Solía mirar por el cristal del alma, mirar hacia la ventana; y, aún así, ni la estrella más brillante podía devolverme la sonrisa. Todo parecía haberse acabado con tu última mirada cómplice y susurraste palabrería al alba.
Las nubes se infiltraron en mi cabeza, me solían decir que tú me habías utilizado, que yo no era más que un peón en tu tablero; pero me negaba a olvidar la última vez de tus caricias. Seguía pensando que la guerra había terminado, que habíamos conquistado el amor y que siempre hablarían de nuestras fechorías, de nuestros "te quiero" en lo más alto de nuestro cuento, de nuestros abrazos atrapados en la torre más alta; pero la prueba de mis cicatrices me recuerdan una derrota más.
Investigo el reflejo de mi cuerpo en aquel espejo al que me solías decir que debía admirarme, pero ahora solo se burla de mi aspecto con más de mil recuerdos. Observo las marcas de mi piel, son más de mil batallas perdidas que siguen buscando, al menos, una victoria. Pero hasta el corazón más herido me sigue recordando que eso es una batalla perdida. ¿Acaso seré capaz de encontrarla?
Y, aún así, el cristal del alma me sigue gritando, me dice que me aleje de tus pecados, que aún puedo encontrar mi felicidad sin ti. Que me tienes encerrada en la jaula de la miseria, que así nunca podré ganar.