Capítulo XXV XXVPasaron dos o tres pequeñas calles que, con sus pequeñas casas de madera y sus empalizadas y portones de madera, parecían haber sido construidas por el carpintero del barrio y su aprendiz —una región sin perspectivas, sin ruidos, con espacios en blanco, enteramente embrionaria—, y entraron a una amplia avenida que, bordeada a ambos lados de villas nuevas que se ofrecían confiadamente a la vista del público, se distinguía por una amplia acera de relucientes ladrillos rojos. La pintura nueva en las paredes de aquellas casas, suficientemente separadas entre sí, brillaba en el aire transparente: tenían, en la cima, pequeñas cúpulas y terrazas; al frente un pórtico con columnas, desnudo ahora que la vida invernal transcurría en los interiores; a cada lado una ventana o dos, y p