Prólogo

1174 Words
Prólogo CATHERINE El pasillo estaba oscuro, el ritmo pulsante de un nuevo número de baile resonaba en la pared detrás de mí. Él me contenía allí, atrapada entre el muro de yeso y su magra estructura. Sus labios eran duros y dominantes, demandantes de mi rendición, mientras me retorcía en su captura. Él era el único al que querría desgarrar con mi tacón de estilete y coger con igual necesidad. “No te muevas”. Presionó hacia adelante, presionando mi cuerpo contra el muro con el suyo, y su pene duro como roca era una tentación que no podía ignorar mientras acercaba mi cadera hacia él, tratando de acercarme. Dios, sí. Dame más. “¿Acaso esta mierda mandona trabaja así con todas las chicas?” “Tu coño está todo caliente y húmedo, primor. No lo niegues”. Sus oscuros ojos se cruzaron con los míos, y la mirada que le di debió bajarle el vigor allí abajo. En vez de eso, esbozó una sonrisa y podría jurar que sentí su pene latir. “Hazlo callar, muñeca. Cualquier pensamiento en tu cabeza. Trabajo. Tu vida diaria. Todo te ha presionado excepto mi v***a. Hazlo callar de una puta vez antes de que te ponga sobre mis rodillas”. Entrecerré mis ojos y estaba tan aterrada como excitada. “No lo harías”. El delgado material de su pantalón de vestir no era una barrera entre nosotros; yo levantaba mis piernas y las enrollaba en su cintura como una hembra en celo. No tenía idea de que discutir al respecto sería tan jodidamente excitante. Mi falda se deslizó hacia arriba y froté mis piernas desnudas en su cadera, deseosa por más. Levantando mis brazos sobre mi cabeza, sujetó mis muñecas con una mano, dejando la otra libre para deslizarla hasta mi cadera mientras él me besaba el cuello, lamiéndolo. Succionándolo. Habría una marca a la mañana siguiente. Me arqueé para darle un mejor acceso mientras que sus dedos dejaban un rastro de calor en camino hacia la copa de mi brasier bajo la blusa. Movió la fina tela hasta tener sus palmas callosas sobre mi piel. Mi pezón erecto rogaba por su atención. “Ooooooh, sí”. Demonios. ¿Esa era yo? No reconocí aquella voz. Nunca había sonado tan desesperada por ser tocada, ni tan necesitada de aquello. Y el trabajo… ¿qué trabajo? Nada había sido capaz de desconectar mi mente más rápido que un hombre mordiendo gentilmente mi pezón. Y no solo cualquier hombre. Sam Kane. Dios, ha sido mi amor desde la infancia, la estrella de mis fantasías desde la escuela, pero eso fue hace quince años. Él era un chico para ese entonces. Ahora, era todo un hombre y yo estaba trepándolo como a un árbol. Hemos pasado la última hora discutiendo e instintivamente supo cómo fastidiarme y dar con mis puntos débiles. En lugar de hacerlo arrodillarse, estaba en el pasillo de un lugar público dejándolo tocarme, probarme y lamerme. “Así es. Lo único en lo que deberías estar pensando es en esto”. Sus labios reclamaron los míos, mientras que su mano libre se deslizaba más abajo, hacia mi abdomen. Sus dedos toscos pasaron por debajo de mi falda hasta mi pierna, y luego subieron más y más, hasta acariciar el encaje de mis pantis. Su mano apretó mis muñecas, su lengua arrebató mi boca y dos de sus dedos movieron mis pantis a un lado y se deslizaron en mí. Estaba tan excitada por él que casi me corría de esa única penetración. No podía detener los gemidos que escapaban de mi boca cada vez que sacaba los dedos de mí y me volvía a coger con ellos. Él era terco, mandón y fastidioso. Incluso robó mi teléfono para evitar que trabajara. ¿Y por qué jadeaba su nombre mientras él hacía lo que le viniera en gana? Moviéndome en su mano, trataba de que frotara mi clítoris, de que me llevara más allá, pero frenó nuestro beso y mordió mi labio inferior suavemente, lo suficiente para hacerme sabar que él estaba a cargo. “Aún no, Katie. No hasta que te dé permiso”. ¿Permiso? ¡¿Cómo se atreve?! Mojé sus dedos completamente. Apreté mi v****a y él se echó para atrás, penetrando más rápido y con cuidado de no acercar su mano a mi clítoris. Gemí en frustración y el mordisqueó mi mandíbula. “Eso es lo que quería escuchar de ti”. Tocó mi clítoris una vez, con un roce rápido y suave que me enloqueció aún más. Gemí y él regresó a tomar mis labios, hablando por encima de ellos mientras que sus dedos se movían dentro y fuera de mi v****a, tan lentamente que quería gritar. Él me besó fuertemente, luego separó mis piernas de su cintura, y empezó a moverse más abajo. Soltando mis muñecas, se arrodilló frente a mí y levantó mi falda hasta mi cintura. Con una mano en mi abdomen me mantuvo en mi lugar. Simplemente movió a un lado mis pantis de encaje mientras me sujetaba con una mano en el abdomen. La otra mano la usó para abrir paso para meter su boca. “Oh, rayos”, murmuré, mirando su cabeza oscura entre mis piernas, sintiendo su cálido aliento rozar mi v****a. Debí decirle que parara. Estábamos en el maldito pasillo de un bar. Bueno, la verdad, estábamos en un callejón, pero cualquiera podía caminar por ahí en cualquier momento. Debí comportarme como una verdadera profesional y haberle dicho que no, haberle dicho que esperara hasta que llegásemos a algún lugar más privado. Chupó mi clítoris con su boca y lo chasqueó con su lengua, y mientras tanto, yo enredaba mis dedos en su cabello. Con la cabeza atrás, no me di cuenta de que había cerrado los ojos hasta que escuché una suave risa a mi derecha. En shock, me di la vuelta para encontrar al apuesto vaquero que había conocido en el avión temprano, estaba viéndonos con un brillo de interés en sus ojos. Se recostó contra el muro, con los brazos cruzados. ¿Cuánto tiempo llevaba? Por lo paralizada que estaba, no pude hacer nada más que gemir cuando soltó mi clítoris, solo para ser chupado nuevamente por la boca de Sam. ¿Acaso no se ha dado cuenta de que no estamos solos? De ser así, debía de ser jodidamente hábil como para no sentir vergüenza. Empujando su cabeza, solo quería que se apartara; pero con un chasquido de su lengua, me dediqué a sujetar su cabello, manteniéndolo cerca de mí. Estaba al borde, tambaleándome por llegar al orgasmo. El vaquero sonrió y cerró distancias. El pasillo ya se sentía concurrido. No, yo me sentía “concurrida” por dos hombres que me prestaban mucha atención. Un hombre tenía su cabeza entre mis piernas y me hacía correr solo con su lengua, y el otro bloqueaba el mundo exterior con sus enormes hombros. Levantó su mano hasta mi mejilla, y entonces colocó su pulgar en mi labio inferior. “Veo que ya conociste a mi primo”. ¡¿Primo?! Él solo sonrió, y me besó con tanta lujuria, calor y profundidad como Sam trabajando mi v****a con su lengua, presionando hasta llevarme a un orgasmo de gran magnitud. Mientras Sam me soltaba, su primo Jack amortiguaba mis gritos con un beso. Me encontraba en un serio problema.
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