Consumación de la primera parte del plan
—¿Crees que esto funcione?
Tan arrasada se estaba sintiendo con toda esa experiencia que en su mente se hizo un ovillo de estambre sin ubicar la punta del comienzo y el fin de tanta sensación tan buena y que a la vez le generaba tanto susto, que le resultaba difícil
coordinar y terminó haciendo esa estúpida pregunta. Se odió por lo fuera de lugar que le resultó caer en puntos propios de la intimidad de lo que se puede esperar de una pareja cuando sus planes estaban totalmente alejados de ello. Anna no quería una relación con Graham.
Lo miro fijamente, pues no se podía creer que sea él quien estuviera allí en esa habitación cuatro por cuatro con ella.
«Convéncete Anna es él, Graham, Graham Riverel, tienes a este hombre encima de ti, a él es a quien te estás devorando al extremo de sentir que te va a dar una embolia de tanta satisfacción”, le dijo el subconsciente como dándole las cachetadas que
no admitía de tanto placer.
—No tiene que funcionar, solo disfrútalo y más nada —su voz gruesa y varonilmente aterciopelada inundó los oídos de la delgada morena, la hizo estremecer bajo semejante cuerpo, él percibió el temblor pero estaba tan extasiado que ignoró tal reacción y aumentó más el deseo—. ¡Ahhh! —exclamó Graham de manera exquisita luego de la enésima embestida que volcó sobre el centro húmedo de la mujer que tiritaba de placer en tan poco tiempo que llevaban metidos en este pequeño espacio—. Solo muévete pequeña, la vida es una fiesta donde los únicos invitados solo somos tú y yo. Los invitados de honor a esta celebración que desde hace tiempo debió celebrarse —musitó en el oído de Anna recordándole que el que estuvieran allí era el resultado de varios encuentros tentadores que
amenazaron la cordura de ambos, solo que él estaba imaginando que era algo ocasional, mientras que ella en su mente solo celebraba que por fin se dio la primera parte de su plan, volvió a su realidad cuando él luego la arremetió con la siguiente estocada de placer que jamás había sentido—. Dame una muestra de lo que puede hacer este pequeño cuerpo —exigió al salir de ella bruscamente y se separó de ella un poco para mirarla en su estado más dócil.
Mientras él disfrutaba verla indefensa, a Anna le parecía desagradable la sensación que le produjo el que él haya cortado de manera inesperada los movimientos tan exquisitos que venía haciendo para causar tal placer, luego de haber estrenado su pequeña
tienda de campaña al violentar sin aviso el precinto de seguridad que la identificada entre las mujeres inocentes, ya no lo era., le estaba haciendo padecer. En el sufrimiento de la espera a que él continuara, pequeños espasmos iban y venían y sus dientes tiritan, pero no por estar enferma, por mal funcionamiento biológico de su organismo. Sí que se sentía enferma, pero de necesidad, necesidad de que él acabara con ese juego macabro de prolongar la posesión que su ser reclamaba y que estaba consumiéndola desde hacía semanas atrás. Quería vengarse, pero él deseo por ese hombre fue una tentación, le hizo desviar sus planes iniciales, ya que él estaba resultando ser una exquisita tentación que con juegos sutiles y solapados, ambos fueron alimentando con gestos, señas o solo miradas sin que el mundo alrededor de ellos se diera cuenta.
Minutos atrás, estando en el salón donde se efectuó la ceremonia, luego de que el notario los declarara marido y mujer, Anna intencionalmente se acercó a Graham para felicitarlo, vio en ese momento la oportunidad de avanzar en sus intenciones. Al abrazarlo, sutilmente restregó sus pechos a su tórax , quería tentarlo ahí delante de Loreta, y lo logró.
Después de ese primer paso, desde la distancia miró desde lejos a los nuevos esposos, la sugestión de Graham fue tal que para Anna solo bastó una mirada de Graham para que él con solo una mínima seña de sus ojos dirigiera los pasos de ella al lugar donde se encontraban consumando la más grande de las traiciones. Anna, hipnotizada por el gris de su mirada, tan brillante como el metal recién pulido, ahí se encontraba gustosa y a medio vestir y totalmente dispuesta para él.
Anna recordó que al ingresar en ese pequeño cuarto, Graham sin mayor esfuerzo, estiró sus manos para desabrochar los botones claves de su vestido para dejar a la intemperie sus pechos grandes y abultados, es una mujer de figura delgada, pero poderosamente agraciada, sus dos pecadoras razones y unas nalgas que lo llevaban a la locura, era algo con lo que Graham llevaba días soñando. No predió tiempo, ya que con manos hábiles luego de quitarle el panti, sin pedir permiso la llevó al lugar donde la mantuvo acostada y en la posición que determinó la consumación de ese juego, un juego que la inició en un mundo que ella desconocía.
