1. La vida nunca fue fácil

1481 Words
[Hassim Haram] Estaba confundido. Me levanté temprano de mis aposentos por la mañana para caminar un poco y despejarme de todo lo que estuve pensando la noche anterior. Mientras paseo por el jardín principal de los terrenos de los aposentos de mis padres, no puedo imaginar cómo es que la vida tiene un humor retorcido, como es que se pueden llegar a tener tantas cosas, tanto lujo, apenas trabajando por ellas. Mis padres heredaron una fortuna incalculable al tener propiedades y terrenos en el Golfo Pérsico los cuales explotan obteniendo enormes cantidades de petróleo al día, esa es la principal fuente de ingresos de la familia Haram. En mi vida, no estoy conforme con las cosas que poseo tengo un sin número de objetos costosos que no me dan alegría, sin embargo, a pesar de mis intentos, aún siento ese vacío. A veces pienso que a mi corta edad tal vez algo pasa conmigo, pero es que siento que estoy cansado de tener tantos lujos, suena loco, lo sé, pero es la verdad. Me dirijo a la enorme puerta de roble de gran tamaño con intención de dirigirme a la cocina, pero el ama de llaves me pregunta que es lo que deseo desayunar, pongo los ojos en blanco y le contesto que por hoy me gustaría preparar mi propio desayuno. Ella abre los ojos con sorpresa. No hago caso, sigo caminando. Entro a la cocina la cual a pesar de su enorme tamaño esta llena de personas caminando de un lado al otro tan deprisa como pueden, miro mi reloj, la razón ya la sé, en veinte minutos mis padres bajarán a desayunar. Mi madre siempre ha sido una persona muy estricta a la cual le encantan los lujos. Combina esos dos aspectos en una mujer que contrató cerca de doce cocineros de diferentes nacionalidades para que le preparen toda clase de antojos y caprichos. Por mi parte siempre me ha llamado la atención la cocina, aunque casi no puedo practicar este pasatiempo por que aquí en casa nadie me deja hacer nada, siempre quieren hacer todo por mí. He intentado aprender todo lo que puedo de cada uno de los chefs que mi madre ha traído desde los lugares más remotos. Fijo la mirada en Armando Salazar, me mira y saluda alzando la barbilla con una sonrisa, le saludo alzando la mano con familiaridad. Él es un cocinero muy experimentado, ha trabajado en todo tipo de restaurantes en el mundo, ha viajado y vivido yo creo que más de diez vidas juntas. Es el único de todos los cocineros con él que pude entablar un tipo de amistad, porque los demás no me hablaban por miedo a ser despedidos, pero Armando es diferente, él me enseñó como combinar condimentos en la comida. Me posiciono a un lado de él mientras me pongo un delantal que tomé de la alacena de uniformes, todos los demás empleados me ven de lejos, siempre toman su distancia conmigo, como si fuera un bicho. Pero ya me acostumbré. Comienzo a preparar mi desayuno, unos sustanciosos huevos con tocino y frijoles, un desayuno muy mexicano es lo que dice mi amigo. Tomo de la alacena unos tomates, chile y cebolla que meto a la licuadora con un poco de agua para hacer “salsa” esta comida es en verdad deliciosa, es como si fuera un manjar de dioses, mi favorita. Armando me ayuda un poco diciéndome que tanto de cada ingrediente poner en la salsa para que no quede muy picante ya que aún no me acostumbro al sabor, no sé cómo en ese país pueden comer cosas tan picantes. —¿Cuándo aprenderé a hacer chilaquiles Armando? Armando sonríe. —Pronto muchacho, sólo ten paciencia. Asiento satisfecho de sus palabras. Voy al frigo, saco la botella con jugo de naranja y me sirvo un vaso. Me siento en la gran mesa de acero que hay en la cocina. —¿Cómo es que estas desayunando algo tan simple y aquí? —escucho la voz de mi hermano Emir apenas entra a la habitación, agudizo la mirada ya que el desayuno tan simple como él lo llama lo he hecho yo mismo. Emir es dos años menor que yo y al parecer él se ha adaptado muy bien a la vida que nos tocó, el nació para ser jeque, me burlo internamente. Siempre que platicamos me comenta que no se imagina otra