A su regreso noté a Lara más jovial que de costumbre, cuando le pregunté por qué estaba así se limitó a decirme que mi visita la había puesto muy feliz; tragué saliva y le confesé que a mí también me agradaba mucho pasar el tiempo con ella. Nos dirigimos nuevamente hacia su cuarto, me informó que tenía algo importante que decirme y yo, con los nervios amenazando mi integridad psicológica, la acompañé. Nos sentamos al borde de la cama, no pude dejar de notar que ella cerró la puerta al entrar. ―No sé si te lo dije antes; pero quiero que lo sepas ―mientras hablaba me tomó de las manos, las suyas estaban frías como la porcelana―. Vos sos mi mejor amiga, Marcela, y no lo digo porque no tenga amigas, podría tener miles y vos seguirías siendo la más importante de todas. Vos fuiste la primera en