Porque sí, bajo el cuerpo de quien ahora es oficialmentesu cuñado, Anna acababa de dejar de ser la inocente mujer que se atrevía a opinar de temas subidos de tono solo por la referencia de los libros y las pocas películas que había visto. Sin mayor ceremonia pasó de ser la inocente experimentada intelectual a la pequeña mujer experimentada desde lo real. Una mujer que oportunamente él hizo suya, obligándola a actuar bajo su mando. Anna no había imaginado que lograría ser eso que estaba sintiendo en lo que, a su modo de ver, se convirtió, y menos con él: en una mujer fácil, descarada e intencionalmente fácil.
Llegado el momento de la verdadera consumación de su plan, a Anna le tocó ahogar el grito de dolor y placer que la invasión de la virilidad de Graham provocó en su interior, por primera vez recibía visitantes en esa parte de su cuerpo, por primera vez gozaba del placer de la sexualidad.
Se agarró a él en ese momento y ahogó el grito en el cuello de su amante. Nadie podía saber que estaban allí escondidos, nadie más que sus cuerpos necesitados de ese placer. Rodeados de unas doscientas cincuenta personas, ahí estaban dándose la mejor de las experiencias de sus vidas. Anna por primeriza y bien atendida, y Graham por estar disfrutando del cuerpo de la hermana de su esposa y porque la inocencia que emanaba de la mirada y el cuerpo de Anna lo llevaba loco.
«¿Qué si siento remordimientos por todo esto? ¡Para nada! Cada quien está en el lugar que debe estar, y haciendo lo que le corresponde», pensó Anna mientras él se esmeraba en acabar con su humanidad en tan placentero trato animalesco de su
parte. Se sacudía violentamente dentro de ella, pero era algo que a la morena le gustaba; a pesar de que era su primera vez, en cada estocada anhelaba prolongar ese encuentro.
Parado frente a ella, Graham admiró verla como lo había soñado, mostrándole su universo y viéndolo salivar por ella. Anna lo estaba dejando ansioso. Como todo perro de cacería una vez que tiene a su presa, así estaba parado frente a ella sosteniendo su mayor tesoro, ese que se apoderó del ser de la delgada morena sin mayor contemplación, sin detenerse a pensar que podía lastimarla.
Anna entendió que él no podía pensar en hacerle daño, primero porque nunca le dijo que era su primera experiencia, y segundo porque ella se mostró siempre descarada y dispuesta a todo con él, todo porque a ella no le interesaba para nada un trato sutil de su parte, solo quería consumar esa traición, y desecharlo una vez logrado su objetivo, porque nunca lo consideró como el
último hombre de su vida, no podía serlo porque él solo era el objeto de una venganza, su venganza. La más exquisita de las venganzas que pensaba aprovechar.
—¿Por qué no lo dijiste? —escuchó que él le preguntó en referencia a su virginidad, no mostró un ápice de arrepentimiento en su mirada, al contrario, se le veía el orgullo marcado en el brillo de sus ojos.
—Si para ti no funciona para mí no tiene importancia que lo supieras —le dijo cortante y en tranquilidad y necesitada de que terminara con esta agonía—. Termina de coger para que no alborotes a tu esposa, debe estar ansiosa buscando a su recién adquirido esposo.
Poca era la preocupación que Graham estaba demostrando por lo que Loreta pudiera estar pensando ante su ausencia. Lo vio pasarse la punta de la lengua por los labios, mientras masajeaba su virilidad bien dotada, despierta en todo su esplendor, una exquisitez para la recién estrenada como amante y traicionera a la lealtad propia e indispensable en una familia.
—Lástima que está reservado para uso exclusivo —le dijo Anna mirando al sexo de Graham con sarcasmos y refiriéndose a su hermana.
—Exclusivo tal vez, pero no de ella, si gustas puede ser de ambas —adujo con sorna mientras la miraba con una lujuria electrizante.
—Déjame pensarlo, por ahora, en este instante, sí quiero esa exclusividad, luego te digo si la quiero para el futuro, por ahora cógeme —respondo y abro tanto las piernas que él sonrió con picardía—. Termina de apagar el fuego que encendiste.
—Para ser primeriza veo que no le temes a la oscuridad —respondió Graham volviendo a acercarse a ella.
—Hay oscuridades dolorosas, cierto que asustan y hasta paralizan; pero, luego que te acostumbras, ya no hay monstruo que te intimide —musitó en voz apenas audible y pasó un dedo por su entrepierna lastimado para invitarlo a entrar una vez más—. El viaje al infierno, si promete esta oscuridad y tanta explosión febril es de los míos. Coge sin miedo, yo no te voy a querer amarrar.