Algunos nacen con todo, otros con nada. Algunos nacen con estrella, otros estrellados. Algunos son los preferidos de la vida, otros los rechazados de esta. Y yo Gabriel Bryrne, había pertenecido siempre a la primera categoría sin excepción alguna. En resumidas cuentas, había nacido en una cuna de oro, con una familia de oro.
Nada de traumas por la poca atención prestada, o lloriquerias por ser el incomprendido. Era quien era, y vivía mi vida sin disculparme. Hasta que la tormenta se apoderó de nuestras vidas y con ello se llevó la tranquilidad que había tenido dentro de mí con constancia desde pequeño.
Verán, por más fallas que tuviese, por más errores que cometiese, por más deslices que me viesen cometer, yo era Gabriel Bryrne. Las mujeres volaban a mí como si fuese una fuente de miel, todos querían ser mis amigos por los miles de contactos que tenía, y a donde fuese las puertas se me abrían porque mis tarjetas no tenían límite. Pero lo más importante, tenía el respaldo de mi familia.
Hasta que comencé a dejar de tenerlo. ¿Por qué? ¿Por quién? Por una mujer.
Nada más y nada menos, que la mujer de mi hermano.
Las historias de las rompehogares deben ser similares en su forma y desarrollo, y mucho más lo era esta. La historia de cómo Liliana Salas se llevó el premio mayor de los mayores, seducir, enamorar y atar con brujería será a mi hermano mayor, trillizo para ser más perturbadores, Adrián.
Haciendo la historia corta, esta mujer llegó a nuestras vidas con un plan ridículo para vengarse de mí porque me había acostado con su hermana Jazmín. La chica había tenido un accidente a causa del despecho, quedado en silla de ruedas; y como si yo hubiese sido el que la empujó de ese tejado, emprendió mi búsqueda. Sin embargo, eso de compartir un mismo rostro nos jugó una curiosa pasada, porque aunque me buscase a mí, con quien terminó saldando el negocio del siglo fue con Adrián.
Posteriormente, me secuestraron por su culpa, me golpearon por su culpa y hasta casi nos matan por su culpa. Porque la tal Liliana era una estafadora profesional, una mitómana consumada que con sus historias de hermana sacrificada había convencido a todos durante estos tres años de que había cambiado. De que ese accidente fue provocado por un ex novio enfermo, un hecho aislado ¿y cómo podemos culpar a la víctima en una época tan machista y con altos índices de feminicidio no?
Pero esa narrativa estaba inconclusa, estaba manipulada y nadie a excepción de ella, Adrián y yo sabíamos que se había aliado con el ex loco para estafar a mi hermano. Solo que luego “se enamoró” de este. Liliana no era un pobre víctima inocente, es más si Adrián no me lo hubiese rogado, habría tenido con que meterla a la cárcel por sus gracias.
Como era evidente, nunca aceptaría que esa mujer formase parte de mi familia. Pero mi familia, había caído bajo su hechizo, bajo sus tretas, y un mal presentimiento está formándose en mi garganta desde que llegué a la ciudad esta mañana. Desde que tuve que llegar porque la pareja dorada nos había invitado a todos a una velada en un popular hotel de la zona.
Uno en el que la ansiedad y ese mal sabor de boca no se me quita, ni siquiera se me ha quitado viniendo a la terraza a fumar un cigarrillo. Tampoco se me quita, si no que incrementa al escuchar el resonar de unos tacones en el suelo.
El suelo que por desgracia debemos volver a compartir después de no sé cuánto.
Allí estaba ella, Liliana víbora Salas demostrando que las aves del mismo nido vuelan juntas, y que debía buscarme en privado antes de hacer lo que fuese planeaba hacer con toda la familia reunida. Los años solo han acentuado los gestos felinos de su rostro, y sus pasos lentos e indecisos hacía mí, deben ser para tantear el terreno.
—Tengo que hablar contigo Gabriel, de algo muy importante — asegura cerrando aún más de lo que ya estaba el abrigo grande que trae puesto.
Es una noche fría, y las pocas mesas que hay disponibles están húmedas por la llovizna que tuvo lugar hace unos instantes. Es una buena locación para reflejar mi sentir hacia esta mujer.
—No es una línea muy original la primera que decides darme luego de tanto tiempo sin saber del otro… — respondo dando otro inhalada a mi cigarrillo.
