Mientras tanto, en la mansión de campo de los Wolfsbone, Emily y Alexander se encontraban en medio de una escena que solo era posible porque los dos estaban solos en ese momento.
—¡Ahh! —exclamó Emily entre risas mientras corría velozmente sin prenda alguna por un largo pasillo. Alexander, decidido a atraparla, la perseguía de cerca.
—¡Solo te estoy dando ventaja, pero no escaparás, mujer! —declaró Alexander mientras se transformaba en su lobo blanco, con un tamaño más grande que uno convencional. En tan solo unos pasos, se colocó frente a Emily, quien hábilmente lo rodeó y siguió corriendo.
—¡Soy mucho más veloz de lo que crees, jajaja! —bromeó Emily mientras dejaba atrás a Alexander. Este, volviendo a su forma humana, la alcanzó en un instante y, con una expresión juguetona, la cargó
