En el dormitorio principal, Emily y Alexander habían despertado de su sueño reparador y no estaban en medio de un encuentro íntimo, sino que se encontraban en la cama desnudos, pero ahora se dedicaban a conversar y conocerse más. Emily tomaba la mano del rubio y la comparaba con la suya, las manos de Alexander eran notoriamente grandes y aunque estaban bien cuidadas, parecían toscas en comparación con las de ella. —Tienes unas manos tan grandes, Alexander —murmuró Emily mientras mantenía la mirada fija en su mano entrelazada con la suya. Alexander le respondió con una sonrisa, sin apartar la mirada de ella. —Mis manos no son tan grandes, las tuyas son pequeñas —respondió él con afecto. El rostro de Emily se iluminó con una sonrisa y le respondió juguetonamente: —Quizás tengas razón co