Me tomé muy en serio el asunto con Edith. Me había acostado con ella, y tenía la amarga sensación de que la había forzado un poco. Aunque tal vez “forzar” sea una palabra muy dura. Tal vez lo más apropiado sea decir que convencí a Edith con trucos poco éticos. Eso me tenía mal. Quería resolver esto lo antes posible. Intenté llamarla por teléfono apenas me levanté, pero no respondió. Tal vez ella también había analizado la situación, y ahora estaba enojada conmigo. Fui en taxi hasta la universidad, porque cuando estaba caminando hacia el garaje mi madre me miró de forma extraña, como si me estuviera reprochando que últimamente usaba mucho el auto. Al llegar, llamé por teléfono a Edith, por suerte esta vez contestó al primer timbrazo. Le dije que tenía que hablar con ella, urgente, y le p