Caminaba detrás de ellas mientras las mujeres se mantenían en silencio. Todo su ser se sentía como si estuviera marchando directo hacia su propia muerte. Aunque su vida no fuera la mejor del mundo, él no quería morir. Anhelaba seguir viviendo y avanzar en el mundo de los cazadores, soñaba con aniquilar lobos y ascender en la jerarquía, incluso estaba emocionado por presenciar la boda de Emily. Pero, al parecer, todos esos simples sueños no se harían realidad. —Hemos llegado, quítate las botas —indicó una de las cazadoras. —¿Ah? ¡Oh, sí, ya voy! —respondió Duncan, tan inmerso en sus pensamientos que seguía caminando por pura inercia. No se había dado cuenta de que ya habían llegado a esa parte del palacio que pertenecía al rey. El suelo se veía más pulido, los muebles más modernos y el