—Un desahogo rápido. Tranquila, que esta noche tendrás lo tuyo. E inmediatamente añadí: —Levántate de la toalla y lleva a Paula paseando hasta la orilla anda. Y viendo que la situación se le empezaba a escapar de las manos, hizo amago de intentar enfriar el ambiente. Lamentablemente ya no había marcha atrás. —Me da mucho palo. Hay mucha gente. —¡Venga!; ¡Animate!... y mándame un selfie desde la orilla. Serían dos o tres minutos de calma espera. No recibía respuesta alguna, lo que me hacía pensar que efectivamente estaba cumpliendo mi petición. Me la imaginaba cruzando el arenal, con esa escueta braguita dejando al aire su carnoso trasero, muriéndose de vergüenza al imaginarse —probablemente de modo infundado— observada por algún que otro hombre, sintiendo como la telilla se le hundía