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Tenía todo lo que se podía pedir en esta vida, una gran madre, hermanos maravillosos, un tremendo padre y un buen trabajo. Mis días se los dedicaba a lo último, pero por alguna cuestión de la vida que todavía no lograba comprender, aún no encontraba la mujer de mis sueños…
Según mi madre, cada persona tenía alguien destinado, sí… según Emma, todavía no había llegado la indicada a mi vida. Yo era el fiel creyente de que el destino no quería poner una mujer en mi camino y mi madre no lo entendía, para ella, simplemente todavía no la conocía o no prestaba la correcta atención.
Muchas veces hablábamos de ello y casi siempre opinábamos distinto. Ella creía en flores, corrientes eléctricas y mariposas en la barriga, por mi parte solo lo veía como un proceso químico, ya saben neurotransmisores, hormonas y esas cosas algo difícil de alcanzar, pero que quería experimentar.
No era noticia para nadie que me costaban las relaciones humanas, en mi adolescencia logré tener un puñado de amigos y los cuidaba como si fueran oro puro, pues para alguien con mis cualidades era difícil llegar a tener más de uno.
Varios de ellos estaban formando familia y los que no, estaban de novios o comprometidos. Y luego estaba yo, el soltero del grupo, mi relación más larga fue con Nicole, una rubia hermosa, de grandes ojos azules que dejé de ver cuando terminamos la universidad.
Nicole era una gran compañía, pero no era el amor de mi vida, al menos no en ese momento. Después de alejarnos y dejar pasar el tiempo sentí la necesidad de contactarla, no sé bien el por qué, tal vez solo quería recordar lo que era tener compañía o sentirse querido de una forma distinta a la que estaba acostumbrado. Pero termine desistiendo, porque era incapaz de utilizarla para satisfacer mi falta de amor, pues yo no podía amarla como se merecía.
- Si… - conteste el teléfono de mi oficina.
- Señor Hamilton su hermana lo llama en la línea uno - la voz de mi secretaria del otro lado de la línea me hizo volver a la realidad.
- Muchas gracias Sophie - marqué el interno y separé mi oído de la línea - Hola Emily – dije tranquilo.
- ¡Oli! - su voz chillona retumbó en el audífono. - Te he estado llamando al celular toda la mañana. - rodé mis ojos, sabía que me había llamado solo no quise atenderle.
- He estado ocupado enana - suspiro - Dime, qué ocurre.
- ¿Mañana es la muestra de la nueva colección, lo recuerdas?
La muestra, ¿cómo fue que olvide la muestra? Si mi madre se entera que lo olvide me mata. Hay solo una cosa que Theo y Emma nos han inculcado hasta el cansancio y es la unión de nuestra familia, el estar para el otro, acompañarlo en sus logros. Aquello era un mantra para nosotros, eso y el amor y yo, yo lo estaba rompiendo.
Emily se había hecho cargo de la línea de ropa de la familia, era algo que se le daba sumamente bien, tenía un don para las telas y los negocios, no costo prácticamente nada que se adaptara a la rutina del trabajo y universidad, ella amaba lo que hacía y lo hacía con tanta pasión que parecía ser tan fácil como respirar.
Theo se había encargado de enseñarle todo lo referido a la empresa luego que me negara rotundamente a manejarlas. No me gustaban ese tipo de negocios, lo mío era la tecnología y la inteligencia artificial, en cambio Emily y Nathan tenían lo necesario para hacerla funcionar. Mis hermanos eran los mejores en ese rubro, aunque Nathan no podía manejarlos aún, llevaba años aprendiendo del negocio.
- Tierra llamando a Hamilton - mi hermana sonó molesta del otro lado de la línea.
- Lo sé pequeña, mañana estaré allí sin falta - gire mi silla para mirar por el ventanal de mi despacho - ¿Era a las ocho verdad?
- Si, pero debes estar antes - su voz sonó igual que la de mi madre y no pude evitar reírme – Además… te tengo una sorpresa
- ¿Una sorpresa? - toque mi mentón - Por favor que no sea otra de tus amigas desquiciadas - soltó una carcajada.
- No, no - seguía riendo - Aunque puede que esté desquiciado o desquiciada… quien sabe - la imaginé subiendo sus hombros - Ni yo sé que es hoy en día.
