Eran alrededor de las diez de la mañana, bañando la habitación de Ethan con una suave luz matutina, por suerte ese día había amanecido despejado. El aroma del desayuno recién preparado aún flotaba en el ambiente, junto con la sensación reconfortante de una taza de café caliente que ya había sido disfrutada. Ethan, vestido elegantemente con su traje impecable, se encontraba inmerso en un juego de ajedrez en solitario. Sus movimientos eran precisos y calculados, cada pieza estratégicamente colocada en el tablero. En un rincón de la habitación, dos cazadores, vestidos con sus uniformes oscuros y equipados con sus armas en el caso de los hechiceros, se mantenían en posición de guardia. Aunque Ethan no necesitaba protección, como rey, nunca se permitía estar solo. Los cazadores eran como parte