*Alejandro*
Mis nudillos se aprietan nuevamente al volante, tratando de mantener la compostura con su mirada fija en mí. Colchándome más nervioso de lo que estoy con su presencia demoledora.
Los minutos pasan, y decido preguntarle la dirección de su casa. Ya que llevo un rato, dando vueltas en la misma redoma. Giro mi rostro, ante su silencio torturador. Cuando lo hago, mis ojos vislumbran algo hermoso, observando cómo está dormida con su rostro aplastado al asiento, en mi dirección.
¿Se ha quedado dormida por el alcohol o mi presencia es demasiado aburrida? Inquiero en mi mente, negando con la cabeza. Esta chica está totalmente loca, pienso en mis adentros.
Aprovecho la oportunidad del semáforo en rojo, para mirarla a mi antojo. Viéndose tan serena ─para lo desquiciada que es─ estando en letargo a mi lado, con su nariz chiquita y sus labios hechos el lugar en que desearía descansar. Y pensar que mis demonios se han alborotado cuando esos cabellos rubios despeinados aparecieron, dejando mi cordura de lado. Para hacer cosas que ni había pensado hacer por alguien. ¿Mandarla a rastrear para saber su ubicación, golpear a un tipo por un impulso de disgusto, todo por esta chica que tiene un lío en la cabeza? Joder, que me he vuelto loco.
Pienso que debería de decirle a Martín, recalcarle, de que busque la dirección de su casa. Por los momentos, es mejor llegar a un lugar, ya que ella está inconsciente y no permaneceré conduciendo en la misma redoma durante las horas que restan. ¿Qué haré? Me pregunto, increpando mi frente en el volante, frustrado.
Giro mi rostro, sin despegarlo de su lugar. Para mirarla... no puedo evitar hacerlo.
Repentinamente, se ha vuelto mi droga en todos los sentidos en tan poco tiempo. ¿Qué me ha hecho? Una ansiedad de tocarla entra en mí. Acerco mi mano hacia su rostro para quitarle un mechón de cabello que interrumpe su bello rostro, ella se mueve un poco pero termina igual que antes.
Inmediatamente se me ocurre una descabellada opción. El tener que llevarla a mi departamento, es el único lugar al que recurre en mi mente, de manera alarmante. ¿Por qué no se me ocurrió preguntarle a su amiga dónde queda su casa o al idiota ese? Dios, que le quería reventar un guantazo en la cara a ese imbécil.
Inesperadamente, levanto la mirada, dándome de cuenta que la luz ha cambiado a verde. Agradezco en mis adentros el que no haya vehículos circulando con sus bullosos cláxones. Sé que si eso pasara y le interrumpirían el sueño a Katherina, con gusto, armaría una repartición de guantazos.
Coloco el auto en movimiento, poniéndolo ahora en dirección a mi casa. Mis ojos miran de soslayo cada oportunidad que se buscan, para apreciarla. Como si ella fuera una maldita obsesión.
Al llegar al estacionamiento del edificio, me doy de cuenta de que ella todavía se encuentra dormida. Salgo del auto, pasando hacia el lado de la puerta de ella, al abrirla, no se inmuta. Dejándome las cosas un poco complicadas.
Tomo una bocanada de aire, dándome ánimos. Esperando de que no me dé un golpe por haber hecho, lo que estoy a punto de hacer. Hago un ademán, para tomarla en mis brazos y sacarla del auto en ellos. Desabrocho su cinturón, esperando no arruinar su paz. Pero, me doy por vencido, está demasiado ahogada en alcohol que ni sentiría que una manada de elefantes en tangas corren a su alrededor.
Deslizo uno de mis brazos detrás de su espalda y otro, por debajo de sus rodillas, tomando así, su cuerpo en un impulso. Cuando la tengo pegada a mi pecho, mi mirada baja hacia su vestido, dándome de cuenta de que pareciera que le han robado tela. Trago con dificultad, para que mis deseos no se mezclen con mi cordura. Levanto la mirada rápidamente, hacia el cielo oscuro.
─¿Por qué?─ Me pregunto, sintiendo su piel tibia en mis palmas. Ella se retuerce en mis brazos, sobresaltándome. Pero, termina acomodándose, apoyándose de mí.
