Desvístete.

1671 Words
Observé la casa de Even, las puertas de madera y el jardín parecían demasiado elegantes y hermosos comparados a las demás casas en aquel vecindario de clase media. Sus techos altos de tejas oscuras y sus paredes exteriores de un blanco brillante que invitaban a mirarla por mucho tiempo; tenía un precioso y amplio porche en la parte de delantera de la casa, un par de mecedoras de madera oscura también y unos tiestos con plantas sobre las ventanas.  Observé cada uno de los detalles de aquella casa, realmente deseaba no dejar de verla si fuera posible, pues no se comparaba al pequeño departamento donde vivía desde hacía 17 años con mi madre donde el espacio era demasiado reducido y un problema constante. —Entra — me ordenó Even una vez que abrió la puerta, hice lo que dijo y lo seguí dentro de aquella casa, lo vi quitarse los zapatos y lo imité enseguida, los dejé junto a la entrada a lado de los suyos.  —Even…  —¿Ahora qué?  —Mmm… ¿Tu madre… —Ah, no te preocupes, ella nunca está en casa. Volverá pasada la medianoche, tenemos mucho tiempo antes de eso. ¿Le dijiste a tu madre que estarías afuera por un trabajo escolar? — me condujo hasta la amplia sala de sillones y muebles oscuros, fui consciente del suelo de madera bajo mis pies y los cuadros de pinturas famosas colgados por las paredes, también todas las piezas de arte perfectamente colocadas en cada espacio de aquella habitación.  —¿Johannes? —Lo hice — susurré, odiaba mentirle a mi madre, pero cada vez que se trataba de algo relacionado con Even, no tenía más remedio que hacerlo, ella aún creía que Even y yo éramos buenos amigos, pero Even no era mi amigo, ya no.  —Excelente, no quiero que vaya a preocuparse — volteó a verme y sonrió, desee poder tener la valentía y la fuerza para poder golpearlo cada vez que aparentaba aquel falso interés hacía mi madre o hacía mí.   —...Sí. —Subiremos a mi habitación. ¿Quieres comer algo antes? — negué con la cabeza y él solo chasqueó la lengua, pero no dijo nada.  Avanzamos por la escalera y luego por el pasillo, vi fotografías de un Even más joven en el preescolar y la escuela primaria, vi retratos de su madre también, el parecido de ella y Even era extraordinario, tenían los mismos ojos verdes y el mismo cabello oscuro que enmarcaban unas facciones bonitas, pero algo frías y distantes; no había fotografías de su padre.  Se detuvo en una de las puertas y la abrió, entró y yo lo seguí, su habitación era como el resto de la casa, demasiado elegante y cara comparado a las cosas que estaba acostumbrado a ver, me quedé de pie junto a la entrada. Even dejó su mochila al pie de su cama y se quitó la corbata con un movimiento rápido, la tiró sobre el suelo y luego comenzó a desabrochar su camisa blanca, algo que me hizo sentir incómodo, pero no pareció preocuparse.  —¿Qué haces ahí? Deja tu mochila en el escritorio — murmuró, se quitó la camisa y la dejó sobre las sábanas de su cama, me acerque al escritorio donde una pila de libros y hojas sueltas se mezclaban, una computadora y lápices de colores.  Deje mi mochila sobre la silla, ¿Qué se supone que debería hacer? ¿Por qué Even me había pedido que fuera a su casa? —Oye, ¿quieres tomar un baño? — preguntó de pronto, volteé a verlo y negué con la cabeza, él entrecerró los ojos y suspiró pesadamente.  —Ahora o después tendrás que tomarlo — continuó, me encogí de hombros y volví a negar con la cabeza, sin decir nada. ¿Qué rayos debería decir? —Espera un momento, ya vuelvo —, lo vi entrar en una de las puertas que estaban dentro de la habitación, lo que supuse era el baño, después de unos segundos el agua de la regadera me confirmó que así era.  Me quedé de pie frente al escritorio, por un momento pensé en salir corriendo de ahí para ir a casa, pero tampoco quería ver a Even enojado por hacer aquello, así que simplemente opté por quedarme ahí para saber qué es lo que quería de mí.  Observé la habitación, realmente era más grande de lo que alguna vez imaginé, había una cama en el centro, varios libreros que cubrían las paredes de un celeste claro, un escritorio, un par de mesas de noche y un sofá.  Recorrí cada uno de los libreros, pase mis dedos por los lomos de los libros, una fina capa de polvo se levantó, leí los títulos en silencio y saque un par de ellos para apreciarlos mejor, se veían realmente viejos y usados, me preguntaba si Even realmente los había leído o si simplemente estaban ahí por capricho para decorar aquel lugar. —Puedo prestarte algunos si lo deseas — su voz me hizo temblar en mi lugar, los libros resbalaron de mis manos y cayeron al suelo abiertos.  —Tan tonto — suspiró, me apresuré a levantarlos y colocarlos de nuevo en su lugar.  —L-Lo siento.  —No importa — contestó, ya no me miraba, se secaba el cabello húmedo, una toalla estaba anudada en su cintura. Tragué con dificultad.  —¿Qué… ¿Por qué…  —¿Quisieras terminar esas preguntas? Realmente es frustrante.  —Perdón — se acercó lentamente a mí, yo retrocedí un paso, choque contra el librero, otra pequeña capa de polvo se levantó, Even estornudo.  —Idiota — se alejó y se sentó sobre la cama, arrojó la toalla con la que secaba su cabello al suelo junto a mis pies, la levante despacio y la presione contra mis manos. —Even, ¿por qué estoy aquí? — pregunté, él se encogió de hombros, sus músculos se contrajeron un segundo, él era tan hermoso de una manera que dolía. ¿En qué diablos estaba pensando justo ahora?  —Ah, nada en especial. Odio los viernes y no tenía con nadie con quien estar en casa, no quería estar solo.  —¿Por qué yo?  —Mmm…  —Even.  —Deja de decir mi nombre, vas a desgastarlo.  —Pero… ¿Pudiste… ¿Pudiste llamar a algún amigo? —Supongo que sí, pero no puedo hacer lo que quiero hacer con ellos, ¿sabes? —¿Qué? — pregunté confuso, él sonrió, tenía una de esas sonrisas lindas y que invitaban a acercarte a él, sin embargo, me quedé en mi lugar.  —Bueno, digamos que ellos no son tan lindos como tú — volvió a sonreír en mi dirección, yo lo miré aterrado, volví a retroceder por instinto y volví a chocar contra el librero. Otra capa de polvo, dos estornudos por parte de Even.  —Mierda, aléjate de ese lugar — gruño molesto, di un par de pasos hacía el escritorio, todo eso se estaba volviendo demasiado confuso, ¿Qué demonios quería de mí?  —Creo que mejor me iré — coloqué la toalla sobre el respaldo de la silla y tomé mi mochila, él no dijo nada. —No vemos mañana, Even. Adiós — susurré, caminé hasta la puerta y la abrí, con un golpe sordo se cerró de nuevo.  —No dije que podías irte tan pronto, ¿o sí, Johannes? — su brazo estaba a pocos centímetros de mi rostro, me alejé y él cerró la puerta con seguro. Tragué. ¿Qué se supone que era todo esto? —Even, sólo déjame salir — él me observó, se acercó un par de pasos y tomó el cuello de mi camisa con una mano, me azotó contra la pared, mis manos temblaron, mi mochila cayó de mi hombro al suelo con un fuerte ruido. —No — sus labios se acercaron a los míos, giré el rostro y el beso quedó sobre mi mejilla, escuché a Even reír. —Mierda, ¿en serio? Realmente creí que todo esto sería más fácil — sostuvo mi rostro con una mano, trate de separarlo de mí, pero volvió a empujarme contra la pared.  Esta vez no solo fueron sus labios, sentí su lengua recorrer el interior de mi boca con demasiada tranquilidad y sus labios besando los míos, traté de empujarlo de nuevo, pero sus caderas me presionaron con fuerza.  Las lágrimas cayeron de mis mejillas, no quería eso otra vez, no quería que él jugara conmigo de esa manera. No podía soportarlo. No podía. Se alejó después de unos segundos, sonrió y se limpió la boca con el dorso de la mano.  —Rayos, realmente no sabes besar, Johannes. ¿Alguna vez tuviste una novia? — preguntó, su aliento se sintió fresco sobre mi rostro, sus largos dedos quitaron las lágrimas que aun caían de mis ojos con cuidado.  —¿Nunca has tenido una novia? — continuó, me sorbí la nariz y él arrugó el entrecejo, negué y bajé la cabeza, un par de lágrimas cayeron al suelo.  Quería salir de ahí. Quería que él simplemente volviera a lo mismo de antes. Prefería los golpes que esto.  —Vaya, creí que estabas enamorado de Audrey. ¿Nunca le dijiste lo que sentías? — su tono burlón me hizo estremecer, levantó de nuevo mi barbilla con su mano, yo la alejé de un golpe, él me observó, pero no pareció importarle, volvió a tomar mi barbilla con más fuerza y levanto mi rostro a su altura.   —Déjame.  —No.  —Por favor, Even, no le diré nada a nadie.  —No me importa, ¿Quién te creería? — las lágrimas volvieron a caer por mis mejillas, él suspiró hondo y negó con la cabeza un par de veces.  —No creí que fueras tan sensible, en fin, te diré esto solo una vez y quiero que no comiences con tus tonterías, ¿bien? Bueno, desvístete.
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