Isabella no apartaba la mirada de Thomas, tan enamorada de su presencia que solo tenía ojos para él. Sentía una profunda seguridad en sus brazos, pero la extenuación de su largo viaje la venció y acabó desmayándose. Con delicadeza, Thomas la cargó sin nada de esfuerzo y la depositó suavemente en el sofá cercano a la calor de la chimenea, buscando abrigarla y calentarla, pues sintió que sus extremidades estaban gélidas. Mientras el cálido moreno llevaba a la hermosa Isabella hasta el acogedor sofá, todos los presentes los siguieron en silencio, observando la escena con una mezcla de curiosidad y asombro. —¿Quién es ella? —preguntó Elena, con una chispa de curiosidad en sus ojos. —Es verdaderamente bella... —murmuró Jonathan, sin apartar la mirada de la joven, recibiendo aprobación en form