Ignati apretó la cintura de su Dama antes de subir las manos hasta sus senos. La cintura de Nina se movía en círculos sobre su pene. Nina echó la cabeza hacia atrás cuando Ignati se enderezó solo un poco para llevar uno de sus pezones a su boca. Sus manos apretaron su trasero y la movieron al ritmo que él quería. El sube y baja, la lengua de Ignati en sus pezones y resbalándose en medio de sus senos, así como la presión en su interior, los llevó a derramarse en el otro. Nina le sonrió al techo, justo cuando Ignati coloco una mano en su cuello y llevó los labios a los suyos. No conocían otro modo de despertar. Si no seguían la rutina del sexo mañanero, se sentían incompletos. Nina, después de probar las mieles de Ignati tantos años atrás, justo en una mañana, quedó tan prendada de esa tradi