Después de aquel apasionado beso, Emily se sintió completamente desorientada, pero sin darse cuenta, una melodía animada de piano llenó el aire. Era Campbell quien estaba tocando con gran destreza. —Deben bailar los novios —dijo Campbell sin dejar de tocar, instando a la pareja a continuar con la celebración. —¡Que bailen los novios! —exclamó Jaime emocionado. —Sí, que bailen —añadió Thomas con voz suave, esforzándose por disfrutar de la boda a pesar de sus propios sentimientos, y encontrando la felicidad de ver a su rey cumplir finalmente su deseo de tener una esposa... Mientras tanto, en la fría y húmeda ciudad de Londres, el sol parecía resistirse a ponerse en aquella época del año. A pesar de ser casi las siete de la noche, su resplandor dorado aún se asomaba en el horizonte cuando