Victoria Johnson.
Samara me mira de un lado a otro, es mi prima menor de 12 años, hija de mi tía Sarah, hermana de mi padre.
— Prima, trabajas para el padre de los Owen’s, ¿no? — me detengo, la miro, pelinegra, pálida y lindo ojos azulados como lo de su padre, asiento. Hoy estaba de suerte, mi tía me dejó las llaves del carro y poder llegar a tiempo, solo espero que no me pare ningún policía de tránsito, solo rezo porque no me pase, aun soy ilegal hasta el mes entrante.
Llego a la empresa librada y a tiempo, salgo del carro, y camino de prisa pero como siempre de torpe choco con la espalda de alguien, se voltea haciendo que retroceda un poco al ver cómo anda vestido Italo Sam Iván Owen’s Rivas, si, aun me sé su nombre completo, pero es que me dejó marcada en mi infancia, como no me dejara marcada ahora que esta como quiere el condenado.
— Buenos días, Johnson — sonrío lo mejor posible para que no se note el nervio que me causa con solo mirarme de arriba abajo, hoy no andaba tan mal, solo una camisa roja, una falta tubo blanca y unos tacones de agujas negros, ni estaban tan maquilladas como las chicas que pasaban por los lados.
— Buen día, Joven Owen’s... — digo y sigo caminando aun sintiendo su mirada en mi trasero, Dios, debo estar roja, juro que si está fingiendo no conocerme lo mato, lo mato. — Jefe idiota.
— Para la próxima procura mirar hacia atrás y susurrar — susurra en mi oído, lo miro sonreír y entra al edificio.
Soy idiota, ¿Por qué no cierro mi boca? Haré que me despidan ante del tiempo, cierto, no me puede despedir.
Sonrío teniendo en cuenta eso y sigo caminando para llegar al último piso donde está la oficina del jefe idiota.
Me siento en mi nuevo escritorio y prendo la computadora marca Be'nane, una nueva marca de tecnologías con 10 años de éxito.
El teléfono empieza a sonar, contesto como toda una profesional, el ser secretaria personal de mi padre no sirvió en vano.
— Johnson, a mi oficina — cuelgo y me levanto lista para lo que sea que quiera el jefe idiota, me empieza a gustar el apodo, la verdad.
Toco la puerta y me deja pasar, me vuelve a mirar de arriba a abajo haciéndome temblar otra vez.
— Quiero un café sin azúcar — lo miro confundida, a él nunca le gustó el café amargo — Apúrate, no tengo todo el día y necesito el cronograma de hoy.
Salgo de la oficina confundida, Iván ha cambiado demasiado desde que me mudé a los Ángeles, me perdí muchas cosas sin darme cuenta de que lo perdí...
¿Lo perdí?
Niego, no puedo ponerme así, tengo cosas más importantes que saber lo que le sucedió a este chico.
Regreso a la oficina ya con el café, lo toma y me mira esperando que hable.
Le digo las citas, reuniones y todo lo que tiene que saber para estar al día con la empresa y todo lo que dejó su padre a cargo.
(...)
12:30 p.m.
Suspiro mirando la hora de la pantalla del computador, me recuesto en la silla cansada de estar sentada sin parar de mirar la pantalla porque al jefe se le dio por darme muchas tareas, al menos traje el carro hoy, porque ahí si tenía que tomar un taxi y no me siento cómoda ir en uno.
La puerta del despacho se abre, lo miro observarme y suspira.
— ¿Por qué sigues aquí? Ya debías haberte ido, Johnson — pregunta algo confundido, suspiro y p**o todo el equipo, me levanto y tomo las carpetas y mi bolso — Solo no te sobreesfuerces.
Lo sigo al elevador sin decir nada, mi estómago ruge, me mira y creo morirme porque sé que me escuchó.
— Vamos a comer algo y me llevas a mi casa, no tengo ganas de conducir hoy — asiento emocionada porqué me invitara la cena y eso no se niega.
Llegamos a la recepción, se detuvo a algo y yo seguí caminando al carro, me subo y aparece Iván, se sube y abrocha el cinturón, me miró y luego miró hacia delante.
— ¿Dijiste que tienes 17? — pregunta recordando.
— Si, ¿Qué pasa? — lo miro esperando que diga algo, traga saliva.
— No tienes licencia de conducir y no confío que sepas manejar bien — río prendiendo el motor, se asusta pero lo disimula.
Ya en la carretera me sigue gruñendo el estómago.
— Me imagino que puedo elegir el lugar, ¿No? — lo miro esperando respuesta.
— Mira hacia delante, loca, aun soy joven para morir así — dice exagerando mientras agarra con ambas manos la cinta del cinturón de seguridad.
Cruzo por una calle y estaciono, el castaño empieza a respirar con calma y observa donde he parado.
— ¿Comida chatarra? — pregunta fingiendo una sonrisa, se le notaba su desagrado en comer en un puesto de comida rápida, me siento en una de las mesas, el castaño sin opción se sienta, pedimos.
En todo el rato no hablamos hasta que llegó la comida, comimos y nos fuimos, era obvio que él ya no era el pecoso que yo una vez conocí.
— Mañana aquí, tienes que venir a buscarme, eh — se baja y se va sin decirme la hora en el que lo tengo que recoger.
— Se dice "Gracias, linda rojiza" pero claro, ya nadie me dice así, él ya no me llama así... — respiro para no comenzar a llorar, arranco de regreso a la casa de tía Sarah, ya debería conseguirme un piso para mudarme aunque quiera a mi tía a mi prima pero necesito espacio pero ahora que recuerdo mi madre me dejó las llaves de su viejo apartamento.
(...)
Apago la alarma desorientada, me siento y trato de mirar la hora.
— Aún es temprano — me acuesto para dormir un poco más pero me siento bruscamente recordando que tengo que buscar a mi jefe idiota.
Me levanto sacando la ropa del armario y los zapatos que me pondré mientras me quito la ropa para bañarme.
Ya estacionada delante del edificio donde vive el hombre noto que ya no vive con sus padres, me pregunto si ya está despierto, ya han pasado 20 minutos.
Me bajo decidida a subir pero me detengo en que piso puede vivir...
— ¿Busca a alguien, señorita? — me pregunta el guardia del edificio.
— Oh solo estoy esperando a mi jefe...
— Iván Owen’s... ¿No? — asiento — Piso 10, apartamento 1214.
Me quedo sorprendida pero no lo desaprovecho y entro al elevador presionando el piso 10, un chico entra al elevador también, casi de mi edad pelinegro con ojos claros, medio pálido y más alto que yo, el chico nota que lo miro y me sonrojo, salgo sin mirar al chico que se queda en el elevador.
Empiezo a mirar los números y término al final del pasillo, toco la puerta esperando que me abra pero nada, sigo tocando y escucho un maullido para después ver a Iván sin camisa y con el pantalón de pijama, trajo saliva al ver que está bien ejercitado.
— ¿Qué haces aquí? — su pregunta estúpida me enoja, perdí mi 30 minutos de sueño por venir a buscarlo.
— Mire, Owen’s, usted me dijo anoche que lo pasara recogiendo... — respondo con paciencia.
— Ah... — me cierra la puerta en la cara con solo decirme eso.
— Idiota...