Capítulo XVII
XVIILa siguiente vez que Verena vio a Olive, le dijo que estaba dispuesta a hacerle la promesa que le había solicitado aquella noche; pero, para su gran sorpresa, la joven le respondió con una pregunta que intentaba frenar cualquier tipo de precipitación. La señorita Chancellor levantó un dedo admonitorio; tenía un aire de disuasión casi tan solemne como lo había sido su presión anterior; su apasionada impaciencia parecía haber dado lugar a otras consideraciones, había sido reemplazada por la resignación que produce una reflexión más madura. En este caso se teñía de un tinte de amargura difícilmente compatible con el temperamento de una joven que cultivaba el resplandor de una gran fe.
—¿Así que ahora no quieres ninguna promesa? —preguntó Verena—. ¡Pero, Olive, realmente er
