Esa noche soñé con Even.

1652 Words
—Date prisa y desvístete.  No entendí a qué se refería cuando dijo aquello. Solo fui consciente de mi cuerpo temblando y las estúpidas y frías lágrimas cayendo por mi rostro al suelo de su habitación.  Sentí sus manos sobre mis caderas, me quedé quieto, él era solo una mancha borrosa frente a mí. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Por qué estaba dejando que él hiciera algo como eso? Temblé.  Tenía miedo. Sus manos quitaron mi cinturón y lo arrojaron al otro lado de la habitación, luego bajó mis pantalones con mucho cuidado por mis piernas, no fui capaz de resistirme o golpearlo, solo estaba ahí de pie como un estúpido espectador más, sin decir nada, sin hacer nada.  Sus labios besaron mi cuello, quitó mi corbata con un movimiento rápido, tal como lo había visto hacer minutos atrás con la suya, desabrocho mi camisa y sus dedos se deslizaron por la tela de forma sutil.  —Quédate quieto o voy a golpearte — susurró en mi oído, comencé a llorar con más fuerza, él se alejó un paso y me observó, su mirada parecía cansada incluso algo divertida en el fondo.  —Cállate, no voy a detenerme solo porque armes un berrinche. ¿Entiendes? — sus labios volvieron a presionarse contra los míos, su lengua se movió dentro de mi boca de forma lenta como si estuviera realmente disfrutando de algo muy bueno. Sentí sus manos recorrer mi abdomen, traté de hacerme a un lado, su mirada verde se clavó en la mía, dura y fría, demasiado molesta, me asusté. Siguió besándome, mis labios, mi barbilla, mi cuello y sus manos bajaron suavemente hasta mi entrepierna, me tocó con suavidad.  —¡No, no! — grité mientras me empujaba su cuerpo con brusquedad, Even trastabilló, pero no cayó al suelo, más bien parecía sorprendido igual que yo.  —Como quieras, hazlo por ti mismo entonces.  —¿Qué? —Lo que escuchaste, mastúrbate entonces tú solo — dijo, caminó hasta el escritorio y abrió una de las gavetas, sacó una caja de cigarrillos y se colocó uno en la boca, lo hizo girar despacio con su lengua. —¿Qué estás esperando? —Even… Esto… Yo…  —¿Tú, ¿qué? Demonios, termina las malditas frases que tengas que decir, realmente me pone de malhumor escucharte balbucear todo el maldito día — me limpié las lágrimas, miré mis pantalones enredados en mis tobillos, mi camisa abierta y mi corbata roja en el suelo, temblé.  —¡Deja de temblar como un idiota y haz lo que te dije! — gritó, tiró mi mochila de la silla del escritorio y la arrastró hasta quedar frente a mí, se sentó en ella y encendió el cigarrillo con un encendedor plateado, la pequeña llama naranja ilumino su rostro. Realmente estaba muy asustado.  ¿Qué mierda es lo que quería Even de mí? Pero aun si lo supiera sabía que no podría resistirme o hacer algo, era un cobarde de todas formas. Sollocé, él lanzó el encendedor, pasó junto a mi mejilla antes de estrellarse contra la puerta, cayó a mis pies.  Me quede inmóvil.  —¡Mierda! Odio repetir las cosas, Johannes, ¿lo sabes no? Entonces si lo sabes, hazlo. Mis manos temblaron, mis ojos volvieron a llenarse de lágrimas y Even se convirtió en una mancha borrosa de nuevo frente a mí, lo oí suspirar.  —Estoy cansado.  Sorbí mi nariz y me limpié con la manga de mi camisa, él se levantó de la silla y apagó el cigarrillo contra la madera de ésta, caminó de nuevo hasta mí.  —Eres muy bonito, realmente me gustas, pero no puedo tolerar tus malditos berrinches y tus malditas lágrimas — me abofeteó, el dolor se extendió por mi mejilla segundos después, me mordí el labio para no gritar. Colocó una de sus piernas entre las mías y me hizo abrirlas un poco más, sus manos se deslizaron de nuevo por mis caderas, hasta llegar a la pretina de mis bóxer, me quedé paralizado cuando comenzó a bajarlos lentamente por mi cuerpo.  —Even, no, por favor, no — sollocé, me regaló una linda sonrisa y sus manos se deslizaron suavemente sobre mí, un gemido se deslizó por mi garganta, volví a llorar mientras Even me tocaba. —¿Por qué lloras? Lo estás disfrutando, ¿no? Entonces, CÁLLATE.  Even me tocó de forma amable casi gentil, me sentí como un estúpido, un completo tonto cuando los gemidos se alzaron por mi garganta y llenaron su habitación, cuando mi cuerpo reaccionó a su toque, a la manera en que sus manos se movían sobre una erección que él mismo había provocado. Lo escuché gemir contra mi oído también, pero ya no me importó porque al final él siempre terminaba haciendo lo que quería sin remordimiento, sin nada más.  