastante común.
Aceptar esa explicación racional, fue doloroso, incluso me sentí triste, después de todo, había pasado los últimos días creyendo que era una mujer especial para él, cuando, al final, todo estuvo siempre en mi cabeza y fueron espejismos de mi nutrida imaginación. Sin embargo, no dejaba de oír una vocecita en mi interior que gritaba que esas eran tonterías y alimentaba mi esperanza de en efecto ser más que una alumna para él. Obviamente, escogí ignorarla.
De pronto, como si supiera que los estaba observando, Abraham volteó en mi dirección y sonrió. Quise disimular, virando la vista, pero fue inútil, supo desde el inicio que lo miraba. Cordialmente se despidió de las muchachas y caminó hacia mí, viéndome fijamente.
― Señorita Claus, ¿ya se va a casa?
― Si profesor, hasta luego.
― Espere un momento, ¿tiene como irse? Yo puedo llevarla sin problema.
― No se preocupe, debo hacer algo importante.
Su caballerosidad me abrumaba al mismo tiempo que me encantaba, mas, sus gestos me parecían imprudentes en la universidad, me preocupaban las malas interpretaciones. Quizás, mis especulaciones eran demasiado alarmistas y machistas, además ya había llegado a la conclusión que esa era su forma de ser. Después de todo, que una persona se preocupe por ti, no necesariamente quiere decir que tenga un interés romántico en ti, ¿o sí?
― Entiendo, entonces espero que le vaya muy bien y cuídese al cruzar las calles. ― Sonreí algo avergonzada.
― Así lo hare, no se preocupe.
― Recuerde pensar en mi propuesta. Estoy ansioso de poder trabajar con usted. ― Respiré hondo, ignorando el ya recurrente escalofrío y seguí de largo, pues, si me quedaba un segundo más, aceptaría su propuesta sin pensar en nada, por el simple hecho de complacerlo y verlo sonreír…
En casa, después de la cena, me encerré en mi habitación a escuchar música a muy alto volumen en los auriculares, en primer lugar, para evitar oír a mis padres, pero, en segundo, también para pensar tranquilamente en lo que había sido ese día.
― ¿Ser su auxiliar de clases o no ser su auxiliar de clases?, Por un lado, es verdad que es una gran oportunidad de tener créditos extras, me ayudarían mucho en mis aspiraciones, pero, por el otro, tendría que pasar mucho tiempo a solas con Abraham preparando las clases y corrigiendo evaluaciones, cosa que no estoy segura sea buena idea ― Grité contra la almohada ― ¿Qué voy a hacer? ― pataleé sobre la cama, revolviendo todas las sabanas.
― Es obvio que ese hombre me gustó desde el primer momento en que lo vi, también es un hecho que nada sucederá entre nosotros. Lo más probable es que sus atenciones conmigo sean porque le soy tierna y le recuerdo a alguna hermana menor. Ahora que lo pienso, pese a la intensidad de su mirada no parece verme con otras intenciones, todo lo demás ha estado siempre en mi cabeza ― me senté de respingón.
― Ser su asistente, me dará la excusa para verlo siempre, admirarlo desde lejos y ser parte de su día a día. Además, a quien quiero engañar, me muero por hacerlo.