Después de haberse aseado, Isabella solicitó la ayuda de Thomas para vestirse y él, por supuesto, le prestó su colaboración. Durante el proceso, el apuesto hombre lobo de cabello ondulado la besaba con ternura mientras le ajustaba el corsé, la acariciaba con suavidad al ponerle el vestido, y deslizaba sus manos cariñosamente por sus piernas al calzarle las botas. Aunque en su mente Thomas consideraba que Isabella debería aprender a vestirse por sí misma, en su corazón sabía que como Alfa, era difícil desobedecer los mandatos de su compañera de vida. Por lo tanto, le resultaría difícil desvincularse de ese hábito, a menos que Isabella decidiera cambiarlo por sí misma, sin que él se lo pidiera. Una vez listos, Thomas tomó la mano de Isabella y juntos salieron de la habitación, encaminándose