Liliana no dice nada, solo traga, mira en la misma dirección que yo miro tratando de detallar qué tanto observo. Pero no lo hago de nada, ni de nadie. Nada más no quería que hablase conmigo, la quería lejos de mí, me había mantenido distante de esta mujer las escazas veces que habíamos chocado en estos tres años por una razón. Era peligrosa. Y tan astuta que yo siempre quedaría como el malo de la historia.
—No quiero hacer esto muy largo… — afirma tomando valor y procede a abrirse el abrigo para darme una visión que comprueba mi mal presentimiento.
Su vientre se nota visiblemente redondeado, muy redondeado debajo de ese vestido azul claro de maternidad. Una punzada ataca mi cabeza y presiono tanto mis dientes detrás de mi boca cerrada que me genera dolor en las encías.
—Lo hemos logrado finalmente, y lo anunciaremos en unos momentos. Por favor, no amargues la reunión o digas algo malo. Todo ha quedado en el pasado ¿no es así? No quisiera que nuestro hijo tuviese una mala-
—Por supuesto que lo has logrado “finalmente”, tu seguro de vida por 18 años. Porque la boda no has podido conseguirla, aunque quién necesita casarse cuando serás la madre de un Bryrne ¿no? — me burló de sus ínfulas de santa reconvertida.
Liliana me mira herida, pero al mismo tiempo impotente. No le creo nada, nunca le he creído su historia de reconversión porque la gente no puede cambiar, eso es solo una mentira que dicen los de su calaña y la mía para usar a las personas a su conveniencia.
—No lo comprendes todavía… Seré madre dentro de poco y esa es la razón de que no quisiera que mi hijo naciera en medio de tensiones con su tío. Porque eso es lo que serás Gabriel ¿no te percatas?
Qué me lleve el diablo, que ese avión que está sobrevolando sobre nosotros venga a acabar con mi vida, que la saquen de mi vista.
Esa mujer dándome un sobrino, fin de mundo. De tantas mujeres en el planeta, Adrián tenía que quedarse con la sociópata que me humilló, estafó e hizo que me rompieran 3 costillas. ¡3 costillas! ¿Alguien sabía lo mucho que duele esa mierda?
—Escucha Liliana, si crees que porque estás embarazada, eso hará que cambie mi opinión de ti, no lo hará. Preñarse no hace que mágicamente todo lo que has hecho se borre o cambia quién eres detrás de ese disfraz de cordero que llevas hoy — vuelvo a fumar en un ataque de estrés.
Parece que por fin he roto su cara de santa porque me da una mirada fría distante y seguramente me está deseando tirarme por esta azotea, y oh, yo sé que lo haría de no estar mi familia cerca.
—No dejaré que te acerques a mi hijo si no cambias tu horrible actitud conmigo — se tapa con el abrigo el vientre hinchado. Me mira con llamas en los ojos y me da la espalda para marcharse.
Pero yo no sería yo si no doy algo de chispa a la estación de gasolina de la esquina. ¿Con qué quiere aplicar el chantaje maternal?
—Cuidado al bajar las escaleras con esos zapatos, no vayas a perder el meal ticket que tanto te esforzarte por tener — me burlo de ella.
Me burlo de ella para obtener de su parte una expresión tan contrariada, rota y que comienza a llenarse de lágrimas mientras huye con rapidez, que admito que me da algo de lástima. Solo un poquito. Nah, ya se me fue. Las embarazadas eran muy dramáticas y-
—¿Qué es lo que acabo de oír Gabriel? — me reclama de pronto papá… tomándome por el cuello de mi chaqueta y haciendo que mi cigarrillo se me caiga.
Mi padre, Aidan Bryrne, la cabeza de la familia Bryrne, empresario multinacional respetado, amargado por hobby, ave por sobrenombre (le llaman Cuervo) y amante de la jardinería. Específicamente, orquídeas. A pesar de los rumores, de los chismes y de las opiniones de los demás, desde pequeño supe dos cosas de mi papá. Una de ellas era que odiaba a la gente, y otra que nos quería a nosotros, a mamá y a sus hijos.
Mi papá es un tipo cool solo que de modo incognito, tiene la cabeza metida en sus propios problemas, y todo lo que le pido me lo da. No es como mi mamá Elle, que quiere darme una lección moral sobre mi conducta a cada rato últimamente. Papá es más similar a mi abuelo Armando, por lo que eso de que salí más a la parte oscura de la familia, era verdadera.
