2. Mis diecisiete

1820 Words
[Hassim Haram] Hay un dicho que me dijo mi amigo Armando: “No hay fecha que no se cumpla ni hora que no se llegue” y la hora de la fiesta de mi cumpleaños se ha llegado. Toda una gran colección de auto de lujo en el jardín frontal de la mansión Haram junto al desfile de personalidades de todo tipo, políticos, jeques, empresarios y demás, todos llegan con regalos ostentosos. De manera irónica el más emocionado con esta fiesta es mi hermano al ver todos los regalos que estoy recibiendo mientras no para de decirme que espera que su próxima fiesta de cumpleaños sea al menos la mitad de grandiosa que la mía, no puedo evitar poner los ojos en blanco. Reconozco a aquel hombre que una vez vi discutiendo con mi padre en el comedor de la casa. Se acerca caminando hasta donde estoy, no aparta la vista de mí. Siento la presencia de mi padre a mi lado. Aquel hombre de unos cincuenta años muy bien conservado, una barba perfectamente cuidada y muy bien vestido se acerca saludando con un abrazo afectuoso a mi padre. —¿Dónde se encuentra el próximo heredero de la familia Haram? —pregunta como si no supiera. Agudizo la mirada puesto que es obvio que si ha venido a la fiesta sabe que soy yo quien está cumpliendo años. Papá se limita a apuntarme con la mirada. El hombre me saluda con un abrazo, felicitándome por mi día. —Hassim, él es Omar Khan uno de los empresarios emergentes de Abu Dabi más exitosos de la actualidad, propietario de la naviera Khan Marine Corp, Khan… él es mi hijo Hassim Haram, próximo heredero de la familia y cabeza de mi empresa petrolera. —Un gusto, Hassim, tu padre y yo hemos platicado sobre algunos planes que pueden beneficiarnos a ambas familias, espero que el día de mañana podamos reunirnos los tres para tratar este tema, podríamos triplicar la fortuna de nuestras familias. Mi padre carraspea. —Ese tema lo trataremos en otro momento Khan, no creo que un invitado deba acaparar la atención de mi hijo por demasiado tiempo, hoy es su fiesta de cumpleaños —mi padre analiza con la mirada al señor Khan —también creo que es falta de respeto presentarse sin ningún presente. Aunque parezca ruda la actitud de mi padre, no me sorprende tanto como le sorprende al señor Khan escucharlo, es normal de mi padre ser altanero frente a las personas que considera son inferiores a él. Sin embargo, el señor Khan se limita a sonreír sin desaparecer el entusiasmo de su rostro. —Lo sé Samir, hoy sólo vine a conocer a tu hijo, pero estoy seguro que el obsequio de cumpleaños que tengo preparado para ti Hassim es mucho más valioso que cualquiera de los regalos que recibas hoy —él hombre le guiña un ojo a mi padre esbozando una sonrisa traviesa, frunzo el ceño, no entiendo nada de lo que dicen pues pareciera que hablan entre sí en forma de clave, sólo ellos se entienden y eso me genera demasiada intriga. Mi padre le corresponde con la misma sonrisa. —Ya entendí mi amigo, estoy seguro que será del agrado de mi hijo —el señor Khan se despide de mi con una palmada en el hombro y con mi padre con un gran abrazo mientras dice que lo considera como si fuéremos familia, me han desconcertado, escuchar eso de mi padre es realmente raro. La fiesta da inicio, vemos como los artistas contratados para encargarse del entretenimiento comienzan el mientras que algunos invitados se acercan a mí para presentarse. Esta noche he conocido muchas personas que tienen interés con la empresa de mi padre ya que es una de las más cotizadas de los países de oriente y al estar él a punto de retirarse eso me convierte ahora en el blanco perfecto de los que buscan hacer negocios con la petrolera de la familia. Mi padre siempre ha sido muy precavido, todas las inversiones que hace siempre son seguras para no tener pérdidas, él espera mucho de mí, desde niño tuve una educación especial, una agenda llena de clases de inversiones, estadística y administración por ello es que soy tan bueno con los números. Nos sentamos todos alrededor de la mesa principal, en este tipo de fiestas sólo somos hombres, no hay mujeres por lo que me siento algo cómodo en este ambiente. Para mi sorpresa dos empleados instalan rápidamente un proyector donde se pueden ver fotografías de mujeres jóvenes, en cada una de ellas se puede ver la leyenda del apellido familiar al que pertenecen. —Cada una de estas jovencitas, ésta preparada para cuidar de un hombre como tú, ahora son las opciones que tengo para elegir a la adecuada para ti Hassim —dice mi padre acercando su rostro a mi oído. Frunzo el ceño, no conozco a ninguna de ellas. Ninguna ha llamado mi atención. —¿Por qué no puedo elegir yo a mi esposa, Padre? —pregunto sin si quiera pensar en mi error. —Es costumbre que familias poderosas concreten matrimonios entre sí, ya lo deberías saber hijo, son las tradiciones de nuestro país, cada una de ellas ha sido educada para formar un hogar, cuando cumplas veintiún años estarás listo para contraer matrimonio y ser el nuevo sucesor del negocio familiar. De pronto siento un vacío en mi interior, nunca