Horas más tarde ese mismo día, Emily se encontraba en una elegante sastrería humana, acompañada por Campbell, quien aguardaba afuera mientras ella se encontraba en una habitación privada, probándose el magnífico vestido que había pasado entre la familia Wolfsbone por generaciones y el cual como dictaba la tradición de ellos, la joven tendría que lucir en su fugaz boda. Sin embargo, la emoción y la anticipación se transformaron rápidamente en decepción y frustración cuando Emily se dio cuenta de que el vestido simplemente no le quedaba bien. Era como si el vestido, de un estilo antiguo y con varios siglos de historia a sus espaldas, fuera destinado a una mujer más alta y de constitución más robusta. Emily nadaba dentro de esos pesados y delicados tejidos, adornados con detalles de exquisit