Thomas, sin perder tiempo, se apartó y se arrodilló entre las piernas de Isabella. En ese momento, olvidó por completo los "consejos" de Jaime y simplemente siguió su instinto, sujetando su sexo erecto, grande y grueso, llevándolo hacia la zona íntima de ella. Con delicadeza, comenzó a adentrarse, asegurándose de suavizar cualquier posible dolor o incomodidad que pudiera experimentar debido a la virginidad de Isabella. En ese momento, todo se convirtió en un acto de amor y entrega, donde el placer se entrelazaba con la confianza y el respeto mutuo. Isabella se relajó por completo, sumergida en un acto de intimidad profunda. No sintió ni un ápice de dolor cuando Thomas la penetró por completo, ya que sus cuerpos se entrelazaron en un abrazo apasionado. Sus manos se deslizaban por la piel s