—Voy a adentrarme en ti... —susurró, emocionado, mientras se acercaba una vez más a los labios de Elena. Una de sus manos guio su erección hacia el íntimo santuario de ella, mientras su lengua jugueteaba traviesa sobre los labios de la mujer, explorando cada centímetro con deleite.
Cuando Campbell se fundió dentro de ella, Elena dejó escapar un suave gemido, y él comenzó a moverse, ascendiendo sus manos por la cintura de la Inari con suavidad, acariciando su piel de porcelana. Ella, sintiendo la excitación recorrer todo su cuerpo, soltaba suaves gemidos, entregándose completamente a él. Cada roce, cada beso, eran fuego sobre su piel, despertando todos sus sentidos. El placer era indomable, una danza de excitación y lujuria que les envolvía por completo, y Campbell aumentaba el ritmo de es