- Me estás asustando - comenté divertido - Solo trata de no matarme, no creo que sobreviva está vez. – resopló.
- Solo fue una vez y no fue apropósito - se defendió.
- Casi terminamos muertos - levanto las manos y subo un poco el tono.
- Pero no lo estamos - recalcó - Ahora te dejo que tengo que ver los últimos detalles de las modelos, te amo hermano.
- Y yo a ti pequeña.
Corte la llamada pensando en que tramaría mi hermana, viniendo de ella se podría esperar cualquier cosa y la palabra peligro seguro lo acompañaba.
Emily era todo lo contrario a mí, era alocada, divertida, dulce y simpática. Por mi parte, podía ser divertido si me lo proponía, tenía el sarcasmo muy marcado y podía ignorar a todo el mundo sin mucho esfuerzo.
Mire la placa con mi nombre que descansaba en mi escritorio, “Oliver Hamilton CEO”. Había cambiado mi apellido hacía unos años, algo que volvió loco a Nicolás, he hizo llorar a Theo durante horas, todavía recuerdo aquel día, fue exactamente hace diez años, en ese entonces tenía veintidós, era casi fin de año y las fiestas se aproximaban, Theo estaba en living leyendo un libro y me le acerque para hablar, al principio solo vague por temas sin importancia, pero después cuando junte valor le pedí permiso para llevar su apellido.
Lloro durante horas, me abrazo y finalmente me dijo que nada le daría más orgulloso que tenerme a mí como su hijo. Él era mi padre, lo había sido desde que lo conocí sin ningún tipo de queja o comentario, simplemente me amo incondicionalmente y cuido de mí.
Nicolás por supuesto pego el grito en el cielo, todavía no sé bien cómo fue que se enteró, creo que nunca lo supe en realidad, pero si recuerdo su trato y las cosas que me dijo, fueron varias y ninguna lejos de la clase de persona que era él, me llamo ingrato, mal hijo y creo que hasta me insulto, honestamente ya no lo recuerdo. Solo sé que me reí en su cara y le pedí por favor que se dejara de describir.
Había terminado todo tipo de relación con aquel hombre mucho tiempo atrás, justo después del juicio por mi tenencia, donde tuvo el coraje de decir que mi madre me maltrataba e inventar muchas cosas que simplemente ya no quiero recordar y que tampoco quise recordar cuando empecé con los tramites, solo hable con jueces, abogados y demás burócratas, y conseguí lo que espere por años, ser el hijo de aquel hombre que me besaba la frente por las noches, me daba el desayuno por las mañanas y me cuidaba cuando enfermera.
Mi vida había sido perfecta, no podía quejarme, tenía tías postizas, primos de corazón y hermanos increíbles, me permitieron elegir sobre mi futuro y me apoyaron en cada cosa que me propuse. Todo era perfecto, en todos los aspectos y todo se lo debía a mi familia.
Logre tener mi propia compañía de servicios tecnológicos. Mi trabajo básicamente consistía en hacer feliz a las personas a través de herramientas para su uso diario, celulares inteligentes, casa autosuficiente, electrodomésticos sofisticados, hasta mecanismos de defensas para hogares y vehículos. De todas esas cosas se encargaba "Naisan Companys".
Y todo lo había conseguido por mis propios medios, si bien mi familia era millonaria, yo había insistido en hacerlo solo. Cuando empecé, mi primer trabajo fue para mi padre, le diseñé un sistema de seguridad para la empresa que detectaba cualquier cambio de números en el sistema y que contaba con identificador de tarjeta con un código de encriptación que solo lo sabía el sistema y no los empleados.
Además, adapte todas las sedes de materia prima, a un sistema que pesaba y guardaba los datos en el computador de forma automática, de esta manera no había forma de alterar los números sin quedar en evidencia.
Por aquel trabajo, que a mí llevo varios meses, cobre un millón de dólares a la corta edad de diecisiete años. Cuando mi padre le comento a sus amigos del sistema que diseñe, varios de ellos me contrataron para mejorar su seguridad, bases de datos, tarjetas de acceso y demás cosas. Cuando quise acordar mi cuenta bancaria tenía una gran cantidad de ceros y pude empezar a armar mi empresa. Compré unas oficinas, amolde el lugar, busque personal capacitado entre ellos amigos de la universidad o solo conocidos, obteniendo así todo esto.
