Capítulo XXIII XXIIITres semanas después estaba apostado frente a la casa de Olive Chancellor, mirando la calle de arriba abajo sin decidirse a nada. Le había dicho a la señora Luna que nada le gustaba tanto como hacer un viaje a Boston; y no era sencillamente porque le gustara por lo que lo había hecho. Estaba en el punto de afirmar que una feliz oportunidad lo había favorecido, pero se me ocurre que uno no está obligado a calificar las oportunidades con adjetivos elogiosos cuando estas han sido esperadas durante tanto tiempo. De cualquier modo la hora más oscura es aquella que precede al alba; y pocos días después de aquella melancólica velada que he descrito, la que Ransom pasó en la cervecería alemana, ante un vaso rápidamente consumido, contemplando su futuro con ojos de amargura, de