La seguí por los pasillos de la Universidad sin saber que me estaba adentrando en un camino sin retorno, ya no habría vuelta atrás y de no haberla seguido mi vida, probablemente, hubiera sido muy diferente. No presté atención al recorrido, me limité a caminar detrás de ella, ni siquiera sabía en qué sector nos encontrábamos. Estaba nerviosa por tanto secretismo ¿no podíamos sentarnos en cualquier banco a conversar? Aparentemente no, ya que ella no se detuvo a pesar de que pasamos por varios sitios muy buenos para sentarse. No sentía miedo, sólo curiosidad. Confiaba en Tatiana ya que habíamos sido compañeras universitarias durante tres años y en más de una ocasión habíamos hecho trabajos prácticos en grupo. Sabía que ella era una chica muy bondadosa y sumamente generosa. Cuando ella dejó d