Ahora tenía a cargo un total de cien personas, todas ellas de mi entera confianza y con los mejores conocimientos. El ambiente de trabajo era bueno y yo podía dormir tranquilo por las noches.
Ahora ya no vivía en mi casa, tenía mi propio departamento. Aunque a veces volvía a mí hogar a pasar un par de días o controlar a mis hermanos, cómo iba a pasar dentro de dos semanas, cuando se fueran de vacaciones.
¡Toc! ¡Toc!
- Adelante – arremangue mi camisa.
- Oliver – mi amigo Brandon entra en la sala - ¿Cómo está todo?
- Bien estoy terminando de revisar los proyecto y viendo alguno de los nuevos – me acuesto en la silla y lo miro - ¿Pasa algo?
- No – lo vi dudar y junté la cejas – ¿Podrías delegar la casa Williams a Pride? – la puerta volvió a sonar.
- Pase – lo mire curioso pero mi amigo no emitió ningún comentario.
- Oliver, Brandon – el resto de mis amigos entraron en la sala. – Buenos días.
George Pride se acomodó en el sillón de la sala mientras arreglaba su traje azul marino, su ingles era muy bueno, pero todavía tenía su aceto extranjero que lo caracterizaba. Nos conocimos en la facultad, en aquel entonces ya era muy coqueto, su pelo oscuro y ojos marrones dejaban encandiladas a todas las chicas por donde pasaba, nosotros le decíamos el efecto Pride, pues solo le bastaba hablar para conquistar a las mujeres. Por lo demás era igual que cualquier mortal, alto, delgado, pero marcado por el gimnasio, se dejaba su barba bien corta y prolija.
Brandon Jones, era el carismático del grupo, su piel oscura y ojos negros le daban un aire de salvaje, era alto y sus dientes blancos resaltaban. A diferencia de todos los demás, el sí tenía el cuerpo fornido y marcado. Harold Brown, se sentó justo al lado de George, sus ojos miel y cabello medio anaranjado le daban un aspecto de niño y si a eso le sumamos que en su rostro tenía algunas pecas.
- ¿Había reunión y no avisaron? – Harold cruzo las piernas y acomodo su brazo en el sofá.
- Solo hablábamos de trabajo – conteste tranquilo – Bueno aprovechemos que esta Pride y arreglamos ahora.
- ¿Qué pasa conmigo? – el hombre de ojos marrones junto sus cejas.
- Quiero que te hagas cargo de la casa Williams – comento el moreno mientras iba a la vitrina llena de botellas.
La verdad es que no tomaba, las tenía en la oficina en caso de que algún socio viniera y quisiera beber algo o para mis amigos, solo en dos ocasiones pobre alguna copa y fue cuando todo me pesaba más, en esos momentos me permitía algún trago.
- Eso ¿Por qué? – Brandon capto la atención de todos.
- La señora Williams me acosa – levantamos una ceja – Ayer apareció desnuda en la cocina y se me tiro encima – comenzamos a reírnos a carcajadas. – No es gracioso idiotas – nos fulmino.
- Perdón, perdón – Harold trato de tranquilizarse mientras hablaba – Pero tienes que admitir que se mantiene para su edad – volvimos a carajear.
- ¡Tiene como setenta años! - grito furioso – No voy a hablar de una dama porque no soy así, pero era como ver a mi abuela desnuda – hizo una mueca de asco y se bebió su trago de una.
- Pensé que te gustaban las mayores – comente jocoso y él solo me miro – Recuerdo a ¿Cómo se llamaba? ¿Teresa?
- Si, y estaba Carla – Harold me ayudo con la memoria.
- Tambien Sara, la de los implantes – George hizo señas de pechos y se sumó a nuestro debate.
- La pelirroja como se llamaba… - pregunte a mis amigos.
- Bueno, ya – espeto furioso – Esas mujeres no pasaban de los cincuenta y parecían de menos – su justificación nos hizo romper en risas otra vez. – Váyanse a la mierda – se paró enojado – Pride, mañana vas tu a Williams yo no pienso volver – abrió la puerta para salir.
