A falta de computador en casa, constantemente me veía asediado por la necesidad de irme a un cibercafé para poder navegar por internet y echar un vistazo a mi correo y mis r************* . La verdad era que sí tenía ordenador (si es que a aquel armatoste se le podía llamar así), pero tan viejo e inútil que apenas funcionaba, y comprarme uno nuevo me salía muy caro, por lo que de vez en cuando acudía a algún que otro cíber de la ciudad para satisfacer mis necesidades informáticas. En una de esas veces me fui a uno que acababa de abrir recientemente. El sitio no pintaba mal: los ordenadores tenían al lado como tablones para dar privacidad a los clientes y que no se fisgasen entre ellos. Había 12 terminales (ó 12 ordenadores, como se prefiera) donde poder conectarse, pero eso solo en la parte