Podía sentir la mirada de Josh fija en mí, pero no me atrevía a mirarlo. La mayoría de la borrachera se me había pasado por el calor del momento y la sorpresa de casi ser descubiertos.
Me sentía culpable y avergonzada, Edgar era mi novio y Josh mi mejor amigo. ¿Por qué me costaba tanto aclarar lo que sentía?
Pronto nos dimos cuenta que afuera había una pelea.
Un tipo alto con el cabello castaño rojizo buscando a una pelirroja que estaba en el living, creo que era una de nuestras compañeras llamada Silvia, a la sacó a empujones de la fiesta.
Varios amigos decían que ella se dedicaba al trabajo nocturno, yo pensaba que eran simples mentiras, aunque nunca me acerqué a ella, siempre tenía el rostro lloroso cuando acudía a clases.
Tuve un impulso de seguirla y le pedí a Josh que me acompañara.
Él me tomó de la mano y fue conmigo, en eso escuchamos unos gritos...
—¡Suéltame, juro que no vuelvo a escapar! —decía Silvia, mientras era forzada por el sujeto de cabello castaño.
—Eres mía, maldita perra, entiéndelo. Si te permito que vayas a la escuela es porque traes bastante dinero con ese cuerpo que tienes. Tu sabes que hoy es día de muchos clientes, ¿me podrías explicar qué haces aquí en vez de ir a atenderlos? —hablaba el tipejo con una voz severa.
—Solo quería divertirme un poco por favor no me hagas daño, Lirio le dirá al patrón que te castigue.
—Al diablo con Lirio, es una mujerzuela al igual que tú —dijo molesto—. Una puta que aunque no se vende como tú, es la puta personal del patrón.
—Por favor —suplicó Silvia—, no quiero que me golpees otra vez —lloró la chica, antes de que un golpe seco resonara en el ambiente y ella cayera al suelo.
El sujeto la sacó del lugar, Josh y yo sólo observamos, al parecer, nuestra compañera estaba metida en grandes problemas.
—Hay algo demasiado turbio en esto —dijo Josh casi en un susurro.
La escena nos había dejado en un shock absoluto a ambos. Tanto, que habíamos olvidado momentáneamente lo que había ocurrido en esa habitación entre nosotros dos a solas.
Con la mirada contrariada, solo atiné a proponer:
—No podemos hacer nada por ahora, pero hay que seguir los pasos de Silvia…
***
N/O:
Año 1987
Lirio, ese era el nombre que le puso a ella.
Era fin de año y la vio desde lejos que entraba acompañada de Palacios, era la fiesta de despedida, luego de esto cada uno tomaría rumbos distintos.
Estaba acompañado de su insulsa y hueca novia, no podía apartar la vista de donde ella estaba, se veía más hermosa que nunca.
Él la deseó.
Maldijo la hora en la que se metió con la hueca de su novia, cuando la engañó y perdió su amor, cuando ella entre lágrimas le dijo que nunca más en la vida le volviera a dirigir la palabra.
Pasado dos meses de aquella ruptura, ella empezó a salir con Fernando, era el chico más inteligente de la clase pese a que era el último año. Su futuro ya estaba asegurado con una beca en la mejor universidad del país.
No pasó mucho hasta que él se enteró de que eran novios, todo su mundo se vino encima…
Por un momento pensó en acercarse a ella, pero no lo hizo, solo observó. Empezó a maquinar muchos planes de cómo llevarla lejos con él, pero al final no supo qué hacer.
Al parecer, este no era el momento en que debía de actuar, el solo observaría su vida y en el momento en que Fernando bajara la guardia él se apoderaría de ella, tenía que ser suya, porque en su mente ella le pertenecía, de una forma enfermiza y obsesiva.
…
Luego de que salió del high school –en el colegio ya había empezado con la venta de m*******a–, un amigo muy cercano a él le propuso empezar en la industria de “trata de blancas”.
Él sería el que engancharía a las jovencitas.
Era un chico muy apuesto, de eso no cabía duda, tenía el rostro color blanco y facciones aristocráticas, en el high school la mayoría de las chicas estaban coladas de él, así que iba a ser fácil engañar a otras.