- Tranquilo amigo, yo me monto a la viejita – Brandon cerró la puerta enojado y nosotros continuamos riéndonos.
- Pride, te imagine más de las chicas jóvenes – Harold se burla.
- Y así es… - toca su barbilla – Todavía no logro encontrar aquella mujer que logre que me quiera casar o tener algo formal, cuando eso suceda, pues déjenme decirles que tendrán a un bobo en su máximo esplendor.
- George – sus ojos marrones me observan – Mañana es el desfile de la colección de mi hermana y no quiero ir solo ¿Te apuntas? – Harold me miro ofendido.
- Y lo dices así, tan suelto – suelta el pelirrojo – Claro porque yo no soy tu amigo – se lleva la mano al pecho dramáticamente y yo ruedo los ojos.
- Tú tienes una bebe y una mujer que atender – lo miro serio – No te voy a llevar a un lugar lleno de mujeres, respeto mucho a Hannah para hacerlo.
- Igual no podía – se levantó acomodando su traje – Mañana mis suegros vienen a conocer a Anabela – hace una mueca
- ¿Eso es malo? – pregunta el griego.
- Lo es si tu suegra opina hasta de la pintura del baño – pone los ojos en blanco – Bueno señores, seguiré con mi trabajo. – saluda.
- Mañana no vengo, necesito que se encarguen con Brandon de todo – le informo y él asiente.
- Mis saludos a Emma y la bella Emily – lo fulmino con la mirada – No me mires así, eres tú el que lleva a Mr. Promiscuidad con tu hermana.
Sale del lugar dejándome pasmado, no lo había pensado, soy muy cuidadoso con las personas que dejo acercar a Emily, sé muy bien que está enamorada del idiota de Bruno, quien por cierto no la registra en lo más mínimo y aun así, mi hermana no desiste de su cariño hacia el ahijado de mi madre.
Pero ahora ese no era el problema, mi problema tenía nombre y apellido y estaba sentado a mi lado revisando sus r************* . Confiaba en Pride con mi vida y sabía que no haría nada sin pedirme permiso antes, pero me estaba resultando bastante incomodo pensar en él con mi hermana.
Emily era hermosa y no lo digo porque fuera mi hermana, ella simplemente era una combinación perfecta de mis padres, tenía el cabello oscuro como Theo y sus ojos claros, pero el cuerpo de mi madre, al igual que sus rasgos. Era introvertida y cuando se estaba con ella era imposible no ser feliz.
Si mi hermana era magnifica y encantadora, el mejor partido para cualquier hombre, va no para cualquier hombre, solo para un hombre decente que la cuide y la respete como merece. Mire a mi amigo y él me observo.
- Como te pases o le hagas daño te mato – dije al fin cuando terminé de pensar.
- No podría salir con tu hermana amigo – golpeo mi hombre – Te respeto demasiado
Se levanto y salió del lugar sin mirar atrás, curve mis labios en una sonrisa y mire mi celular que comenzaba a sonar, el tema perfect de Ed Sheeran ocupo mi oficina y sonreí al saber quién era.
- Mamá – habla con tono dulce
- Hola cariño – su voz me relajaba por completo – Puedes quedarte aquí no hay problema – la escucha hablar con alguien.
- ¿Paso algo? - levante un poco la voz para que me escuchara.
- No cariño, solo las cosas del desfile – sonaba nerviosa.
- ¿Segura?
- Claro – carraspeo – Solo estoy agotada, por cierto, llamo para confirmar que te quedaras en casa mientras nos vamos a Roma con tus tías y tíos.
- Ya te dije que sí mamá – toque mi frente – Pero no entiendo por qué, Emily tiene diecinueve y Nathan catorce, en teoría pueden sobrevivir.
- Podrían si fueran tú, pero la última vez que los deje solos, el auto termino chocado, la pileta era un cementerio de botellas y tu hermano tenía el brazo roto – suspira – Por favor, si no te quedas tu padre no querrá ir – reí.
- Si voy a ir mamá -la tranquilice – Cuidare a los cavernícolas de mis hermanos y me asegurare que la casa sobreviva hasta su regreso ¿Alguna otra cosa que deba saber?
- Eh… no – dudo y estuve a punto de preguntar que ocultaba, pero no me dejo hablar – Nos vemos mañana en el desfile – y me corto.