CAPÍTULO XIIIAmanda permaneció inmóvil, mientras las expresiones de admiración surgían alrededor de ella. —¡Exquisita! —¡La señorita será una novia hermosísima! Casi no escuchaba los cumplidos, solo sentía un agudo dolor dentro del pecho y una sensación de opresión en la garganta. Tenía las manos frías y el rostro que la miraba desde el espejo parecía indiferente a todo, excepto por los ojos que reflejaban una completa desolación. ¿Podía estar sucediendo eso en verdad?, se preguntó para sí. ¿Era posible que, en verdad, hubiera llegado el día de su boda? Sin embargo, la esperanza se negaba a morir en su mente. Había creído con tanta firmeza que a esa hora debía haber ocurrido algo, que no podía aceptar que ya no hubiera milagro capaz de salvarla. En el fondo de su mente escuchaba la vo