vida diferente a la que tenemos, llena de excesos y sin preocupaciones. —¿Por qué no te sientas aquí conmigo a desayunar? —le pregunto amablemente, Emir hace una mueca de disgusto. —Si nuestra madre te ve aquí desayunando pondrá el grito en el cielo, mejor vamos al comedor principal. Volteo a ver a Armando quien se encoje de brazos, se lo que piensa, que yo no pertenezco a este pequeño mundo que se encierra en mi habitación favorita de toda la casa que es la cocina. De mala gana me pongo de pie, tomo mi plato y el vaso con jugo, caminamos hasta el comedor. Apenas llegamos, a Emir ya le están sirviendo un desayuno de lujo al estilo Abu Dabi. Mi atención se centra en la voz de mi padre que entra al comedor discutiendo con un amigo que quiere hacer negocios con él, el hombre dice algo y mi padre le contesta que sólo él puede decidir quién será el heredero de la empresa familiar mientras que mi hermano y yo nos lanzamos miradas entre nosotros. —Tú ya tienes la vida asegurada hermano, sabes que la tradición es que el hermano mayor sea quien se queda con la empresa familiar, por eso es que mi padre ha insistido tanto en llevarte con él a la oficina para que aprendas todo sobre el negocio, pronto papá querrá su retiro y entonces tu serás su sucesor. No digo nada, solo pienso. Viene a mi mente lo que mi padre dijo el otro día cuando estábamos en la oficina, cuando cumpla veinte años me entregará la empresa, no se si sea una edad suficiente para estar preparado para tan inmensa responsabilidad. Aún ni si quiera he terminado una carrera universitaria, exhalo desanimado, volteo a mis costados, como me gustaría poder tener una vida normal. Los días pasan y no puedo deshacerme del pensamiento de que tan solo en dos años tendré que hacerme cargo de la empresa familiar. (…) Han pasado casi dos meses y en una semana más será mi cumpleaños número dieciocho, mi padre está decidido a hacer una ceremonia de presentación formal ante la sociedad con el fin de que comience a aprender a socializar con los hombres poderosos con los que él siempre trata. Cocinaba en la casa como cada semana con mi amigo Armando Salazar, me pregunta que me gustaría de regalo por mi cumpleaños número dieciocho, me pongo a pensar. Llegando de casa de Armando decido subir a mis aposentos, antes de entrar veo saliendo a la mucama quien me pregunta si me siento bien. Le contesto que creo que me voy a enfermar así que no quiero que me molesten. Me tumbo en la cama mirando fijamente al techo mientras pienso en la pregunta de Armando sobre que regalo me gustaría recibir por mi cumpleaños. Nunca he tenido la necesidad o deseo de algo específico, siempre que pido algo se me concede, para un regalo debería ser algo muy especial algo que no fuera fácil de conseguir. Una vez le pregunte a Armando por que con toda la experiencia que tiene como chef, se ha mantenido trabajando para nosotros y no en uno de los restaurantes tan reconocidos que lo han buscado para que se vaya a trabajar con ellos, a lo que él me respondió que no todo en la vida es dinero. Mis padres le pagaban bien, aunque aquí solo fuera un cocinero más. Él siempre dice que el dinero no lo es todo en la vida, siempre que le pregunto el por qué, me dice que la vida se mide en vivencias no en dinero. Me contó una vez que en su país un maestro no es quien te enseña la teoría si no la vida misma. Luego mis pensamientos se enfocan en una plática que tuve hace tiempo con mi padre quien me contó el origen de mi nombre y como es que uno debe saber hacer ciertas cosas para ganar dinero. Sonrío con sorna. Las pláticas de mi padre siempre empiezan y terminan con la palabra dinero, porque él dice que el dinero es la herramienta principal que mueve al mundo. Me explicó que mi nombre significa sabio y decidido, que todas las decisiones tengo que tomarlas con mente fría y con un objetivo preestablecido. En ese momento llega una idea realmente sorprendente a mi mente, ahora ya sé el regalo que le pediré a mi padre.
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