Así que, toda esta imagen me confunde bastante. ¿Qué hace mi papá viéndome con esa cara cabreada y arrinconándome tanto a la barandilla que da con el vacío?
—¿Lo de Liliana? Un acto dramático y manipulador — contesto aburrido de todo esto.
Aidan aprieta más la fuerza en su puño, y no le reconozco. Mi papá nunca me había visto de esta forma. Y lo hace ¿por quién? Por la víbora esa. Pero finjo que me es indiferente, nunca la dejaría ganar. Nunca.
—¿Esa es la forma correcta de hablarle a la pareja de tu hermano? ¿La mujer que te va a dar un sobrino Gabriel? — me suelta obstinado y a mí me hace poner los ojos en blanco — el comentario de las escaleras fue la gota que derramó el vaso.
Resoplo aburrido. ¿Ahora no se podía usar el humor n***o? Dios, nadie me dejaba usar mis privilegios en la actualidad.
—Era humor n***o papá. No soy un infanticida. Es más, fuí muy considerado al darle ese consejo, las embarazadas no deberían usar tacones tan altos, los accidentes ocurren — comento fingiendo que estoy muy comprometido con el bienestar de Liliana.
Papá me analiza como si fuera un caso perdido, y no es que eso me importase mucho. ¿No lo hacía verdad? Solo ya quería que esta platica se acabará para largarme de aquí. Definitivamente no me quedaría para verle la cara de idiota a Adrián al dar la noticia.
—¿Sabías que tuvieron una perdida antes de este embarazo? — me revela — ¿entiendes lo irrespetuoso que fue tu comentario con este contexto?
Una perdida… no tuvo que llegar a tener mucho de gestación porque las noticias vuelan en esta familia. Un embarazo de pocos meses perdidos no es la gran cosa. Pasa todo el tiempo. Perdidas, legrados, y casi siempre terminan en una situación así, un embarazo que sí termina en un bebé normal y sano. Ley de vida.
—No sabía eso papá. Pero si lo supiese, igual no tuvo nada de malo lo que dije. ¿Debería tenerle lástima por qué? ¿Por un feto que quizás ni llegó a serlo y que ya está más que descompuesto en-
Siento calor en mi mejilla, es lo primero que siento cuando Aidan me da un bofetón.
El bofetón es rápido, seco y me deja anonadado.
Para el hijo rebelde de un hombre de reputación lúgubre, se pensaría que es algo que debía esperarme. Pero no lo es, Aidan nunca me había golpeado en lo que llevo vivo. Nunca.
—Es suficiente Gabriel. Ya todos hemos tenido suficiente de tu actitud y comportamiento. Estás por tu cuenta. Olvídate de tus cuentas, tarjetas, propiedades y cualquier tipo de oportunidad en la que tengas que usar tu apellido. Mucho menos te acerques a tu hermano, a tus padres y sobre todo a esa mujer. Quiero que cambies de una vez por todas, o si no, olvídate de todo lo que te corresponde por ser nuestro hijo.
En primer lugar, una expresión sorprendida nace en mi cara, y en segunda una sonrisa incrédula y descarada a causa de esta supuesta condena que me estaba dando mi padre. Digo supuestamente porque es que es obvio que eso de ser abuelo lo tiene con la testosterona alborotada.
Es imposible que él me quite el apoyo económico. Más imposible que me rechace como hijo. No, no es la primera vez que amenaza con hacerlo, y no, no será la primera vez en hacerlo de verdad. Lo conocía como si lo hubiese criado.
—Lloraré por tu rechazo en las Bahamas papá — me burló cínicamente de él.
Aidan nada más me da una expresión serena y tranquila.
—Cuando te des cuenta de lo vacía que es tu existencia sin el amor de tu familia, no dejes que tu orgullo te consuma cuando quieras volver. Es tiempo de que aprendes lo afortunado que has sido toda tu vida Gabriel.
Entonces se marcha con sus palabras cursis y tontas. ¿A quién estaba engañando? Por favor. ¿Por cuánto no me hablaría más? ¿Un mes? ¿Hasta el nacimiento de la viborita junior? ¿Hasta que mamá Elle le jalará de las orejas?
Ya me burlaría de él en unos meses.
Lo haría.
¿No?