he pensado en matrimonio, no quiero casarme con alguien que no conozca, que tal si no hay una conexión entre los dos. Mi estomago se revuelve con tan solo pensarlo. Pero también sé que no tengo muchas alternativas si me opongo, las costumbres de mi país son muy arraigadas. Suspiro abatido. Muchas ideas pasan por mi mente deseando que esta noche termine pronto. Cientos de preguntas recorren mi cerebro No me siento contento de cómo es la vida Emiratí. Me pregunto si acaso mi padre alguna vez también sintió este temor que siento ahora, si alguna vez quiso huir de las tradiciones familiares, sé que nunca lo dirá. —Padre, con todo respeto, quisiera retirarme a mis aposentos, estoy agotado —me disculpo esperando que me de el permiso para irme a mi habitación. Al parecer esta de buen humor. Fija su mirada en mí. —Bien, pero aún falta un regalo por recibir, aún no me has dicho que es lo que deseas que yo te obsequié. Es verdad, no le he dicho que es lo que decidí que quiero como regalo de su parte, pero no puedo decírselo frente a nuestros invitados, tendrá que ser en privado porque existe la posibilidad de que no me lo conceda, sin embargo, quiero arriesgarme a pedirlo. —Padre, lo que más deseo es que me cumplas un pequeño capricho que tengo desde hace varios años —mi padre me mira con profunda intriga, sonrío levemente. —Dime que es y haré todo lo posible por cumplirlo —agrega. Niego. —No ahora, podríamos hablar sobre esto mañana por la mañana, quisiera que fuera en privado. —Está bien, puedes retirarte, descansa hijo mío. Asiento, dándole un beso en la mejilla. Cuando llego a mi habitación lo primero que veo es una caja pequeña y sencilla sobre mi mesita de estudio, alzo una ceja al descubrir una tarjeta a lado de ella. La tomo en mis manos, la observo. “Espero hayas pasado un feliz cumpleaños Hassim Haram, olvidaste decirme que es lo que deseabas de cumpleaños de mi parte, al no saberlo, esto fue lo único que pude darte, es sencillo, pero tiene mucho valor sentimental para mí, espero te haga feliz tanto como un día me hizo feliz a mí” Sin dudarlo abrí de inmediato aquella cajita. En el interior se encontraba un antiguo pasaporte con el emblema de un país que reconocí de inmediato. No sé porque mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Una felicidad inexplicable me embargó por completo. Al hojear las primeras páginas del pasaporte salieron fotos de lugares que conocía, algunos por fotografías, lugares llenos de magia más que de lujo, tan sencillos, pero tan especiales. De las páginas finales cayó una hoja blanca doblada en cuatro. La recogí del suelo desdoblándola. Era una carta de Armando. “Espero algún día volver a encontrarte en el camino de la vida”. Mis manos temblaron al igual que mi labio. Mis ojos volvieron a llenarse de lágrimas. Un vacío en mi interior apareció. Dejé el pasaporte y la cajita sobre mi cama. Corrí lo más rápido que pude hasta la cocina. Cuando llegué allí pregunté por él. Volteé a todos lados, pero no lo veía, mi desesperación se acrecentó. Los cocineros se miraban unos a otros, pero no decían nada. Hasta que al ver mi cara de súplica uno de ellos al fin me explicó que Armando había renunciado que hoy era su último día de trabajo, pero ya no se presentó. —No puedo creerlo… —murmuré pensando en las razones que él tendría para irse de esta manera tan repentina. Él no era así, debió tener una muy buena razón para hacerlo. No lo entendía, en muchas ocasiones él me hizo saber que estaba más que feliz siendo chef en nuestra casa. ¿Por qué se fue de esta manera? ¡No! Me negaba a aceptarlo. Lleve mis manos al cabello sacudiéndolo con frustración. Los demás cocineros me veían con lástima, ellos sabían lo mucho que le apreciaba a mi amigo. No pude soportar más esas miradas. Regresé corriendo a mi habitación. Sentía demasiada impotencia. La tristeza invadió mi corazón, lloré intensamente hundiendo mi rostro en una de las almohadas. Pensé que Armando y yo éramos amigos. No comprendía que fue lo que paso para que él se hubiera ido, me había abandonado. Recordé como nos hicimos amigos, todo lo que aprendí de su cultura, de sus comidas, de su vida. Sentía como si hubiera perdido a un ser muy querido, a alguien de mi familia. No sé en qué momento el cansancio y la resignación me venció. Los primeros rayos del sol de la mañana entraron por la ventana chocando con mi rostro, me volteé al otro lado de la cama tratando de escapar de ellos, no quería ni levantarme, no tenía ánimo de nada. El sonido fuerte del golpeteo en la puerta hizo que me levantará, era una orden que no podía rechazar, al abrir la puerta mi padre estaba frente a mí. —Te espero en diez minutos en mi estudio, báñate y cámbiate rápido, no me hagas esperar —su voz era gruesa y seca, ya no parecía el mismo hombre amable y agradable de ayer en mi festejo, había regresado a ser el hombre serio que siempre era. Apenas dijo esa oración, se alejó caminando por el pasillo en dirección a la primera planta de la mansión.
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