Narra Victoria Johnson.
Viernes, 20, Julio, 2035.
Miro la pantalla del computador procesando aun después de casi una semana del día en que Juliana me contó todo lo que le había pasado a Iván, me sentí mal, no sé de donde agarre fuerzas para levantarme de la cama y seguir trabajando toda la semana de manera normal, me encontraba modo neutro.
Sin tan solo no me hubiera ido, él no hubiera tenido ese accidente pero lo que lo que me da cierta impotencia es que nadie me dijo de eso, tenía que llegar yo a pisar tierras españolas para que viniera Juliana a decirme todo como si se tratara de una bomba de tiempo.
— Señorita Johnson, a mi oficina — escucho a mi jefe llamarme desde el lumbral de su oficina, me levanto para entrar, por suerte para mi humor, mi jefe no se ha puesto de mala aunque eso sea algo sospechoso. — Andas muy callada… — dice de repente haciendo que salga de mis pensamientos.
— ¿Es bueno o malo? — pregunto, lo miro a los ojos analizando sus hermosos ojos café pero no veo brillo ni luz en ellos, solo un poso sin fin y frío — Como sea, ¿Qué necesita, señor Owen´s? — me analiza y suspira.
— ¿De dónde conoces a Juliana? — pregunta.
— ¿Para eso me llamó? — pregunto en respuesta, me mira con seriedad — Ya le dijo ella, de un curso — me mira.
— Bien, necesito los documentos que se utilizaran en la reunión del lunes con los inversionistas de Londres — anoto lo que me pide — También necesito que reserve una mesa para la cena con ellos en el restaurant Gallego, tú tienes que ir, así que vístete con algo elegante — asiento, me mira y yo hago lo mismo más no dice nada, así que me retiro.
Me siento en la silla y comienzo a buscar y hacer todo lo que tengo que hacer para irme temprano si quiero llamar a mi madre.
6:49 p.m.
Entro a la casa de mi tía y recibo un mensaje donde me dicen que el apartamento en donde vivía con mi madre antes de que mi padre se enterara de mi existencia ha sido remodelado y que ya me puedo mudar cuanto ante.
Eso hace que salte de la emoción en medio del pasillo.
— ¿Qué sucedió? — pregunta Samara, mi pequeña prima que pronto cumple 12 años.
— Mi apartamento ya está listo — sonrío emocionada pero la pelinegra se voltea entrando por donde salió, la sigo encontrándola en la cocina — ¿No estas feliz? — pregunto preocupada.
— Si lo estoy, solo que me dejaras sola, apenas llevas dos semanas o menos aquí y ya me acostumbre — tiene razón, mis tíos no siempre están en casa a pesar de que mi tía es maestra.
— Lo sé pero podrás venir cuando quieras, total no volveré a más a estados unidos — me mira sorprendida.
— ¿Nunca tuviste un sueño americano? — niego riéndome de su cara, camino al cuarto que comparto con Samara y me cambio de ropa — ¿Cuándo te mudas? — la miro en el lumbral, doblo una camisa.
— Este fin de semana… — la miro y suspira entrando para sentarse en la cama. — Sabes que no quiero molestar más a mi tía por más que diga que esta es mi casa, no me siento cómoda — asiente intentando convencerse.
— Vale, entiendo… pidamos pizza — cambia de tema sacando su teléfono último modelo, me siento a su lado mientras termina de pedir la pizza.
— Eres tan madura para tu edad — le digo, me mira riéndose.
— Mira quien lo dice, señorita genio — me río un poco — Realmente eres un genio, podrías hacer tu propia empresa pero no estas siendo secretaria de un chico al que le dices señor — veo mucha razón en sus palabras que hasta yo empiezo a cuestionarme de que rayos estoy haciendo con mi vida.
(…)
Domingo, 22, julio, 2035.
Suspiro metiendo la última caja al apartamento, corro de un lado a otro mirando que nada ha cambiado a pesar de que remodelaron el interior, bueno, la cerámica de la cocina es otra, al igual que el piso, las paredes de la sala son de piedras y las paredes de la única habitación está pintada de amarillo, el pequeño estudio se ve mejor con los nuevos estantes y los dos baños tienen nuevas cerámicas también, pero el lugar se ve igual a como lo dejamos hace 8 años.
Empiezo mover las cajas según sus nombres a cada habitación ya que antes de viajar había mandado mis cosas a un garaje de Madrid para cuando me mudara no fuera tan pesado. Entro al pequeño estudio y saco los libros y mi colección de Power Rangers, mi gusto culposo de niña, me río un poco.
— Vaya… — suspiro mirando una foto tomada cuando tenía 6 años, ahí a mi lado se encuentra Iván con una sonrisa de oreja a oreja, con sus ojos café brillando con pureza, tan difícil que era hacer sonreír a ese niño — Ahora eres solo un adulto sin recuerdos, has encerrado a ese niño — intento no llorar en el momento pero me es inevitable y termino por llorar a moco suelto con el cuadro aun en mis manos.
La culpa es más grande que antes de irme.
(…)
Lunes, 23, julio, 2035.
Me miro al espejo viendo las horribles ojeras y como tengo los ojos tan hinchado, me echo base esperando un milagro porque justamente hoy esta esa dichosa reunión junto con esa cena con los inversionistas de Londres y todo tiene que salir perfecto ya que es el primer contrato que hace Iván al tomar el poder de la empresa, un fallo y caemos los dos juntos a la empresa, capaz y mi tío nos mata así que todo tiene que salir bien.
Sí, todo tiene que salir bien pero el solo ver a mi supuesto jefe caminar de un lado a otro comiéndose las uñas de los dedos con el cabello alborotado y la corbata mal colocada me indica que todo saldrá mal.
— ¿A dónde fue el hombre seguro de si mismo? — murmuro preguntándome, lo veo detenerse, me mira y luego sigue en lo suyo, respiro profundo y exhalo para luego cerrar la puerta de la oficina y caminar hacia él, lo detengo y le doy una cachetada.
Me mira sorprendido por mi acto, acto que ya tenía como costumbre de todas las veces en la que Iván de 10 años tenía que salir a presentar algún proyecto importante, aunque haya olvidado toda su memoria, aun veo que tiene ciertos miedos y mañas.
— Mírame bien, Owen´s, esta reunión definirá el futuro de esta empresa, todo tiene que salir perfecto, esto es tan importante tanto para nosotros como equipo y empresa, un paso en vano y tendrás que rezarle a los dioses para que tu padre no te corte la cabeza por echar a la borda una empresa con más de 10 años de duro trabajo — digo acomodando su corbata, sacudo un poco su camisa y saco un peine para peinar su cabello hacia atrás haciendo que luzca perfecto a pesar de ser una cabeza más alto que yo solo por estar usando tacones.
Me mira buscando decir algo pero la puerta es tocada.
— Han llegado los inversionistas, tu padre está esperando también… ¿Podrás con esto? — pregunto, se endereza poniéndose el saco.
— Nací para esto — sonrío con su respuesta.
Ese adulto sin recuerdos aún mantiene en algún lugar oculto al niño del que me enamore.