Mackenzie dio un paso atrás y se chocó con algo sólido. Se dio la vuelta y se encontró con su padre. Estaba parado, con sus ojos sin vida mirándola fijamente. Abrió la boca para hablarle y le salió un susurro rasgado. “Siempre estaré muerto, Mac,” dijo él, extendiendo la mano para tocarla. “No importa lo que luches, siempre estaré muerto.” Su mano se apoyó en el hombre de ella y hasta con la camisa de por medio, pudo sentir que su carne muerta estaba increíblemente fría. “Papá…” dijo ella. Mackenzie se despertó sobresaltada a las 4:32 y supo al instante que ya no volvería a quedarse dormida. La camiseta corta que se había puesto para ir a dormir estaba empapada en sudor y el corazón le martilleaba en el pecho. Salió rápidamente de la cama, como si la cama hubiera conjurado la tormentos