Capítulo XXII XXIIMientras él permanecía sentado al lado de la señora Luna, en el pequeño salón de esta, bajo la luz de una lámpara, se sintió más tolerante ante la presión que ella no podía evitar ejercer sobre él. Habían pasado varios meses y no estaba ahora más cerca del éxito que se había augurado. Sutilmente comenzó a deslizarse en su ánimo la idea de que había otra clase de éxito, agradable y visiblemente abierto ante él, no tan elevado ni tan varonil, eso era cierto, pero sobre el cual podría descansar sin merma, tal vez, de los principios de honor. La señora Luna había tenido una brillante inspiración; por primera vez en su vida había logrado frenar la lengua. No le había hecho ninguna escena; no había habido necesidad de preguntas ni de reproches; lo había recibido como si lo hub