Después de que Emily le hubiera entregado con delicadeza la bandeja con la cena a Thomas, él se dirigió con tranquilidad hasta su habitación. Allí, Isabella se encontraba luchando con sus propias dificultades para ponerse el corsé y asistir a la cena, aunque en lo más profundo de su ser, no deseaba participar. Con movimientos pausados y cuidadosos, comenzó a trenzarse el corsé a su cuerpo, consciente de que no podía vivir sin él, sintiéndose desnuda si no lo ajustaba antes que cualquier otra prenda.
—¡Ay! Mis manos y brazos me duelen terriblemente. Necesito a mis doncellas — se quejó Isabella, con su frustración en aumento al tener que enfrentarse a la dificultad de ajustarse el corsé por sí misma. Además, tenía prisa y el tiempo apremiaba.
Sin embargo, mientras luchaba por sí sola, la p