Su primera víctima fue una joven de cabello n***o, corto, se llamaba Samanta, él la engañó y la metió en ese oscuro negocio, no le importó nada cuando ella le suplico que la dejara, luego de que su amigo había abusado de ella.
Ganó rápidamente dinero y con eso montó un negocio de bares, fácilmente hizo dinero sin estudiar, pero su principal ingreso estaba en el lado de aprovecharse de jovencitas y hacerlas trabajar vendiendo su cuerpo.
***
Vivian
Volteé y vi a Josh que estaba demasiado pegado a mí.
Mis mejillas se encendieron rápidamente y bajé mi mirada al suelo, me estaba poniendo demasiado nerviosa ante su presencia y más con lo que había pasado en la fiesta.
Hiciera lo que hiciera, no podía sacarlo de mi cabeza.
Él me miró con una sonrisa burlesca en los labios para luego añadir:
—Estas como un tomatito, Vi.
Desvié mi mirada.
—Creo que deberíamos regresar a la fiesta —consulté mi reloj y ya era pasada la media noche. Mamá pondría el grito en el cielo si no llegaba temprano a casa.
Josh también se dio cuenta de ese pequeño detalle, giró hacia mí y me susurró que solo nos despediríamos de los demás para volver a casa.
—Mañana vienes a mi casa. Tenemos que terminar lo del profe Useda —dije bajito, avergonzada por su mirada intensa.
Él afirmó con un movimiento de cabeza.
—¿A qué hora exactamente? ─preguntó curioso.
—A las tres de la tarde está bien —contesté—. En la mañana tendré que avanzar con la tarea del resto de cursos.
—Está bien, Vi —dijo con una pequeña sonrisa—. Que no se te olvide que tenemos un asunto pendiente.
Tragué saliva y le dirigí una mirada de pánico, pero él ya había comenzado a caminar y no pudo verla.
Llegamos a la puerta que daba a la sala. Josh abrió la puerta y como todo un caballero, hizo un gesto de manos y pasé primero.
Lo primero que me di cuenta es que ya todos estaban demasiado pasados de copas.
En una esquina y apartados de todos, estaba Raquel besándose apasionadamente con un sujeto de cabello castaño y cuerpo musculoso, creo que su nombre era Albert.
Josh no supo disimular la sorpresa, Raquel fue la primera en formar parte de su lista de ex, ella era la típica chica popular, sus padres tenían mucho dinero, eran médicos, además fundadores de la clínica Garza.
Sus progenitores, al igual que los de Joaquín, eran médicos y además eran familia.
En términos académicos era bastante inteligente, aunque la mayor parte del tiempo prefería decir cosas huecas y sin sentido.
—¡Amilcar! ¡Vámonos ya! —gritó Josh.
Este se encontraba recargado con una copa en las manos, sus mejillas estaban sonrosadas por el alcohol y ya empezaba a decir palabras ininteligibles.
Josh lo agarró de la chaqueta y lo levantó.
—Hoy probé los labios más dulces del mundo —dijo con voz de borracho—. Los labios de un ángel.
Yo me puse nerviosa, estaba mencionando al beso que nos dimos por el reto de las cartas. ¡Si supiera lo que había pasado con su hermano!
Pronto caí en cuenta de algo muy malo: Edgar era demasiado celoso.
En nuestra época de novios me hizo una escena solo porque había ido al cine con uno de mis primos que recién había venido de otra ciudad y quiso pasar tiempo conmigo.
Si se enteraba que me había besado con los hermanos Palacios, no sé qué sería capaz de hacer. Él era demasiado posesivo y aunque eso era algo tierno, a veces exageraba, rayando en lo obsesivo.
Josh y Amilcar me dejaron en mi casa, mientras yo todavía trataba de esquivar la mirada inquisitiva de Josh sobre la mía, sentía un nudo en el estómago.
¿Cómo iba a ser capaz de lidiar con él a solas al día siguiente?
Mamá estaba furiosa y me formó una gran bronca. Se dio cuenta que había tomado porque mi cuerpo aún sufría los estragos, quizá era mi voz o la efusividad de mis movimientos, pero me mandó a dormir de inmediato y por supuesto, le obedecí.