Suelto la bocanada de aire que retuve sin consciencia.
Comienzo a caminar decidido, con ella en mis brazos. Mientras sus piernas largas y pálidas se bambolean con mis pasos. Cruzo la entrada del edificio de departamentos, cayendo en conciencia de que ella no pesa tanto como pensaba, ya que su altura es predominante. Ella se sostiene de mí, con un brazo detrás de mi cuello y con su otra mano, se aferra al cuello de mi suéter. Eso hace que una corriente eléctrica recorra todo mi cuerpo y solo me limito a mirarla.
Luego de llegar al ascensor, mis ojos siguen en ella. Pensando en que tengo suerte de que no esté despierta o siquiera consiente, no querría que viera la cara de estúpido que refleja mi rostro en estos momentos.
El ascensor se detiene, abriendo sus puertas para nosotros. Llego hasta el lobby de mi departamento, o mejor conocido, el pent-house. A veces pienso, que es mucho espacio, solo para mí. Aumentando mi soledad en este lugar. Me detengo en la puerta, pensando en abrir la puerta, bajo mis pupilas, pensando en que no quiero soltarla de mis brazos. De manera sorpresiva, siento cómo se mueve, suspirando y abriendo sus ojos verdes hacia mí, para luego, cerrarlos al cabo de unos segundos.
Su cuerpo se aferra más a mí.
Dejo salir un suspiro salvador. ¡Hostia, que me ha asustado! Hago un ademán de abrir la puerta frotando la tarjeta que se encuentra en mi pantalón, sobre el sensor, situación que se vuelve extraña y fallida con ella en mis brazos.
Súbitamente, ella vuelve a moverse, pero de manera brusca, encontrando la forma en que mis brazos la suelten y ella caiga en sus pies con algo de dificultad. Sus piernas tropiezan tal cual Bambi recién nacido, pero ella encuentra un poco de estabilidad, sorprendiéndome.
Encuentra recortarse de la puerta, mientras parpadea buscando nitidez. ¡Joder, que está loca!
─¿Estás bien, Katherina?─ Pregunto ante la escena en donde ella me asesina porque pensaba que yo iba a profanar su cuerpo.
Alejandro ¿Por qué estás haciendo todo esto? Inquiere mi mente. No tengo la menor idea, solo sé, que tengo una sensación palpitante por esa loca de remate.
─¿Puedes sostenerte?─ Le inquiero preocupado. Ella respira fuerte y fija sus ojos verduscos en mí. Terminando de recostar su espalda en la puerta.
Observo con pasión, cómo su semblante ha cambiado, mirándome de manera intensa, como si ella pudiera ver en mi interior. Ella curva una sonrisa en su boca... volviéndose lo más sexy que he visto.
─¡Tarán!─ Suelta de repente, exclamando con emoción como si fuera un truco de magia.
Abro los ojos ante ella por su gracia, ella se ríe para acercarse tambaleándose hacia mí, cuando llega a mi cuerpo, se tropieza y la sostengo inmediatamente. Su mirada todavía sigue en mí, pero esta vez inspira deseo y quiero besarle ahora mismo. Me niego a hacerlo, eso no es de caballeros, mi anterior yo, lo haría con gusto. Eso quedó en el pasado. Pienso, con nostalgia.
Con sus manos en mis antebrazos me digno a abrir la puerta del departamento y ella solo se presiona más de mí. Me muevo hacia la puerta y la abro rápidamente, ella no quita su mirada de mí y siento que está taladrándome por dentro porque quiero también hacerlo.
Ella se suelta rápidamente de mí y bamboleándose en sus tacones, entra rápidamente al departamento. Me quedo estupefacto por sus acciones tan desprevenidas para mí.
Llega hasta el medio de la sala y cierro la puerta detrás de mí, al entrar, las luces se prenden inmediatamente con el sistema. Vislumbro cómo ella oculta sus ojos detrás de sus brazos levantados por el destello de luz y veo dolor en su boca, me aproximo a apagarla para quedarnos alumbrados solo por la luz tenue de la luna que se cuela por todo el ventanal que rodea la sala.