Un gemido aún más fuerte escapó de mis labios y me clavé mis uñas contra su espalda y él gruñó en respuesta, sus mejillas estaban sonrojadas y había una ligera capa de sudor perlaba su cuerpo, fue en ese momento cuando sus ojos verdes me miraron y después se cerraron, sus largas pestañas proyectaron sombras en su hermoso rostro, terminé sobre su palma en ese momento.  Even se alejó de mí, lloré y me deslicé por la puerta con la espalda apoyada en ésta, me senté sobre el suelo de madera, estaba frío. Miré a Even y pude ver su cuerpo desnudo, se limpió las manos con la toalla que anteriormente tenía envuelta a su cintura y la tiró al suelo, cerré los ojos con fuerza para dejar de verlo.  —Cállate. Creo que he sido muy paciente contigo, así que solo cierra la maldita boca.  No dije nada, me quedé ahí, con mis piernas pegadas a mi pecho y mis brazos rodeándolas con fuerza, las lágrimas se sintieron aún más pesadas, más frías de alguna forma y mucho más crueles.  Estúpido, era tan estúpido.  —Ven aquí — murmuró Even, abrí los ojos de golpe y levanté el rostro estaba sentado al borde de la cama, seguía desnudo y fumaba otro cigarrillo.  —...N-No.  —¿Qué?  —¿Puedo…  —Dios, eres tan frustrante — lanzó el humo del cigarro hacía el techo, traté de levantarme mientras cubría mi cuerpo desnudo con mis manos.  —Ven aquí, no voy a repetirlo — alargó una mano en mi dirección, miré mis pantalones y ropa interior sobre mis tobillos, los levanté y empecé a vestirme, fuera como fuera tenía que salir de ahí ahora.  —¿Qué estás haciendo? ¿Quieres que te quite de nuevo la ropa? No me importaría hacerlo, eres lindo sin ella — se encogió de hombros y sonrió, esa maldita sonrisa.  Abotoné mi camisa y levanté mi corbata del suelo de madera con manos temblorosas, Even sólo me observó desde su lugar en la cama, luego suspiro y se puso de pie, mi cuerpo se tensó de inmediato, miré mi mochila tirada y luego la puerta.  —Aún no puedes irte, si es lo que estás pensando.  —Even…  —¿Qué? Habla, ya te dije que odio que no completes lo que quieres decir — dijo en tono casi amable, me estremecí.  —Me… Me voy.  —Ah, y yo dije que no puedes irte aún.  —Pero…  —Shh, está bien. Seré bueno contigo, no tienes por qué preocuparte. Al final tienes que empezar lo que iniciaste — y miró su erección, yo desvié la mirada al librero, respiré hondo, podía correr si era necesario o quizá podría golpearlo y correr. No, no podía hacerlo. Mierda.  —No. —¿No? No estás en posición de decir algo como eso, de verdad voy a golpearte, así que trata de callarte y hacer lo que digo.  —No voy… No voy a hacer nada de esto — el temblor en mi voz era evidente, Even sonrió de nuevo y sus ojos verdes se clavaron en los míos.  —Bien, sabes que, estoy harto de ti. Lárgate si es lo que quieres — caminó hasta donde se encontraba mi mochila y la tomó, luego la arrojó a mis pies, la recogí con un ligero temblor.  —Even.  —Diablos, ¿Qué es lo que quieres? — contestó molesto, se acercó a su armario y se puso un par de pantalones de pijama azules y una sudadera gris.  —Mis… Mis lentes — susurré, levantó la mirada y se dirigió hasta donde se encontraba su mochila buscó dentro por algunos minutos antes de encontrarlos, también los arrojó hasta mí. Estaban rotos.  —Perdón, el estúpido de Kyle los rompió. Te compraré otros.  —...No — levanté mis lentes del suelo, estaban partidos por la mitad, los presioné en mi mano, me mordí el labio.  —Como quieras, de verdad lamento eso, de cualquier forma — guardé los lentes en el bolsillo de mis pantalones, ¿Cómo diablos iba a decirle a mi madre que los lentes que tanto esfuerzo compró para mí ahora estaban rotos? ¿Cómo iba a decirle que el regalo que me había hecho ahora era basura? Tomé entonces todas mis cosas y salí de ahí, corrí tan rápido como pude cuando la puerta de entrada se abrió, no me importó que estuviera lloviendo o los gritos de Even detrás de mí, solo corrí hasta casa con lágrimas, estúpidas lágrimas en mi rostro, porque no había algo más que yo pudiera hacer, solo llorar.  Tan patético era.  Entre a la ducha tan pronto llegué a casa, mamá aún no había salido del trabajo. Estuve bajo la regadera mucho tiempo, tanto que mi cuerpo entero temblaba cuando salí de ahí y me vestí, me metí a la cama y deseé que todo aquello solo hubiera sido una cruel pesadilla, aunque sabía que no era así.  Esa noche soñé con Even.
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