La mañana siguiente encontró a Emily adormecida, recostada frente a la cama de Alexander. Durante toda la noche estuvo a su lado, atenuando su ardiente temperatura corporal con compresas de agua fresca sobre su piel. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, él continuaba en el mismo estado. Lo que Emily desconocía era que este proceso era completamente normal. En ese instante, el cuerpo de Alexander libraba una batalla interna para sanar las heridas provocadas por el ataque del zorro. Como parte de esa lucha, su temperatura corporal se incrementaba, pero no se trataba de una fiebre humana. Era la forma en que su organismo combatía las lesiones. Alexander optó por guardar esta información para sí mismo, deseando que Emily permaneciera a su lado.
Era cierto que este proceso debilitaba a Alexa
