— Gracias, gracias — dije como niña chiquita abrazando el frasco y ahí sí se rió }— Bien, bien. También mandó esto — sacó un termo, se veía pesado y al abrirlo el olor de la cocoa invadió mi nariz — Y yo traje esto — 2 grandes barras de chocolate brillaron o al menos así las vi y sí, me sentía en el paraíso del dulce. — Si hubiese sabido que eso te emocionaría tanto te hubiese regalado chocolate hace mucho — ya, ahora sí, la cago. }— A veces eres muy, pero muy idiota. ¿Estás diagnosticado o es vocacional? Nunca te lo había preguntado — mi tono era cortante pero no parecía herirlo por el contrario se estaba divirtiendo. Saqué dos tazas, la mía de Bob Esponja obviamente y una un poco más decente que tengo con un bigote dibujado, para servir la cocoa, sabía espectacular y siempre agradecía a