Ana Lago Arturo y su padre se encerraron en el despacho de la casa de ellos, mientras que su madre me pidió que la acompañara al jardín. Dijo que me enseñaría su colección de rosales y en verdad eran muy bellos. La madre de Arturo era una señora de unos cincuenta y cinco años, aunque se veía muy joven, cabello recogido, maquillaje en tonos marrones, tenía el aspecto de la elegancia ya que llevaba puesto un vestido clásico y discreto. Ya habíamos coincidido antes cuando vine a avisarles que detuvieron a su hijo, pero en esa ocasión no tuve oportunidad de charlar con ella, ahora que estábamos a solas, me daba la impresión de que era una persona amable y agradable. Durante el trayecto me pregunto algunas cosas sobre mi profesión, mi trabajo y mi familia, ella me platicó que cuando era joven