CUATRO Caitlin estaba corriendo. El campo de flores le llegaba a su cintura, y al correr, abría un camino entre las flores. El sol, rojo sangre, estaba sentado, como una enorme bola, sobre el horizonte. De pie, dando su espalda al sol, estaba su padre, o al menos su silueta. Sus rasgos eran difíciles de reconocer, pero ella sabía que se trataba de él. Mientras Caitlin corría y corría desesperadamente para alcanzarlo y abrazarlo, el sol se escondió abruptamente, demasiado rápido. Todo ocurrió en un instante y, en cuestión de segundos, el sol había desaparecido por completo. Se dio cuenta que estaba atravesando el campo en el medio de la noche. Su padre seguía allí, esperando. Ella sentía que él quería que ella corriera más rápido, él quería abrazarla. Pero sus piernas no le permitían co