Teniendo un penumbra personal, solo para nosotros.
Observo que ella se acerca hacia mí como una gacela, mi cuerpo se coloca rígido, ante su imponente presencia. Súbitamente, su cuerpo arropa el mío, abrazándome fuertemente. Dejando su hermoso rostro en la curvatura de mi cuello, mientras su respiración desigual palpa mi piel latente con las emociones que ella despierta con sorpresa.
Mi cuerpo con entusiasmo, la abraza, cubriendo su cuerpo sutilmente. La rodeo con mis brazos lentamente como si estuviera tratando con una fina escultura de cristal y con miedo a romperla, siento el roce de su espalda con mis brazos, sintiéndose tan bien su tacto con el mío. Ella es tan cálida, que al abrazarla me siento como en el paraíso y estoy sereno con sus brazos en mí.
Los minutos pasan con premura, abrazados de esa manera en el medio de la penumbra. Transformándose para mí, en los mejores minutos de mi vida. De repente, despega su rostro de mí, levantándolo. Para mirarme con aquellos verduscos ojos, que se han vuelto un maravilloso poema para mí. Joder, qué ojos tan bellos.
Observo cómo se pasa su preciosa lengua por los labios, húmedos por su remojo, los miro fijamente. Sí que me provoca... agachando mi cabeza para tenerlos más cerca, ella reacciona evitándome, eso me agarra de sorpresa. Nadie había evitado nunca, un beso mío, cosa que me desconcierta en su totalidad.
Inesperadamente, acerca su cabeza hasta mi oído, haciéndome sentir una corriente a causa de su respiración en mi audición.
─Llévame a la cama─ susurra suavemente. De una manera encantadora.
Me sorprendo por lo que dice, pero me inmuto a moverme. Ella me ha paralizado, ella se adueña totalmente de mi control. Al verme que no haga nada, se aleja lo suficiente de mí, para tomar mi mano. Al hacerlo su calor lo trasmite a través de la palma de sus manos y dedos juguetones.
Comienza a llevarme al final de la sala, donde se encuentra mi habitación con la puerta abierta. Mis pies se dejan llevar por su domadora, quien me dirige directamente a ese lugar. Al entrar, las luces deciden permanecer apagas, donde nuestras siluetas marcadas por la suave luz que entra por la ventana dando una amplia vista hacia toda la ciudad, son las protagonistas.
Súbitamente, sorprendiéndome una vez más. Camina hacia la cama, soltando mi mano. Se coloca encima de ella, posicionándose en sus rodillas, en la cama. Sus ojos se encuentran incandescentes en los míos, tan seductores como ningunos y tan penetrantes como ellos. Abre su boca relamiendo sus labios, llevándome a un abismo.
─¡Tócame!─ Deja salir de entre sus labios, exclamando esa petición sugestiva. Para terminar de caer de espaldas en la cama. Como si se estuviera entregando a mí.
Estupefacto corro para ver su estado, ya que no se mueve. Pero para mí tan recurrente sorpresa, caigo en cuenta que está dormida y que de esta, nadie la despierta.
Me coloco erguido, preguntándome ¿Es en serio? Dejo salir un suspiro, ante su descarada proposición. Realmente esta chica, traerá a mi vida tantas emociones indescriptibles o terminaré perdiendo la cordura. Seguramente, serán las dos cosas.
Sosteniéndome la cabeza con mis manos, me quedo estupefacto observándola ¿Por fin se ha quedado quieta? Me pregunto, para proceder a despojarlas de esos molestos zapatos. Y dejarlos a un lado de la cama. Termino de deslizar el forro de la cama, por las curvas de su cuerpo. Cubriéndola hasta los hombros, y luego mover una almohada posándola debajo de su cabeza.
Comienzo a alejarme con lentitud sin dejar de empaparme los ojos con ella. Desisto en un sillón al lado de la cama, dejándome caer en él. Se me va la vida mirándola, dejándome llevar por el cansancio de las emociones que explotaron en desmedida, solo con ella. Para quedarme dormido en el mullido asiento, con su hermoso rostro y acciones de loca, grabados en mi mente.